Lilian quedó completamente paralizada, en silencio absoluto, impresionada como siempre de la dulzura que había en el toque de él.
Andrew, su esposo, la estaba besando por primera vez.
Los labios masculinos se quedaron quietos por un largo rato posados sobre los suyos, ambos temblando de los nervios, y luego, aquellos mismos labios se movieron suavemente, arriba y abajo, a un lado y al otro. Él, sin atreverse a asustarla, no le tocaba en ningún otro sitio más que en su boca, y ella solo pudo quedarse allí, tan quieta y con sus manos aferrando su nuevo libro, sintiendo por primera vez la caricia de un gentil beso, y sólo entonces, parecía ser que para Andrew ya no era suficiente. Él quería más, por lo que, pese a su escasa experiencia, capturó su labio inferior entre los suyos, chupándolo suavemente que la joven no pudo evitar jadear de la sorpresa. Ella no lo sabía, no lo entendía, pero su cuerpo se sintió extraño en un sentido que no podía comprenderlo y que, aun así, no le disgustaba. Era una fuerza, una energía cálida que recorría desde el toque a su boca, pasando por sus brazos y pechos para llegar a sitios extraños que le confundieron y le aterraron, separándose de golpe con su corazón vuelto loco en latidos rápidos.
—Lo lamento, ¿te ha disgustado? —se atrevió a preguntar su esposo, que pese a mostrar un tono preocupado, la miraba totalmente embelesado.
—N-no… —su respiración estaba agitada, tanto que tuvo que relamerse los labios sintiendo más nervios cuando los ojos de Andrew se fijaron en su acción— Me g-gustó.
Él le sonrió con alegría, una que le hacía tener ganas de reír y de volver a besarla una y otra vez, pues estaba seguro que nunca se cansaría de hacerlo. Sus dedos estaban temblorosos cuando alzó la mano para acariciar la mejilla de su esposa, y ella… Oh, Dios, ella estaba preciosa. Sus labios se encontraban hinchados y rojizos, sus mejillas ruborizadas y sus ojos dilatados, que provocó que su corazón quisiera estallar de amor y de dicha al verse aceptado.
Ella le miraba a él. Sólo a él. Al Duque Monstruoso de Somerset.
—¿Puedo? —le susurró tan cerca que Lilian asintió por inercia, queriendo volver a sentir aquella dulzura, aquel calor, pero un maullido les hizo separarse otra vez para ver a su alrededor— ¿Lo has escuchado?
—Sí —se quedaron en silencio un momento para volver a oír el maullido, lo que significaba que no lo habían imaginado. Lilian observó la dirección por la que vino el sonido, encontrándose con que, bajo la sombra de un árbol cerca del lago, un gato gris los miraba con curiosidad. Lo señaló tras dejar su libro a un lado— ¡A-Allí!
Andrew siguió la vista de su esposa, reconociendo al gato. Lilian también lo hizo.
Se levantaron súbitamente asustando al pequeño animal que buscó refugio en el mismo árbol, escalando hasta la primera rama para ver con fiereza a la joven castaña que se le acercaba con una sonrisa tierna. Escuchó su voz, tan dulce y encantadora que el gato muy pronto la reconoció, además, era el mismo olor a flores que había sentido en la única persona que le había dado su calor por un corto tiempo. Era ella, sin duda era la misma quien le había llorado, hablado y dado su calor hace bastante tiempo, tanto que al ver que ella le extendía una mano, saltó a sus brazos sin pensarlo, moviendo la abundante cola y ronroneando al sentir su aroma. Lilian, con alegría, le sostuvo entre sus brazos susurrándole que no le harían daño y que le había extrañado.
Andrew, que se había quedado parado a un lado de las cosas, hizo memoria de aquel día en que vio por primera vez a su esposa, siendo hechizado por ella y por la ternura con la que trataba a otro ser. Ahora estaba allí, viendo aquel reencuentro porque sabía que aquel gato era el mismo de aquella vez, puesto que ningún felino era tan confianzudo como lo era este.
—Y-Yo lo conocía —le dijo Lilian cuando llegó a su lado acariciando el pelaje de animal, que ronroneaba de puro gusto hasta que le vio con una desconfianza que Andrew sintió que interrumpía esa interacción.
—¿Dónde? —se aventuró a preguntar pese a saber la respuesta, pues no deseaba que ella supiera que le había visto. Ese era su secreto, uno que podría causarle incomodidad luego de saber por qué ella se encontraba en el jardín ese día.
—En el f-funeral del d-duque A-Anthony —respondió ella con calma—. Estaba en el jardín. No volví a v-verlo después de eso.
—Bueno, me parece que aun te recuerda —intentó tocar al gato, pero este le enseñó los colmillos y supo que podría ser difícil caerle bien…
O tal vez, no tanto.
Solo fue cuestión de tiempo cuando, luego de degustar de lo que quedó de la comida y de que Andrew le leyese el primer capítulo del libro, el gato se dejó llevar por su curiosidad y se encaramó por sobre los hombros del duque para juguetear con la máscara. Lilian le agarró dando una disculpa, aunque el hombre no le dio importancia y aprovechó de hacerle cariño al felino que pronto se dejó, momento en el cual Andrew descubrió que se habían equivocado y todo este tiempo se trató de una gata. La joven se sorprendió, pero eso no quitó el hecho de sentirse encantada con ella, dejando que se acurrucara sobre su falda para dormir una siesta.
—¿Te gustaría cuidar de ella? —Lilian alzó los ojos a los de su esposo, que tenía el cabello un poco desordenado debido al beso, el viento y por los juegos de la minina.
—¿P-Puedo? ¿N-no te molesta?
#461 en Otros
#95 en Novela histórica
#1304 en Novela romántica
amor dulce, opresion paterna, aristocracia nobles y caballeros
Editado: 18.01.2025