Las horas de la mañana iban pasando en aburrimiento para Eric, que seguía a Andrew a caballo a todos lados donde debía de ir. Al parecer, y aunque él sabía que un noble raramente visitaba a los arrendatarios por su cuenta, el duque había requerido darles una muestra de su intimidante apariencia para que la familia dejase de hacer la vista gorda y pagase la deuda. Eric tuvo que reprimir la risa al ver al padre de familia y a la mujer, ambos pasado de los cincuenta, espantarse tanto que ella debía de abanicarse para evitar el desmayo y él bajaba la mirada tratando de no dar una plegaria. Era gracioso, aunque evidentemente para su amigo era todo lo contrario.
Andrew no demoró. Dio las indicaciones claras: o pagaban o se retiraban de su propiedad, pues ya no podía permitirse ser tan benevolente cuando debía de mantener a su esposa, además de darse a respetar con respecto a su posición y no dejar que otros se aprovechasen de su buena voluntad. Eric se enorgulleció de ello, dándole palmadas a la espalda a modo de felicitaciones en cuanto el duque volvió a montar a Noche.
—Hiciste bien, Andrew.
Prefirió no contestar a ello, sujetando de las correas de Noche para comenzar a alejarse de aquel lugar sin mirar atrás, aun con el recuerdo de las miradas asqueadas de las gemelas, ambas a punto de quedarse solteronas, y el espanto en los padres al pensar en que venía por una de sus hijas.
Recordó no mostrar su mala educación en cuanto la mujer trató de insinuar que era mal momento para llegar en busca de una propuesta que tuvo que interrumpir aclarando que solo venía a hablar de la deuda con respecto a su casa, jugueteando intencionalmente con el anillo en su dedo de una manera que dejaba ver que ya se encontraba casado. Tanto el padre como la madre, aunque le vieron con una mueca mal disimulada, enrojecieron por el comentario, sudando frío al escuchar que solo tenían un mes para pagar la deuda.
No podía creer el descaro de esa gente.
Dejó escapar la pesadez de aquellas miradas en una exhalación que le sentó de maravilla, sonriendo al visualizar las calles transitadas del pueblo. Había pensado en pasar allí en busca de algún regalo para su esposa, pues sentía que esta vez, con el progreso que estaban teniendo, ella no le rechazaría.
Dejaron a cargo los caballos en un lugar que acostumbraba a cuidarlos en lo que sus dueños hacían sus trámites, y recorrieron a pie por fuera de las tiendas pese al agotamiento físico de Eric.
—¿Sucede algo? —preguntó al verlo decaído.
—No sé cómo acercarme a Lilian —respondió Eric observando las vitrinas de cada tienda sin realmente sentir interés por esas cosas— ¿Debería darle su espacio o ir y exigir como su hermano mayor que debe de escucharme?
Andrew lo pensó.
Era cierto que darle su espacio estaría bien, pues esperaba no presenciar otra crisis de pánico si es que Eric le recordaba el por qué tuvo que casarla, pero también sentía que Lilian debía de escucharlo, pues así ambos dejarían de lado esa carga que les pesaba el alma y ya no habría esa tensión como la que hubo durante el desayuno, donde la joven ignoró a su amigo lo más que pudo y donde Eric ya no sabía si comer e ignorarla o sentirse bien por su hermanita.
—Puedes disculparte con ella —opinó, oyendo un bufido de su parte que le indicaba que, aunque quisiera, la situación no estaba fácil—. Si quieres hablo con Lilian, pero no prometo nada. Apenas estamos teniendo confianza el uno al otro y no me gustaría echarlo a perder.
Eric sonrió levemente, ambos deteniéndose para continuar la charla donde él le prometió que no permitiría que eso sucediera por lo que podía quedarse tranquilo. Andrew se mostró satisfecho con la respuesta y, cuando estaba por retomar la marcha, sus ojos se toparon con un título en especial que se exhibía tras la vitrina de la única librería que conocía por el momento.
—Eso es. Es perfecto —se dijo para confusión de Eric, que con extrañeza veía al duque entrar a la tienda para pedir el libro que había visto.
—¿Otro más? —cuestionó con diversión luego de ver al vendedor ir a bodega en busca del título solicitado— Lilian tiene bastante, has acomodado una biblioteca para ella, Andrew, ¿no te parece demasiado?
—Nunca es demasiado para una persona como Lilian —respondió con simpleza, tratando de ignorar la mirada indiscreta de los demás clientes—. La biblioteca es un mundo para ella, y sé que le gustará recibir un obsequio en persona que pueda añadir a su colección. Tú más que nadie debería de saberlo, amigo mío, después de todo, le has regalado su primer libro.
Eric dejó de sonreír al recordar aquel detalle. Su hermana había cuidado y amado aquel libro de ficción medieval tanto como a un tesoro. Se lo había regalado en uno de esos veranos antes de regresar a Eton como un secreto de hermanos del que su padre no podría enterarse jamás. Hasta que lo hizo y aquel monstruo lo destrozó por completo. Nunca olvidaría el miedo en los ojos de Lilian cuando le contó que, por su culpa, su padre se había deshecho de aquel libro, era como si hubiese perdido una parte importante de sí misma. Y lo era, pues sin haberse dado cuenta, le había otorgado un refugio que su padre logró profanar.
—Creo que sé cómo podría perdonarme —susurró para sí mismo sin saber que Andrew, sonriendo, le había escuchado.
°°°
Poco antes del almuerzo, Lilian practicaba algunas palabras junto a Grace en los Lirios de la Duquesa, ambas olvidándose por completo de la compañía de las doncellas y de la marquesa que las veía enternecida por el gesto de la pequeña, quien utilizaba un método muy curioso con el que su hija lograba pronunciar correctamente.
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Editado: 18.01.2025