—¡Alabado sea el Señor! —exclama el marqués en cuanto ve aparecer a ambas mujeres al pequeño salón de té donde suelen recibir a las visitas. Lilian tragó saliva en cuanto notó la mirada de su padre. Él sonreía, pero sus ojos reflejaban la oscuridad de su corazón y ella sabía que sería castigada más tarde— Supongo que sus atenciones rindieron frutos, Lord Lethood.
Los jóvenes se dieron una breve mirada que muy pronto Lilian desvió, agachándola para ojear sus propias manos como si fuese lo más entretenido de ver. Andrew, quien se había sentido preocupado por la enfermedad que Eric le había mencionado, prefirió ignorarla en cuanto notó su expresión. Ya no sabía si dar un paseo sería buena idea, pero Lord Thomas insistía en que un par de esas salidas aguardaría las apariencias hasta que la boda por fin se realizara.
No respondió a las palabras desabridas del marqués y evitó darle una mirada a Eric, quien ya se notaba bastante frustrado e incómodo por la situación. Aceptó que Lilian llevara de carabina a su doncella, una mujer bastante mayor quien se llamaba Rose, y así, sin palabras de por medio para apaciguar las aguas, los tres subieron al carruaje que los dejaría en Hyde Park.
Ese día, Andrew llevaba su nueva máscara, una estructura de cuero negro que cubría su lado izquierdo del rostro, dejando ver muy apenas su lado derecho que, aunque no era tan perfecto, si se le notaba agradable a la vista. Arthur había llegado con dos máscaras el mismo día que le dieron la noticia a Lilian sobre el matrimonio, fue lo primero que su gran amigo le comentó apenas regresó a su casa temporal y desde entonces, no iba a ningún lugar sin esta.
Pero, pese a que esta vez ocultaba su fealdad para evitar asustar a su prometida, ella se negaba a verlo. Durante todo el camino, mantuvo la vista fija en la ventana del carruaje, tanto que se estaba poniendo nervioso y tenía que obligarse a dar una pequeña sonrisa cuando se encontraba con los ojos de la carabina. Rose correspondía en un intento por animarle, pues sabía que la situación era difícil, no sólo para su niña, sino que era evidente que el duque sufría por ello también.
—¿Se siente recuperada, Señorita Gallagher? —se animó a preguntar.
—S-Sí.
—… Le… —carraspeó en un intento de evitar el nerviosismo, pero verla con aquella actitud desanimada, pálida y mirada melancólica le estaba inquietando— ¿Le han agradado los regalos? Le envié varios, así como cartas, esperaba que eso le animara y le hiciera sentir mejor.
“¿Cartas?” se preguntó Lilian.
Sabía que había recibido unos cuantos regalos de su parte, a la mayoría ni les prestó atención y a un par les echó un ojo que sólo incrementaba su tristeza junto al nudo que se le formaba en su estómago. Sentía que no respiraba para luego olvidarse de dichos regalos, pero su madre jamás le habló de cartas. Ni ella ni Eric. Le dio un breve vistazo a su doncella, pero Rose estaba tan confundida como ella, ¿será que el duque está mintiendo?
No es que le importase, sólo le sorprendía que se tomara aquel atrevimiento de escribirle… ¿podría considerarlo como algo osado? El único hombre que le escribía era su hermano y además de él, sólo recibía correspondencia por parte de su madre, ya que su padre le confiscaba las cartas de Casandra. Rara vez podía leer alguna carta de ella…
Oh no.
¿Su padre se ha quedado con las cartas del duque?
—¿Señorita Gallagher?
—Ah… —asintió al no encontrar las palabras, pensó que, si era verdad lo de las cartas, su padre ya debió de haberlas quemado— M-me… S-Sí… Y-Yo… G-Gra-Gracias.
—Ella le agradece por el gesto, su excelencia —la voz de Rose le hizo contener el aliento por instante y, de pronto, sólo podía recordar los regaños y golpes por no hablar correctamente.
Esto no podía estar pasando. Su madre le había dicho que debía de controlar sus palabras, porque una dama jamás hablaba en voz baja, eso podría molestar a las demás personas como a su padre, ¿y si el duque también se enojaba si ella no trataba de modular bien?
Le miró de reojo, pero él aceptaba lo dicho por Rose y no comentó nada más.
Quizás ya no debería hablar.
°°°
Al llegar a su destino, notaron como Hyde Park estaba repleto de personas y en especial de parejas que caminaban por allí en un paseo propio de cualquier cortejo. Andrew notó como las damas le sonreían con coquetería a su potencial pretendiente, muy por el contrario de su prometida, quien parecía querer aferrarse al brazo de su doncella pese a que ella le aconsejaba que lo mejor sería que caminara junto al duque. Suspiró en busca de paciencia en su interior. Todo ha salido mal, desde que ella pareció rechazar todos sus regalos y cartas que contenían palabras de lo más profundo de su corazón. Deseaba fervientemente poder vivir feliz junto a esa tierna jovencita, pero con cada muestra de afecto sentía que estaba siendo ridículo y su autoestima disminuía al notar el evidente rechazo de Lilian.
A veces, cuando no recibía respuesta a sus cartas, se preguntaba si debía dar un paso hacia atrás y cancelar el compromiso, pero en cuanto lo pensaba, se imaginaba a la joven sufriendo en manos de otro hombre, en especial del Conde de Portland, a quien ya había visto ir a la casa del marqués con el fin de volver a negociar sus términos con tal de casarse con la joven. Tanto Eric como él se encontraban allí, puesto que había ido de visita para Lilian, y tuvo que volver a ofrecer una contraoferta para que Lord Thomas no cambiase de opinión. A partir de entonces, el conde se declaró su enemigo.
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Editado: 23.11.2024