Cerca del anochecer, Eric yacía en la entrada de Bradley House desde que el médico le comunicó que iría por otra dosis de medicina para Lady Lethood, esperando porque su carta escrita de manera precipitada —y por petición del duque— tenga la respuesta que todos esperaban.
Muy pronto un característico carruaje oscuro, ciertamente excéntrico y con toques góticos muy propios de una irrefutable familia inglesa, hizo aparición por los jardines de la propiedad hasta detenerse en la entrada. De allí, bajó con rapidez un joven pelirrojo que, al haberse ajustado su chaqueta, ayudó a descender a su hermana junto a una señorita de reluciente cabellera rubia, quien parecía necesitar más ayuda de lo normal, pues la señorita Allen le indicaba donde debía de ir para que no tropezase.
—Vinimos tan pronto recibimos la carta —dijo la señorita Casandra Collins, sosteniéndose con la ayuda de Hazel, en cuanto supo que el joven Gallagher se les había acercado— ¿Cómo está ella?
Eric miró a las jóvenes sabiendo que eran las mejores amigas de su hermana, y, aunque siempre se preguntaba como tres personas con gran diferencia de caracteres pudieran formar una amistad, muy apenas pudo darse el tiempo de pensar en ellas cuando la vida de su hermana corría en peligro, pues aún podía recordar el momento en que se desmayó del dolor intolerable que había padecido segundos antes de caer en la inconsciencia.
—No lo sabemos con exactitud —respondió Eric con pesar—. Me alegro de saber que pudieron llegar a tiempo.
Casandra comentó que no perdieron un minuto más y, como habían preparado sus maletas con antelación (a excepción del joven Allen), no tuvieron inconvenientes en viajar lo más pronto posible. A su lado, los hermanos Allen trataron de no hacer gesto alguno, pero con una mirada se dijeron que habían pensado lo mismo: ese “pudieron llegar a tiempo” no significaba algo bueno.
—Me disculpo si soy descortés, pero carezco de paciencia como para mantener una conversación sabiendo que mi amiga está al borde de la muerte —comentó la señorita Hazel, que con seriedad veía al Sr. Gallagher sin inmutarse porque este trataba de soportar su mirada con cierta incomodidad— ¿Será que podemos ir a visitarla de inmediato?
Eric les respondió que no había inconveniente y, en vista que el mayordomo estaba muy ocupado controlando que los lacayos llevasen las pertenencias de los invitados a sus respectivas habitaciones, les señaló que él mismo las llevaría con Lilian.
Dejando que las damas caminasen por delante, Eric y James anduvieron en silencio hasta que el pelirrojo, pensativo, decidió hablar:
—¿Por qué crees que haya sucedido? —preguntó en voz baja mientras Hazel le indicaba a la señorita Collins cuantos escalones había antes de la entrada.
—No tengo la menor idea.
—Andrew debe estar como loco —prosiguió James—. Ver a su amada en tal estado debe ser devastador.
—Es lo que menos entiendo. Él la cuida bastante —dijo Eric bastante preocupado—. La situación se nos fue de las manos, pero al menos atrapamos a los sospechosos. Andrew nos dirá qué es lo que sigue.
James asintió, viendo a su hermana ser lo suficientemente amable como para ayudar a trasladarse a la señorita Collins sin dejar de aparentar una frialdad que él sabía que no existía para sus amigas. Hazel detestaba a la sociedad tanto como él mismo o como todo Allen que se respete, pero si existían dos personas por la que sin duda su hermana se preocupaba eran sin duda alguna Lady Lethood y la señorita Collins.
—Es la segunda habitación a la izquierda —comentó Eric sin ánimo al ver que las damas caminaban apresuradas.
—Si no he contado mal, son veinte escalones los que vienen ahora —agregó Hazel que se dejaba sostener por su amiga.
—Querida amiga, estoy bien, no te preocupes por mí —refutó Casandra que mantenía una mano extendía para evitar chocar y mentalmente contaba los pasos que había dado.
“Una tartamuda, una bruja y una ciega, sin contarnos a Andrew ni a mí” pensó James dándole una mirada de reojo al castaño “Sin duda, Eric es el único que se salva de las raras personas que somos”.
Al llegar a la habitación, los invitados se encontraron con la devastadora imagen de Lilian en cama, inconsciente después de haber sufrido de dolor. A cada lado suyo, se encontraba el duque con la marquesa totalmente angustiados por no saber si la joven se recuperaría como sino.
Annette, quien no le daba la espalda a la entrada, se levantó entre lágrimas para recibir a la jóvenes.
—Fue envenenada —comentó tras saludarlas, a lo que Casandra se cubrió la boca para evitar dejar escapar un alarido de la impresión. A Hazel se le oscureció la mirada, sin apartarla de Lilian—. El doctor fue a preparar otra medicina para limpiar su estómago, debería estar de regreso muy pronto. Me alegra que pudiesen llegar, lamento que tenga que ser antes de tiempo.
—No se preocupe. Es más importante Lilian —dijo la señorita Allen.
—Hazel, vamos con ella —la pelirroja, que tuvo que volver a entrelazar el brazo con el de su amiga cuando se percató que la había soltado por lo fuerte de la situación, la llevó hasta quedar en el mismo lugar que antes había sido ocupado por la marquesa— ¿Cómo…? ¿cómo se ve nuestra Lily?
—… Pálida como un fantasma —respondió Hazel sintiéndose extraña al ver a su amiga recostada como un muerto sobre la cama—. Sin color en sus mejillas ni labios y sin señales de querer despertar de su profundo sueño…
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Editado: 18.01.2025