Un Caballero para Lilian

CAPÍTULO 26

Anna está embarazada. Ese fue el diagnóstico del médico.

Aunque tal estado debería ser motivo de celebración, surgió un grave problema: su preocupación constante por la duquesa a tal punto de pasar a ser estrés debido a la actual situación, provocó una amenaza de aborto que la condenó a estar en cama para poder recuperarse sin perder a la criatura. Lilian se sintió tan responsable por creer que le había dado suficientes tareas, o por ser una carga que fue difícil de soportar, que envió a alguien a acomodar una habitación en la planta de invitados para que la pareja pudiese dormir allí en lo que Anna mantenía reposo en mejores condiciones.

—No es necesario, mi lady —dijo Arthur quién había estado impaciente por saber el diagnóstico de su esposa—. Nuestro cuarto es pequeño, pero estará bien.

—Aun así, in-insisto —respondió Lilian en un tono amable—. S-Será hasta que m-mejore.

Viendo que Arthur volvería a replicar, Anna sostiene su mano para detener cualquier excusa que podría dar y sólo agradece la amabilidad de la duquesa. Una vez quedaron solos en la nueva habitación temporal que Lilian había dispuesto, Arthur volteó a mirar a su mujer, dándose cuenta que ahora ya no serían dos como había sido su plan, sino que otra personita había llegado con mucha anticipación para poner patas arriba su vida… y ahora peligraban el perderlo. La cubrió mejor con las mantas, de tal forma que sólo su cabeza era visible, y acomodó las almohadas para el reconforte de su esposa, que le veía con un cariño que era más evidente con el pasar de los días.

—Bueno, parece que mi plan de ser egoísta y tenerte solo para mí fue emboscado por esta criatura, ¿no es así? —Anna soltó una pequeña risita tímida— Mas le vale no hacerte sufrir o nacerá castigado.

—Si es que sobrevive…

—Lo hará —afirmó él con convicción—. Sólo fue algo desafortunado, pero lo logrará. Y tú también, ¿comprendes?, sé que la duquesa te ayudará para que estés bien y lo más tranquila posible, por ende, será mejor que le retribuyas su amabilidad con cuidarte.

—Entiendo, pero…

—Nada de “peros”, Anna —le interrumpió cuando sus miradas se encontraron—. Lady Lilian estará bien, yo me encargaré de eso, así que no te preocupes por ella y mejor hazlo por nuestro hijo. Te aseguro que esa será la mejor forma de agradecer el gesto que ella ha tenido por nosotros, sobre todo por ti.

—Soy su doncella, Arthur —dijo intentando hacerle ver que era su deber después de todo—, ¿quién se preocupará por ella además de mí? El duque no está y su ánimo ha empeorado tan abruptamente que ya es difícil hacerla reír, ni siquiera Grace o su gata pueden lograrlo. Y yo… —suspiró con frustración, cerrando los ojos para calmarse— Quiero una familia, quiero que nuestro hijo esté bien, pero en estos momentos todo es difícil. Hay algo que no me agrada de ese hombre y se suponía que yo no debía de separarme de la duquesa y ¿ahora debo estar día y noche en esta cama?

—Anna, calma —Arthur sobó los hombros de su esposa con la intención de que el pequeño masaje le ayudara a relajarse—. Primero, está la marquesa y ambos sabemos que Lady Gallagher es la persona que más la ama y ya está buscando actividades para levantarle el ánimo a su hija. Y, en segundo lugar, ahora mismo tú no tienes responsabilidades con ella más que en cuidarte para llevar a término el embarazo, y eso es algo que Lady Lilian estará de acuerdo conmigo, por algo te ha mantenido aquí con comodidades para que puedas mejorar. Por lo tanto, no quiero escuchar más excusas, ¿quedó claro? —Anna, que seguía frustrada porque nadie podría atender a la señora como ella lo hacía, no le quedó de otra más que asentir a las palabras de su esposo que parecía un regaño de su parte, y acarició su vientre sin asimilar todavía que realmente había una vida allí que dependía de ella. Arthur suspiró para quitarse del cuerpo ese pequeño enfado por tener una esposa tan terca— Dime, ¿en quién confías para que sea su doncella temporal?

—¿Es enserio?

—Sí, le darás tu misma las indicaciones de lo que ella deberá hacer para cuidar de la duquesa. Sólo debe ser alguien totalmente confiable, no podemos dejar ese puesto a cualquiera por muy temporal que sea —Anna respiró aliviada, pensando en alguien que podría reemplazarla hasta que un nombre apareció en su mente.

Al siguiente día, la Sra. Edith, que se había enterado sobre el asunto de Anna que le impediría trabajar por un tiempo, fue en busca de una nueva candidata que ya el mayordomo le había informado. Bajó las escaleras y se adentró a los pasillos que conducían a la cocina, que ahora parecía más iluminada luego de la pequeña renovación que Lord Andrew había mandado a hacer con la creación de un par de ventanas nuevas, y se encontró con que Helga preparaba el faisán mientras las tres muchachas nuevas a su cargo terminaban lo que restaba para el almuerzo.

—Adele, prepárate que desde hoy servirás a la duquesa —dijo sin demora alguna y directo al grano, como cada que indicaba una orden. Sin embargo, todas en la cocina dejaron sus ocupaciones al no entender la petición de la ama de llaves— ¿Qué les pasa, entrometidas? Sólo requiero de Adele, así que sigan trabajando.

—¿Por qué te llevas a mi mejor asistente? —preguntó Helga con cierto enojo en su voz.

—Anna no podrá trabajar por un tiempo y sólo confío en que Adele pueda reemplazarla mientras tanto. Será temporal, así que no te preocupes, además, te dejaré a cargo a otra chica para que pueda ayudarte —respondió antes de volver a ver a la tímida cocinera— Andando, Adele, la duquesa espera.




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