Un Caballero para Lilian

CAPÍTULO 20

Luego de recibir la noticia por parte de la señorita Allen, que su Lilian había reaccionado, se disculpa con James por dejar la conversación inconclusa, dirigiéndose rápidamente en dirección a la habitación de la duquesa, desesperado por verla, por si necesitaba algo, por saber si estaba bien, si algo le dolía, o si lo odiaba por no haberla cuidado como prometió.

Era, debido a circunstancias del pasado, bastante inseguro con respecto a lo que pensaban las personas que más amaba sobre él. Sus cicatrices, los comentarios de las personas, el rechazo de su padre, solo le hicieron tener un autoestima que no era alta precisamente, y que estaba trabajándolo cada día para lograr sanar. Sin embargo, de solo imaginar que la mujer que amaba podría volver a sentir desprecio por él debido a este accidente, lo destrozaba tanto como pensar que pudo haberla perdido por su descuido.

Al llegar, tomó un respiro para darse valor, para alejar los malos pensamientos que su mente insistía para atormentarle y así mostrarse un poco más seguro de sí mismo. Al lograr calmarse, abrió la puerta.

Dentro, se encontró con la agradable escena de notar a todos reunidos allí con gran alivio de ver a la joven con los ojos abiertos. Lady Annette le sonreía y le besaba la mano y mejillas con cariño; la señorita Collins tanteaba las mantas hasta que fue la misma Lilian que, con las pocas fuerzas que tenía reunidas, le tomó cariñosamente los dedos con su mano disponible; la señorita Allen, si bien no sonreía, se le veía más en paz que cuando llegó a la casa; Eric, a un costado y para su intriga, miraba con cierto desagrado a la señorita Hazel antes de verse más relajado con respecto a su hermana; y Rose ayudaba al médico con guardar sus implementos de trabajo en lo que Anna prestaba total atención a las indicaciones para la recuperación de la duquesa, tal como lo había hecho la ocasión en que el Dr. Sallow había venido por el asunto de las heridas de las pantorrillas.

—Oh, su excelencia —saludó el médico con una breve reverencia, pero Andrew solo tuvo ojos para su esposa, que apenas podía sonreír debido a su cansancio—. Le he dado las indicaciones a la doncella de Lady Lethood, estará bien si guarda el reposo que le indiqué y toma sus medicinas. Vendré con regularidad para observar su estado y darle el chequeo antes de otorgarle el alta, mi lord.

—Por supuesto. Le estoy muy agradecido por su servicio —respondió Andrew, que solo le interesó saber que ella estará bien pese a estar guardando reposo por unos días. Se despidió de él con un breve apretón de manos y fue Eric quien acompañó al médico a la salida.

—Andrew… —una voz ronca y agotada le hizo voltear la mirada nuevamente a la cama, donde Lilian le veía y volvía a llamarlo. Se acercó sin dudarlo, inclinándose para besarle la frente, la punta de su nariz y el dorso de su fina mano, bastante aliviado de volver a ver sus oscuros ojitos de cervatillo bien abiertos que no eran apartados de los suyos. Andrew sonrió temblorosamente, volviendo a besarle la frente con bastante cariño.

—¿Cómo te sientes, vida mía? —preguntó, ignorando que las demás mujeres prefirieron salir de la habitación para darles más privacidad, siendo Lady Annette quien tenía que calmar discretamente a las amigas de Lilian que se mostraban impresionadas por lo cariñosos que parecía ser el matrimonio, donde era Hazel quien le susurraba al oído a Casandra sobre la actitud del duque.

—A-Agotada… —de pronto se le miró confundida— ¿Es v-verdad? ¿Bebí… v-veneno? —el hombre, que supo que alguno de las personas que le acompañaban pudo haberle comentado algo a Lilian, bajó la mirada sintiendo la culpa por no haberse percatado a tiempo— El té era muy a-amargo… p-pero c-reí que era… normal. Yo…

—Con calma, querida —la tranquilizó con suavidad—. No ha sido culpa tuya. Nunca lo fue, Lilian —le acarició tiernamente el cabello castaño que se esparcía por sobre la almohada de forma rebelde, odiando verle la piel tan pálida como si fuese un fantasma, lo que le hacía retomar la respiración profunda para relajar sus propias emociones—. Te confesaré lo aterrado que estuve por perderte, querida… No sabría qué hacer si tú…, si ya no…, si ya no estás conmigo —la joven le detallaba con los ojos con una emoción que le hizo poner sus manos sobre su pecho, justo a la altura donde sus latidos eran tan fuertes que ella temía porque el hombre de máscara negra se diese cuenta, sin embargo, Andrew malinterpretó ese gesto, preocupándose todavía más por la salud de su esposa— ¿Qué sucede? ¿Te duele algo?

Lilian negó suavemente con la cabeza, volviendo a sonreírle muy apenas para tranquilizarlo justo en el momento en que un maullido les interrumpió el momento.

Andrew fue el primero en darse cuenta que la gata los miraba desde el exterior de la ventana de Lilian, maullando incansablemente para llamar la atención, casi como si estuviese ordenando a cualquier ser humano que le dejase pasar a la cálida habitación. Por lo que, alejándose de su esposa, se acercó al ventanal para abrirlo con sumo cuidado. La gata, con indignación por haberse visto olvidada, ingresa con una gracia que el duque sintió que debía de disculparse mientras que la duquesa solo le sonreía, viendo como la minina subía a su cama olfateando con desconfianza.

—Ven, a-amiguita —le pidió Lilian con dulzura. Ella, pese a no gustarle el olor a medicina, y sabiendo que algo extraño le sucedía a su humana, se acomodó a sus pies, ronroneando como si supiese que eso le gustaría a la joven. La duquesa se abstuvo de mostrar un gesto maleducado como encogerse de hombros, conforme con que al menos la minina no se apartó de su lado.




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