Melissa.
Ese era el nombre de la desconocida que ayudé. El mismo nombre que mencionó mi hermano cuando hablaba con sus amigos ayer, ¿Se trataría de la misma persona? ¿O tal vez estaba siendo participe de una simple y curiosa coincidencia?
Dejé de abrumarla con indagaciones acerca del porqué de la agresión que recibió, por lo que comenzamos a hablar de nosotras, ignorando el pequeñísimo detalle del camino que nos había llevado a conocernos. Era una chica muy agradable e inocente, algo que me resultaba más confuso al momento de intentar encontrarle una explicación a lo que le hicieron.
—¿Así que ibas rumbo a una entrevista de trabajo y te la he estropeado? —preguntó, mientras esperábamos afuera del hospital que alguno de sus familiares viniera a recogerla.
—No quería decirlo de ese modo, pero, en efecto —contesté de manera burlona—. Lo peor es que verdaderamente necesitaba ese empleo —resoplé, con la frustración golpeándome otra vez.
Recordé el papel que se había estampado en mi cara y el cual se trataba de una oferta como niñera. Mis ojos se iluminaron de esperanza y lo rebusqué entre el bolsillo de mi pantalón, encontrándolo.
—¿Qué pasa? —cuestionó, observando con curiosidad mis movimientos y gestos.
—De hecho, creo que tengo en mis manos la solución a mis problemas —repliqué, sonriendo y tendiendo el panfleto en su dirección. Melissa lo leyó detenidamente y de igual manera una sonrisa se ensanchó en su rostro.
—Te tengo buenas noticias, Noelle —comenzó a informar, lanzándome una mirada sospechosa—. Yo era la que estaba repartiendo esos volantes y la oferta de empleo es para trabajar en casa de mi tío.
Lancé unos grititos de emoción, moviendo mis pies cual niñita pequeña.
—El salario es muy bueno y el empleo no requiere mucho. Tendrías que encargarte de supervisar a Dawson, mi primo menor, vigilar que coma las veces necesarias en el día, que tome aire fresco y no la pase únicamente encerrado en su habitación, dar paseos... cosas por el estilo —continuó especificando, hasta que pareció recordar algo y su semblante cambió—. Solo hay un inconveniente.
¡Lo sabía! Lo que pinta parecer perfecto, nunca lo es. Fruncí el entrecejo, esperando que no se tratara de problemas de comportamiento infantil. No me veía teniendo la suficiente paciencia para tolerar a un pequeño mimado, caprichoso y rebelde.
—¿Cuál?
—Dawson tiene una discapacidad, perdió la movilidad de sus piernas y tiene que usar silla de ruedas.
Para nada se parecía a las ideas que habían comenzado a rondar mi mente. Lo medité internamente, analizando si tendría la capacidad de hacerme cargo de esa gran responsabilidad. Un niño era una persona que necesitaba de constante atención y cuidados y teniendo en cuenta su condición, tendría que esforzarme más en dar lo mejor de mí para no decepcionarlos o permitir que algo malo le pasase.
Aunque sabía que todo trabajo requería esfuerzo y compromiso, ¿No?
No lo pensé más y terminé por acceder, feliz de que, pese a que una puerta se había cerrado, otra se abría de par a par frente a mí, mostrándome un nuevo sendero a recorrer.
—¿Qué tengo que hacer para obtener el empleo? —hablé, consiguiendo que ella sonriera.
—Te llevaré a casa de mi tío para que hables con él... eso sí, te advierto que el carácter de los Greiff es algo difícil —aclaró—. ¿Me dijiste que tu apellido es Bailey?
—Ujum.
Guardó silencio, adentrándose en pensamientos que no me dejó conocer. Su actitud desde que le había dicho mi nombre completo, me tenía intrigada. Había expresado una mezcla de sorpresa con decepción e inconformidad.
—Entonces eres familiar de Nick Bailey
—continuó, más como afirmación que pregunta. Asentí con detenimiento.
—Soy su hermana.
Su mirada siguió igual de perdida, movió las yemas de sus dedos golpeteándolas con su pulgar, descolocándome más.
—Solo... omite tu apellido cuando hables con mi tío. Tu hermano tuvo problemas con su hijo en el pasado y no creo que sea conveniente que sepan por el momento. Más adelante podrás decirlo, cuando ya hayas ganado la confianza de todos —propuso, concentrando sus ojos nuevamente en mí. Me debatí si en realidad estaría haciendo bien pensando en obtener un trabajo a base de engaños—. No te preocupes, Noelle, será una pequeña mentira piadosa. A veces los logros requieren sacrificios.
Resoplé, tomando el impulso suficiente para convencerme de que ella tenía razón. Quería trabajar, lo necesitaba y me satisfacía más poder lograrlo por mis propios medios, y no por favores de parte de los amigos de mi hermano.
—Hagámoslo.
☼☼☼
Mis ojos recorrieron con asombro el largo pasillo que transitábamos al entrar en la casa del tío de Melissa, aunque decirle casa era poco, ¡Se trataba de una verdadera mansión! Una que estaba ubicada en lo largo de un extenso y verdoso campo y que tenía la vista más preciosa que hubiera presenciado en mi vida. La decoración del lugar se asemejaba por completo al estilo victoriano, transmitiéndome la sensación de haberme embarcado en un viaje en el tiempo.
Nos detuvimos bajo un candelabro de cristal y dos empleadas domésticas se acercaron a nosotras. Percibí las miradas curiosas de ambas sobre mí, como si la presencia de desconocidos en la casa fuera algo inusual. Además, se alarmaron al detallar en los moretones que la chica tenía.
—Iré a buscarlo en la biblioteca, la mayoría del tiempo está allí —me avisó Melissa, apoyando su mano sobre mi hombro. Después, fijó su mirada en las trabajadoras—. Sí, ya sé que estoy en pésimo estado, pero les agradecería si no me miran como bicho raro. Atiendan bien a la visita, por favor... escasas veces la hay
—finalizó en un susurro, atravesando la estancia y desapareciendo de mi visión.
Sonreí en dirección de las mujeres y dejé mi patineta sobre la grande y esponjosa alfombra. Tomé asiento en un sofá, jugando con nerviosismo con mis dedos.