Un Caballero para Lilian

CAPÍTULO 22

—¡Oh! —La Sra. Edith, que como cada mañana ingresa al cuarto de la duquesa, se sorprende al verla despierta y sentada en la cama con mucho mejor aspecto, aunque confundida de ver que a su lado las mantas se mantenían intactas sin rastro de otra persona que pudo haber estado allí— No esperaba verla despierta, mi lady, debió de llamarnos apenas lo hizo ¿Se siente bien?

—Sí… ¿mi esposo… dónde está? —preguntó con una pronunciación que la ama de llaves aprobó con orgullo. Lilian acarició la colcha sin dejar de preguntarse si había sido una mala idea el pedirle al duque que se quedara junto a ella, puesto que no sabía si deseaba cuidarla como había dicho. O, tal vez, y sólo porque no quería crearse una idea errónea de Andrew, la incomodidad de dormir en otro lugar o en una mala postura le haya pasado la cuenta…

—Su excelencia… ¡Anna! —exclamó en cuanto un golpe les distrajo. La doncella se disculpó, agachándose para recoger el desastre que había provocado por su descuido al chocar con la mesita de su señora—. Esta jovencita… Si no eres capaz de cumplir tus obligaciones para con la duquesa, sugeriré un cambio de personal.

—No, Sra. Edith. No se preocupe, no volverá a pasar —volvió a disculparse la doncella, levantándose para terminar de preparar la medicina de Lady Lilian, que le decía a la ama de llaves que no se sentiría tan cómoda con otra doncella, por lo que la mujer solo se tragó sus palabras pues, por más que lo deseara, no podía contradecir los deseos de la duquesa.

—Como estaba diciendo antes de la interrupción —siguió comentando la ama de llaves—. Su excelencia se levantó muy temprano y, junto al Sr. Arthur, fue al pueblo por unos asuntos. Ahora mismo me solicitó reunir a todas las muchachas de la servidumbre en el salón, por lo tanto, ve allí en cuanto termines, Anna.

La doncella asintió, aun manteniendo una actitud que a Lilian se le hizo curiosa, pues jamás le había visto con esa torpeza que la distracción podría traer. Por lo tanto, en cuanto la Sra. Edith se disculpa con su señora retirándose para cumplir con la orden del duque, la joven no puede evitar volverse a su doncella para preguntar si le sucedía algo esa mañana.

Anna se sonrojó furiosamente al recordar la noche anterior. Si bien no esperaba nada después del regalo que el Sr. Arthur le otorgó, ni ningún otro beso, palabras halagadoras o un compromiso mayor, guardaría en sus recuerdos la noche en que, sin ningún remordimiento, se entregó en cuerpo y alma al hombre de quien está enamorada desde hacía años cuando pensaba que tan solo era un sueño y jamás le miraría ni una sola vez.

Sin embargo, sabía que no era un comportamiento aprobado por ninguna mujer que se respetase y, aunque muchas de sus compañeras no les importaba enredarse con algún mozo de cuadra pese a las habladurías que aquello podría causar, no podría soportar que Lady Lilian pudiera criticarla sin comprender que se había dejado llevar por el amor. No lo soportaría por el mismo hecho que la duquesa le caía lo suficientemente bien, y la quería, como para arruinarle la reputación por tener de compañía a una doncella que pudiese meterse con el primer hombre que pasara frente suyo.

—Sólo son esos días especiales del mes, mi lady —mintió. Era lo mejor, pues nadie debía saber lo suyo con el Sr. Arthur.

—Oh… puedes p-pedirle a Helga o A-Adele que te pre-prepare un té —aconsejó Lilian antes de tomarse la medicina a la que trató de no hacer mueca alguna—. E-eso te a-ayudará.

—Lo haré en un momento —dejó la bandeja nuevamente en la mesita tras darle el medicamento a su señora—. Lord Andrew ha hecho algo fantástico. La Sra. Edith todavía no lo sabe, pero pude alcanzar a escuchar que traerán a alguien para que nos tomen las medidas para mejorar nuestras vestimentas.

Lilian sonrió afable, con más cariño del que pretendía mostrar. Aun recordaba la promesa que su esposo le había hecho cuando tuvieron la conversación sobre las mejoras que debían hacer en Bradley House, empezando por reemplazar los viejos trapos de la servidumbre por ropa que fuese decente para la temporada helada. No pensó que los cumpliría a la mañana siguiente, por lo que se sintió más tranquila de saber el verdadero motivo por el que desapareció tan temprano.

—Anoche ha-hablamos de eso —comentó con calma, y al ver la canasta con sus tejidos junto a su tocador, sus mejillas se tiñeron en un rosa que le hacía ver más saludable que los días anteriores— ¿M-me acercas mi c-cesta, por f-favor? —Anna lo hizo y Lilian saca su tejido todavía no terminado— I-incluso yo estoy ha-haciendo esto… para ti.

Anna se mostró conmovida al ver la bonita bufanda blanca que su señora estaba tejiendo gracias a las clases que la Sra. Edith le había hecho. Apreció la delicadeza de los puntos y la calidad del material utilizado, y si bien aún no estaba terminado, sabía que adoraría modelar tal prenda que estaba siendo confeccionada especialmente para ella.

—Oh, mi señora —Lilian le correspondió el abrazo que Anna se atrevió a dar, sintiendo más seguridad consigo misma de saber que a su amiga le había encantado su regalo—. Es precioso, realmente es muy hermoso.

Lilian volvió a enrojecer.

—Es para a-agradecer tu am-amistad —dijo la duquesa haciendo más feliz a su doncella. Y Anna, que seguía emocionada, no recordaba cuando había vivido un día tan bueno como el que estaba teniendo.

Luego del desayuno, y cuando se le había avisado que la asistente de la modista seguía con su trabajo, Andrew le encargó la supervisión a la Sra. Edith puesto que Arthur le había comentado sobre la llegada del médico para su esposa. Y una vez llegar al dormitorio de la duquesa, se encontró con que el Dr. Sallow ya estaba chequeando a Lilian mientras la marquesa, en compañía de la Srita. Collins y la Srita. Allen, estaban expectantes, casi lanzándose encima del hombre debido a la impaciencia de tener que esperar a que alguien tan silencioso pudiera mencionar palabra alguna que no había dicho hasta el momento.




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