Un Caballero para Lilian

CAPÍTULO 8

—Está enferma —le oyó decir Andrew a Eric cuando le preguntó por Lilian, ya que no había podido encontrarla desde hace días, y en una semana se casaban—. Está débil y mi madre tiene que obligarle a comer.

—No —susurró él, preocupado. Las enfermedades podían llegar a ser mortales, estas se habían llevado a su padre, y es que aún recordaba cuando él falleció delirando con que su madre estaba viva, pidiéndole que le regresaran a su hijo sano.

Por el semblante de Eric, que trae ojeras y está más pálido de lo normal, con sus ojos que no reflejan más que preocupación por su hermana, es que Andrew se regañó por no haberle insistido al marqués que le dejara ver a su prometida, pero siempre el hombre terminaba por echarlo ya que las mujeres estaban terminando de preparar todo y, por lo menos ellos dos, no tenían nada de qué hablar por el momento.

Suspiró y, obligando a Eric a moverse, estuvieron un par de horas caminando por el centro para buscar todo lo necesario para la joven dama: desde infinitas hierbas medicinales hasta alimentos más nutritivos, los cuales, una vez llegar a la casa de los Gallagher, la marquesa los recibió encantada, pero sin dar señales de mejoría por parte de la muchacha. Pese a ello y a sus súplicas por verla, tanto Annette como Eric se la negaron con la excusa de que tal vez sería algo contagioso.

Andrew se ponía cada vez más nervioso. Lord Thomas no aplazaría la boda solo porque su hija estaba enferma, así que ella debía recuperarse, pero ya no sabía qué más hacer, hasta le había enviado un libro, pero el marqués dijo que lo confiscaría y entonces supo que eso había sido mala idea.

—Ella está mejor —le informó Lady Gallagher una tarde en la que volvió a aparecer con algunas medicinas y un pequeño pastel—. Le agradezco mucho por los alimentos y las medicinas que nos ha proporcionado, mi lord. Mi hijo me ha comentado su preocupación por mi querida Lily —Andrew dejó salir el aire que llevaba conteniendo desde que vio a la marquesa bajar las escaleras. Cerró sus ojos recobrando un poco su serenidad y volvió a alzar la mirada para regalarle una sonrisa que ella correspondió.

—Gracias, mi lady.

—Le conozco desde que usted era un bebé —la marquesa se atrevió a tomar sus manos para darles un ligero apretón de consuelo—. Por favor, le pido que sea paciente con mi niña y que también sea fuerte.

—Lo soy, quiero serlo —Andrew aceptaba aquel gesto maternal lleno de sinceridad—. Me temo que no es fácil.

—Tiene que comprender que mi hija es aún muy joven, hasta pienso que no estaba lista para la presentación en sociedad, y que esto del matrimonio… —Annette suspiró con pesadez— no era lo que ella idealizaba… —soltó una pequeña sonrisa—Ella no está lista para ser la esposa de alguien, mucho menos de un duque, pero tampoco deseo que siga en este lugar. Le pido que, por lo que más quiera, le devuelva su luz a mi niña.

Andrew, al ver los ojos brillantes de la marquesa por las lágrimas que trataba de retener, tuvo la sensación de que tanto ella como su gran amigo Eric le estaban ocultando algo con respecto a Lilian.

—Su hija me ha hechizado, mi lady —confesó entonces, sintiendo sus mejillas ardiendo de la vergüenza que su misma timidez le provocaba—. Le aseguro que la cuidaré con mi vida.

Annette le sonrió un poco más relajada, esperando porque Lilian pudiese ver el brillo de amor que desprendían esos verdosos ojos del duque tras la máscara que él suele llevar.

°°°

—Lord Andrew ha vuelto a venir, mi niña —Annette ingresó a la habitación de la joven con una gran sonrisa, mostrándole una pequeña tarta de chocolate que Lilian miró con cierto interés—. Ha estado tan preocupado que todos los días ha traído alimentos y medicina para que puedas mejorar, y ahora trajo este pastel para animarte —se ruborizó de la vergüenza al recordar un detalle—. Con tu hermano tuvimos que darle una pequeña mentira para no alterarlo, no queremos más problemas con tu padre, pero lo bueno es que las medicinas han hecho que puedas recuperarte más rápido —dejó el pastel en la pequeña cómoda que yacía junto a la cama, para tomar asiento y acariciarle los castaños cabellos a su hija—. Cuéntame, mi niña, ¿cómo te sientes?

Lilian pretendía seguir en silencio, pero escuchar a su madre informarle sobre los detalles que Lord Andrew ha tenido para con ella le confundía.

No había podido dormir bien desde que su padre le había castigado, pues la pesadilla de que este regresara y el ardor de sus piernas se lo impedían. Por desgracia, provocó que la tristeza la haya invadido hasta el punto de ya no querer comer ni hablar pese a la insistencia de su madre y hermano, quien iba a verla tanto en la mañana como en la noche, y, pese a que aún estaba enfadada con él, se alegró por saber que Eric no se había molestado por haber perdido el libro, “te regalaré uno mejor” le había dicho, sacándole la primera sonrisa luego de tres días.

Ese mismo día, su hermano llegó a casa con el duque y, aunque Lilian no había tenido idea de eso sino hasta ahora, es que su madre volvía con medicinas y alimentos exquisitos que no pudo resistir a probar. Desde entonces, sus piernas dolían cada vez menos, lo que le ha hecho tener un mejor descanso.

—E-E-Estoy bien —logró decir la castaña, sacándole una lágrima a Annette que rápidamente se la quitó. Su hija había recuperado el habla.

—Déjame ayudarte para que pruebes el pastel, querida —se animó la mujer, ayudándola a levantarse para ir hasta la pequeña mesita donde Lilian comía o escribía de vez en cuando. Le puso el pastel frente a ella con los cubiertos y mandó a pedir el té con Rose, solo entonces volvió a sentarse frente a su hija— ¿Verdad que está bueno? Imagina que podrás probar más dulces una vez casada, estoy segura que el duque no te lo impedirá.




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