Un Caballero para Lilian

CAPÍTULO 4

—Huele usted muy bien, señorita Gallagher —el horrible aliento nauseabundo junto con el perverso tono de voz en su oído le revolvió el estómago.

Vomitaría, estaba segura de que en cualquier momento abriría la boca y su cuerpo expulsaría todo. Dejaría en vergüenza a su familia y mas tarde, su padre se encargaría de hacerle ver que no volvería a ver la luz del sol en su vida.

Pero, ¿cómo seguir soportando esa situación?

Tropezó en un giro e ignorando el resoplido molesto de Lord Russel, observó rápidamente a los músicos, quienes estaban muy entretenidos con la pieza musical que se esmeraban en tocar, ¿acaso la melodía no terminaba nunca?

Las palabras se le atoraban en la garganta cuando el viejo Conde de Portland volvió a insinuarle sobre lo feliz que haría a un hombre con su compañía, todo mientras se atrevía a acariciarle la cintura. Asustada, se apartó de golpe cuando el vals dio por finalizado y, tras ver la asquerosa sonrisa del conde, volvió a preguntarse si esa sería su vida, ¿de verdad tendría que sucumbirse a su futuro esposo? ¿tendría que soportar lo que su padre le hacía a su madre?

Los gritos de la marquesa volvieron a su mente como la pesadilla que se volvía constante en su vida. Y si cerraba los ojos, podía ver a su padre sobre ella dándole bofetadas mientras empujaba su parte inferior contra su cuerpo. Las náuseas volvieron y, pese a que sería un gesto de mala educación, se dirigió con rapidez hacia Annette, quien le dio un breve abrazo para tranquilizarla.

No podía soportarlo. No quería que esa fuera su vida ni ser la mujer de nadie, no cuando por accidente, a sus trece años, se enteró de cómo eran los deberes conyugales a las que su madre debía someterse y claro estaba, Lilian aborreció todavía más la idea del matrimonio.

Permaneció junto a su madre y a Cassie, tratando de ignorar a los pocos caballeros que se acercaban para saludarla, pero una vez que abría la boca y dejaba lucir la tartamudez, estos se retiraban a buscar otra dama para danzar. A partir de entonces, su madre fue la que se disculpaba, ya que Lilian se encontraba “indispuesta”. Annette sólo esperaba porque Thomas no viera la situación, pero al verlo, parecía encantado con charlar junto a Eric y… ¿Lord Andrew?

“¿Qué estarán discutiendo?” se preguntó sin quitar la vista de los tres cuando escuchó la voz de la Condesa de Pembroke cuestionar sobre uno de los mejores amigos de su hijo.

—Es una lástima la tragedia de los Lethood, aunque honestamente creo que el duque no estaba preparado para volver a la sociedad.

—¿Le incomoda el joven duque? —Annette alzó una ceja tratando de no dejar de ser una dama, pero siendo testigo de los comentarios hacia Lord Andrew, gracias a su hijo, le molestaba que la sociedad fuese tan cruel con un muchacho que sufrió bastante.

—¡Oh no, querida! —la condesa pronto buscó corregir el malentendido—. Pero no puedo hablar por mis invitados, he intentado en vano no escuchar los cotilleos sobre aquel joven y es evidente que nadie lo quiere cerca. Una lástima, le será difícil conseguir que alguna jovencita desee ser la próxima duquesa, por muy tentador que suene el título —pronto soltó una sonrisita tras dirigir una breve mirada a Casandra, quien trataba de animar nuevamente a su amiga con palabras de aliento y ternura—. Claro que mi querida Cassie podría ser una buena esposa, es dulce y atenta pese a su condición, se las arregla bien, estoy segura que sería una gran duquesa.

—¿Planea que Lord Andrew la corteje, mi lady?

—Ay, querida Anne, mi Cassie no podría jamás ver aquella espeluznante cicatriz. Es la candidata ideal —la condesa abrió su abanico y Annette la miró con sorpresa ya que pese a que, según la Sra. Collins, la condesa, no le incomodaba la presencia del duque, era evidente que le asqueaba su marca. Le parecía muy cruel que aun así quiera casar a la pequeña Cassie valiéndose de su discapacidad de la vista para ser la próxima Duquesa de Somerset, todo por el título y las riquezas.

Annette carraspeó y, disculpándose, fue hasta donde su hija para apartarla un poco. Deseaba alejarse de aquella hipocresía, aunque sea por un momento.

—¿M-m-madre?

—Daremos un pequeño paseo y luego nos iremos a casa —le tranquilizó con una pequeña sonrisa que se desvaneció al recordar que no podrían retirarse hasta que su marido así lo desee.

°°°

—Entonces le esperare mañana a almorzar —dijo Thomas Gallagher con el tono que suele utilizar para cerrar un negocio—. Allí podríamos terminar de discutir lo del compromiso. Eric me ha dado buenas referencias y espero que a usted también sobre mi hija. No se preocupe, Lilian no le dará problemas.

—Estaré encantado de poder asistir, mi lord —Andrew contestó ignorando la otra frase del marqués, pues Eric no fue precisamente una “referencia” que le dio sobre Lilian, y ella tampoco le sería una carga como había sonado durante la conversación.

—Nos vemos en el carruaje —Thomas se dirigió a Eric, observando a su alrededor con total hastío—. Creo que ya soporté bastante. Si me disculpa, Lord Andrew.

El Marqués de Bristol se retiró sin esperar más palabras, dejando a los amigos soltando un suspiro como si un peso hubiera sido quitado de sus hombros. James, en cuanto notó que el marqués se había retirado, fue casi corriendo para saber en qué había quedado la situación. No había podido participar de la conversación puesto que sabía que Lord Thomas detestaba a todo Allen que siquiera le saludara.




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