—Mi señora, despierte —la voz apresurada de Anna junto al movimiento de las cortinas ser abiertas, hizo que Lilian se removiese bajo las colchas que su doncella no temió en quitarle—. Vamos, mi lady, debemos apresurarnos.
En lo que la doncella revisaba el armario en busca de un vestido adecuado, la duquesa se levantó con pereza para ir al lavado. Encontraba extraño que no fuese la Sra. Edith quien la levantase como lo había hecho cada día, en cambio, en el cuarto era Anna quien se movía de un lado a otro de manera nerviosa, como si algo hubiese sucedido por lo que reclamaban su presencia de inmediato, ¿acaso durmió demás? Sería normal debido a que la noche anterior estuvo un buen rato aprendiendo sobre las notas musicales y a leer una partitura, el duque no la había dejado retirarse hasta que ninguno aguantó más el sueño, por lo que suponía que había sido lógico el dormir demás.
Aunque estaba segura que la Sra. Edith no aprobaría su retraso mucho menos si se tratase de la Duquesa de Somerset…
—¿Q-qué p-pasó, A-Anna?
—Su familia acaba de llegar, mi lady —la joven abrió los ojos sintiendo que ya estaba despierta, dándose la vuelta de inmediato para que le ayudase a cambiar su camisón por el vestido—. Mi lord y la Sra. Edith los están recibiendo, y el Sr. Arthur nos está exigiendo rapidez para estar listos, no es bueno hacer esperar a los invitados.
Lilian estuvo de acuerdo, colaborando con alistarse al colocarse sus joyas habituales en lo que Anna comenzaba a cepillarle el cabello justo en el momento en que la puerta fue apenas tocada para dejar ver a un Arthur casi sin aliento. Ambas le vieron extrañadas por su comportamiento, hasta que el hombre empieza a señalar la cama.
—Mi lady, entre a la cama —le apresuró para el desconcierto de las mujeres. Lilian se levantó preguntando qué sucedía, sorprendiéndose cuando Arthur, del estrés, levantó un poco la voz— ¡Mi lady, por favor, que su padre está aquí!
“¡¿Mi padre?!” se paralizó al pensar en esas palabras que por un momento creyó haber oído mal, no obstante, ver que Anna reaccionó en buscar el camisón en lo que Arthur retiraba las colchas que la doncella arregló minutos atrás, es que se dio cuenta que estaba sucediendo de nuevo.
Su padre estaba en Bradley House, tal como hace años…
—Te la encargo, Anna —escuchó la voz lejana de Arthur antes de retirarse, y también oyó a su doncella, pero no podía entender lo que decía ni se daba cuenta de lo que pasaba a su alrededor, pues pronto estuvo recostaba en la cama vestida con su camisón, el cabello castaño desordenado y con una Anna mojando su frente en lo que le pedía que fingiera tener una enfermedad.
“Dios, esto no estaba planeado” se decía, pues si bien aceptó el plan que tanto su esposo como su hermano formaron, jamás pensaron que el marqués se aparecería por allí, pues el hombre no la estimaba por no decir que no existía ningún tipo de cariño de su parte “No quiero verlo, no quiero”…
—¿Mi señora? —Anna le miró preocupada al percatarse de los ojos llorosos de la duquesa— ¿Se siente bien?
—N-No t-te va-vayas —pidió con una voz quebradiza que le hizo recordar las marcas que habían quedado en las piernas de Lady Lilian.
El ungüento que el Dr. Sallow recetó le había hecho de maravillas a las heridas de la joven, pues con el pasar de los días, donde le ayudaba a colocárselo tanto en las mañanas como en las noches, curaron significativamente las pantorrillas de la duquesa, dejándole solo lo mínimo de cicatrices pese a que en un principio todo se veía horroroso. Anna estaba agradecida de que aquellas heridas no se infectaran, pues entonces de nada habría servido el ungüento y probablemente su señora ya no se encontrara con vida, después de todo, la fiebre se llevaba a las personas sin discriminar por su estatus social.
Saber que el dolor proporcionado en Lady Lilian vino de la mano de su padre le hizo tener un sabor amargo en el estómago. Anna tuvo una vida feliz antes de perder a sus progenitores y no podía entender como un hijo podía sufrir tanto por manos de las personas que más amor debían de otorgar pese a saber que existían muchas familias carentes de cariño como el de la duquesa, y eso le entristecía, pues su señora merecía toda la felicidad del mundo y no desgracias como por las que pasó.
Tomó asiento a un costado de la cama y sosteniendo con firmeza de su mano, le dijo que jamás la abandonaría, menos dejándola a merced de un ser tan cruel como aquel hombre. A Lilian le tembló la barbilla, agradeciendo tener un apoyo en ese momento, y siguiendo el consejo de la doncella le pidió que le ayudase a tener un semblante que pudiese engañar al marqués.
Mientras tanto, tanto Lord Andrew como la Sra. Edith se encontraban en la entrada para recibir a la familia Gallagher, ambos con la preocupación en sus rostros, aunque si bien uno fingía que se trataba sobre la supuesta mala salud de su señora, el otro lo estaba por no saber cuánto tiempo tendrían hospedado al Marqués de Bristol. Su llegada les tomó de sorpresa, por lo que en cuanto se dio cuenta de la presencia del hombre, que se asomó para mirar la fachada de la mansión, Andrew le ordenó a Arthur que diera por avisado a su Lilian, pues el juego había comenzado y nada podía salir mal, ya que de eso dependía que el hombre dejase por más tiempo a la marquesa o si se la llevaba consigo, lo que esperaba no ser así, pues tanto Andrew como Eric habían acordado que sería un viaje solo de ida para Lady Gallagher, a menos que el heredero al marquesado tome su lugar más pronto que tarde.
#482 en Otros
#91 en Novela histórica
#1428 en Novela romántica
amor dulce, opresion paterna, aristocracia nobles y caballeros
Editado: 22.03.2025