Un Caballero para Lilian

CAPÍTULO 15

James Allen había atrapado una mariposa azul camino a casa la cual, como sucedía con la mayoría de los insectos que le llamaba la atención, se la llevó a su laboratorio para comenzar una breve investigación que incluía el disecado de la especie.

Estaba preparado, la mariposa ya había sido colocada de forma delicada en el frasco con sus respectivos orificios que permitían el paso del oxígeno, sus notas ya estaban en mano al igual que sus implementos de disección y había logrado echar a su pequeño hermano Charles de tan solo diez años, que solía inmiscuirse en sus cosas con regularidad, y cuando por fin hubo un silencio sepulcral en la casa que le hizo respirar por una vez en un buen tiempo con una paz íntegra, alguien osó interrumpir la calma como quien fuera dueño del lugar.

—No sabía que te había permitido entrar, amigo mío —le mencionó con una ceja alzada, gesto que cambió al reparar en la palidez del castaño junto con la mirada más terrible, como si hubiese visto algo que no debió— Debo decir que hay suficientes espíritus en esta casa, por lo tanto, no seas otros más de la colección. No estoy seguro si lo soportaría. Mejor siéntate.

Eric le tomó la palabra, dejándose caer en un sillón de tela negra y cojines un tanto duros que podrían torturar la espalda, pero que le era irrelevante. Sólo deseaba encontrar las palabras indicadas, no obstante, todavía estaba abrumado con la imagen de su madre sufriendo, de no hacer nada, con las preguntas que iban dirigidas a todos esos hechos que ignoraba por haber ido a estudiar a Eton. Nunca había aborrecido los estudios, es más, sabía que era un deber y aprovechaba cada momento, pero ahora… de haber estado en casa, ¿su padre hubiese hecho algo contra ellas?

Había ido a buscar a James tan pronto como mandó a un lacayo a enviar la carta recién escrita —antes de que su padre se diese cuenta y la confiscara— hacia donde residía el Duque de Somerset, donde relataba su plan para sacar a su madre de esa casa, todo tras la excusa de una supuesta enfermedad de Lilian que ha dejado devastado al duque y, por ende, él quiere cumplirle el deseo a su esposa: el estar junto a su madre. Era algo tonto, sin embargo, no logró pensar en otra cosa durante su segundo de impulsividad.

Bradley House estaba lejos, en el campo, su madre estaría tranquila allí al lado de su hermana, por ende, esperaba que Andrew le siguiese el juego e inventara una nueva carta que les hiciese viajar antes de tiempo.

—¿Eric?

El joven Gallagher cerró los ojos, recordando todas esas veces en que su madre gritaba cuando Lilian se equivocaba en decir alguna cosa y su padre se descargaba con ella, todas las veces en que su hermanita temblaba tras una lección, cuando sus piernas fueron heridas con brutalidad días antes de la boda y ahora esto, su padre… su madre… ellos… Se le cerraba la garganta de sólo pensarlo. Debía hacerlo, tenía qué hacerlo, era la única forma, la única solución…

—¿Qué veneno es mejor para una muerte no sospechosa? —preguntó sin abrir los ojos, masajeándoselos con su mano derecha, intentando aliviar el estrés, la ira y la frustración.

Odiaba su vida, odiaba que su hermana y madre sufriesen sin poder hacer nada, odiaba a su padre y se odiaba asimismo al pensar en cada plan para salvar a las dos mujeres más importantes de su vida, pues sentía que poco a poco se convertiría en una bestia por tales pensamientos malignos como el que acababa de tener.

James, quien estaba acostumbrado a la charla sobre venenos y había investigado sobre ellos y como han influido durante la historia de la humanidad, no pudo evitar sentir asombro y curiosidad por la pregunta que acababa de escuchar. Eric no era así. Y Eric sabía que incluso un Allen no se había esperado tal consulta de su parte.

Sus labios formaron una amarga sonrisa.

Tal parece que la sangre maldita de Thomas Gallagher le terminarían convirtiendo en un ser despreciable tal como lo es su padre.

—¿Y bien? —inquirió. El pelirrojo parpadeó como si se preguntara si aquel hombre era el Eric que conocía o si se trataba de un impostor.

—¿Veneno? ¿de qué me perdí?

—Sólo menciona uno —apretó los puños ante otro recuerdo desagradable de aquella noche—. No estoy familiarizado con el tema.

—¿Y un Allen por naturaleza lo está, no es así? —preguntó con frialdad a lo que el castaño volvió a sentir un dolor de cabeza que le hizo nuevamente masajear su sien, estresado por la situación. James lo notó, exhalando el aire impetuoso que denotaba su molestia. Nunca le contaban nada—. Puedes utilizar arsénico. En bajas dosis le das una muerte lenta y sufrible.

—¿Es evidente?

—Sólo hay una persona en este mundo por la que te convertirías en un asesino, Eric —la respuesta le hizo bajar la mirada. James Allen jamás contaba sus secretos pese a lo parlanchín e indiscreto que podía ser en ocasiones, pero, aunque nunca detalló a fondo sus problemas familiares, nunca pensó que su mala relación con su padre le fuera tan evidente, mucho menos para el pelirrojo que vivía distraído en su propio mundo.

—… Abusó de ella —reveló entonces. Su estómago estaba revuelto y las náuseas le indicaban que, en cualquier momento, ya sea allí mismo o más tarde, vomitaría del asco—. Mi madre… ella… Todos estos años, James…

Él levantó una mano en un gesto para que se detuviera, ya no era necesario seguir.




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