La mañana había sido de gloria para Lord Thomas, que tras haber leído y releído la carta que había llegado por parte de su para nada inteligente hija, no podía dejar de sonreír y reír como si por fin todos los males se hubiesen alejado de su vida, pues Lilian se iba de Londres a vivir la vida matrimonial en el campo. Ya el problema sería completamente de esa burla de duque, pues él no estaría dispuesto a volver a aceptar a esa mocosa si ese hombre se arrepentía.
—¿Realmente está contento porque mi hermana se ha ido? —Thomas rodó los ojos en cuanto escuchó la voz de su hijo. Había olvidado que estaban en el comedor desayunando, que Eric le veía juzgándolo y que Annette trataba de ignorar la situación.
—¿Y por qué no debería de estarlo? —preguntó de regreso, extendiéndole la carta al dar su consentimiento de que podían leerlo por sí mismos—. Sin Lilian en esta casa, por fin podré caminar con la cabeza en alto sin recibir las críticas por la falla que tu madre decidió conservar.
Aquel comentario hizo que Eric quisiese ahorcarlo, pues su hermanita era lo más sagrado que tenía, tanto que le dolía saber que ella pudiese guardarle cierto rencor, pues no había mencionado nada sobre él en la carta. Para Lilian sólo existía su madre y que deseaba verla a ella y a Rose, quien ahora trabajaba como doncella de su madre hasta que el marqués decidiese echarla a patadas. Debería enviar una carta a Andrew para que reciba a Rose, su Lilian estaría contenta con tenerla a su lado, pues Rose ayudó a criarla desde bebé.
Thomas, limpiándose la boca con una servilleta, se levantó decidido a ir a celebrar al club de caballeros. No estaba de humor para los gritos y lágrimas de su tonta esposa, prefería una mujer que estuviese bien dispuesta en la cama, y como estaba de humor, quiso ser bueno por una vez:
—Puedes ir a verla. —concedió y sin más, se retiró. Al menos así tendría la casa solo para él y sus rameras, se dijo.
Annette estaba sorprendida. Había pensado que nunca más volvería a saber de su bebé, pues Thomas no daría su permiso tan fácil, y, por ende, se la había pasado llorando durante la noche mientras oraba por el bien de su pequeña, que jamás creyó que su esposo daría su consentimiento para ir a visitarla. Sus ojos se encontraron con los de su hijo mayor y la pequeña sonrisa que él le dirigió le hizo cubrirse la boca para evitar soltar un grito de emoción.
—¿Lo has oído, cariño? ¿Ha dicho que veré a mi niña?
Eric afirmó con entusiasmo.
—Así mismo, madre, podrá ver a nuestra Lilian —le extendió la carta que su madre aferró contra su pecho como si fuese un gran tesoro. El semblante de Eric se ensombreció de pronto— ¿Cree que ella me odie?
—¿Lilian? ¿Odiarte? —Annette lo negó hasta que recordó como ella le había pedido escapar momentos antes de dejarla en el cuarto a solas con el duque—. ¿Ella también te lo pidió?
—Me siento miserable por causarle ese dolor —confesó sin poder olvidar la súplica que se hallaba en los ojos de su hermana—. Pero sé que con Andrew estará a salvo…
—Lo sé, cariño —Annette exhaló con cierto cansancio—. Yo también se lo dije, sé que Lord Andrew es un buen joven y, por lo que me has comentado, sus sentimientos y acciones dejan ver que si la quiere —Él soltó un bufido, le era incómodo saber que uno de sus amigos estaba enamorado de su hermanita, tanto que si no conociese a Andrew como lo hacía, no lo habría dejado casarse con ella. Lilian era preciada para él—. Ánimo, sólo estará enfada un tiempo, pero confío que, en cuanto lo conozca mejor, ella volverá a hablarte.
—Yo también lo espero, madre…
Annette se levantó para acercarse y darle un abrazo. Eric sonrió sintiéndose mucho mejor, amaba que su madre fuese cariñosa, muy por el contrario a otras madres que suelen ser hasta indiferente con sus hijos, no sabría que hacer sin ella, por lo que de ahora en adelante la cuidaría el doble de su padre.
Ya había salvado a una, todavía faltaba ella.
—Tranquilo, no le diré que me acompañarás, así ella no se retracta —y dándole un beso en la mejilla, se retiró con pasos apresurados directo a su habitación para redactar una pronta respuesta a su pequeña, alegre e impaciente por verla.
Sí, serían semanas infinitas hasta que llegara el próximo mes y pudiese ir a visitarla. Esperaba encontrarla de mejor ánimo que el de la última vez.
°°°
El viaje en carruaje había sido aburrido y tormentoso para Lilian, pues no tenía ningún libro consigo, sus pantorrillas le comenzaron a molestar nuevamente y no había nadie que la acompañase, no estaba su querida Rose ni su madre, y aunque esperaba que su carta haya tenido una respuesta positiva, no lo sabría hasta que esta llegase a Bradley House. Además, cada vez que miraba a través de la ventana, podía notar el perfil del duque quien viajaba en aquel precioso caballo negro de nombre Noche. Se encontraba serio, sin dejar de ver el camino, y para nada conversaba con su mayordomo a menos que este le recordase algunas cosas que ella no alcanzaba a escuchar.
Eso le preocupaba. Tal vez no debió salir espantada en dirección al carruaje, pero se había puesto muy nerviosa por esa cercanía entre ambos, por su amabilidad y ternura en su voz, por lo respetuoso que ha sido con ella tal como los caballeros de su libro…, pero no podía ser así.
Se suponía que no existían los caballeros.
#752 en Otros
#151 en Novela histórica
#2113 en Novela romántica
amor dulce, opresion paterna, aristocracia nobles y caballeros
Editado: 16.11.2024