Un beso para Noelle

Capítulo 8│El pilar del hogar☼

Mi viernes laboral había terminado con tranquilidad. Exceptuando las malas miradas que me regalaba Gale, claramente. Melissa y Bladimir, habían pasado poco tiempo en la casa y el señor Francis igual había salido, entregándonos la completa soledad a Dawson y a mí, quienes pasamos la tarde viendo caricaturas.

Luego de salir de la mansión Greiff, me dirigí al apartamento, donde me encontraba en este momento, ansiosa y emocionada, a espera del arribo de mamá en la ciudad. Había sido realmente ventajosa su idea de conseguir viajar en el camión de mudanza.

—Ya debe estar a punto de llegar, ¿No? —cuestionó Nick, observando el reloj de la pantalla de mi celular.

—Supongo que sí —respondí con simpleza, cruzando mis piernas sobre los escalones frente a nuestra vivienda, donde los cuatro experimentábamos la labor de la espera.

Tyler y Elián, como parecía hábito, no se despegaban de mi hermano, así que ellos eran los otros dos que hacían parte de nuestra maravillosa aventura.

—A menos de que haya trancón —agregó el primero, originando que Nick y yo lo observáramos con hastío—. No he dicho nada, hagan caso omiso —finalizó risueño.

Ellos estaban de pie y Nick y yo sentados en los escalones. Tyler, se entrometió en el medio de los dos, tomando asiento también y posicionando su brazo alrededor de mi espalda. Me removí en el lugar, mientras que Nick se limitó a entornar los ojos.

—¿Y cómo te ha ido en la ciudad, Noelle? Nick nos dijo que conseguiste empleo —indagó, atrayendo la atención de los otros dos.

Qué oportuna pregunta.

—Eh sí, estoy trabajando de asistente en una pequeña oficina de… —lo pensé lo más rápido que pude, llegando a una respuesta más absurda de lo que sonaba en mi mente—. Agua.

La confusión fue evidente en todos.

—Es decir, una oficina que hace parte de una fábrica distribuidora de agua —corregí, asintiendo y sonriendo con nerviosismo.

—¿Quieres decir que preferiste trabajar en una pequeña fábrica de agua en lugar de trabajar como chef en una prestigiosa cadena de restaurantes? —cuestionó mi hermano, expresándome con su mirada que no me creía ni un poco lo que estaba diciendo.

—Qué te digo, la vida da muchas vueltas —bromeé, propinándole un golpe suave en el hombro.

—Un infortunio que mi tío no haya contado con la imprescindible labor de la princesita —mencionó de modo sarcástico Elián. Mis ojos se entrecerraron con inconformismo, en su dirección.

—No me digas princesita, renacuajo —ordené, percibiendo las risas de mi hermano y de Tyler.

—De acuerdo, princesita —replicó, sonriendo con soberbia.

—Ya, no empiecen a discutir —se inmiscuyó su amigo, antes de que yo diera respuesta al duelo verbal y que éste se alargara.

El sonido de un claxon de auto acaparó por completo mi audición. El camión de mudanzas había llegado.

El conductor del camión nos habló desde el interior del vehículo.

—¿Residencia de los Bailey?

Asentí.

—¡Sí, señor! —respondí y escuché la voz de mamá reclamándole al hombre lo bromista que era al preguntar por la residencia cuando claramente ella nos reconocía como sus hijos.

—¿Oí mal o le dijo señor? —preguntó a mis espaldas la voz de Elián, emitiendo la sorpresa en sus cuerdas vocales.

—Sí, niñito mimado, ante todo, soy una mujer educada. Con quienes lo merecen, claro. —Volví mi vista nuevamente al camión, del que ahora se encontraba descendiendo mamá y el conductor.

Pretendí correr a los brazos de mi progenitora, pero Nick se me adelantó, dándome un empujón a su paso. Me quejé entre dientes.

—¡Querida madre, ya extrañaba ver tu cara en vivo y en directo! —comentó, aplicando el abrazo quiebra huesos con ella—. Se estaba haciendo eterna la espera, estar solamente con vídeo llamadas me entregaba una visión distorsionada de la realidad.

Me reí a causa de la referencia hecha por la pésima señal de internet que frecuentemente teníamos en el pueblo.

—Oh, cielo, lamento la tardanza. Se formó un trancón en la autopista, y luego se nos dificultó un poco encontrar la dirección del edificio. Resulta que existen dos vecindarios con el mismo nombre, solo que uno es sector sur y otro norte —informó ella, finalizando el abrazo. Su mirada me recorrió, originando que prosiguiera yo asfixiándola con mi cariño.

—Ya te extrañaba, mujer. Eres el pilar de nuestro hogar —hablé, con la emoción filtrándose por cada fibra de mi cuerpo—. El idiota de Nick debió especificarte eso de los vecindarios.

—¡Noelle! —me reprendió, negando con la cabeza.

—No es raro que se exprese así, señora Bailey, es un grinch versión femenina —se entrometió Elián, de manera muy impertinente como era su costumbre.

—No le hagas caso, mamá, desde que llegué a la ciudad no hace más que fastidiarme. Parece una obsesión ya. —Le enseñé el dedo medio al pelirrojo, ignorando la cara de asombro de mi madre e inspeccionando finalmente al conductor del vehículo.

—Jude, el Bailey hace mucho que ya no lo uso —aclaró mamá, acercándose a los muchachos.

—Un gusto señora Jude —le respondieron ambos en coro, con una formalidad muy convincente.

—Por mi parte, difiero de la opinión de mi amigo Elián. Noelle realmente es un encanto, es una chica bastante particular —expresó afable Tyler.

Si mi piel morena no fuera tan difícil de sonrojar, ya estaría roja como los zapatos que usaba el conductor del camión de mudanzas.

Mamá nos observó con picardía, agradeciendo el cumplido.

—¿Podrías dejar de coquetearle en mis narices a mi hermana? Gracias —pidió Nick, encaminándose hacia el vehículo frente a la acera.

El señor, al que le adornaban bastantes canas el cabello, y sonreía con cierta vergüenza, se dirigió hacia la parte trasera del camión, abriendo la puerta que nos permitía ver nuestras cosas en el interior.

—Todo está intacto, sin una sola abolladura —nos indicó, satisfecho por el trabajo realizado.




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