La tarde parecía ser más cálida con el pasar de los minutos… o tal vez horas, pues a los duques no parecía importarles el tiempo mientras pudiesen dar un paseo tranquilo por los alrededores de Bradley House. Lilian iba aferrada al brazo de su marido, comentando los diversos acontecimientos de los últimos meses en que él estuvo ausente: la muerte de Adele, el nacimiento de la hija de Anna y Arthur cuyo nombre era el mismo que la difunta asistente de cocina; la enfermedad de la Condesa de Pembroke que obligó a Casandra regresar a su casa siendo acompañada por la Marquesa de Bristol; la navidad que, gracias a la servidumbre, resultó ser acogedora pese a que le hizo falta su esposo; y así continuó hasta llegar al odioso —expresión literal que utilizó la duquesa, que no se molestó en ocultar su desagrado— asunto del señor Henry Basset, que, además, había abusado de una inocente niña que ahora mismo pasó a trabajar en la cocina bajo el cuidado de Helga.
—Aun no sé qué sucedió con él —comentó Lilian arrugando el entrecejo al sentirse desorientada por un momento. Recordaba lo últimos hechos antes de caer inconsciente, pero nunca supo si lograron atrapar a ese canalla—. Si no fuese por Hazel o Arthur…
—Cariño —la detuvo él con seriedad—, no te preocupes más por él. Está encerrado hasta el momento en que deba cumplir su condena, porque no le perdonaré que te quisiera atacar dos veces ni tampoco los crímenes anteriores ocurridos en mi familia.
—Arthur… ¿Arthur te comentó sobre el diario de tu madre? —preguntó con cuidado, porque si bien sabía de las evidencias que ella misma encontró en compañía del mayordomo y la ama de llaves, no estaba enterada de cómo prosiguió el asunto.
—Así es —reveló con asco de saber que compartía parentesco con un sujeto de su calaña—. Al parecer, su objetivo era que nunca existiese un posible heredero, porque así lo dejaría a él como poseedor de todo —hizo un gesto con su mano para indicar a su alrededor—. Ahora que me cuentas lo de Adele, que Dios la tenga en su gloria, es posible que haya sido él mismo quien usara veneno otra vez, aunque no comprendo qué tuvo que ver una joven que no tenía nada que ver más que servir a la familia Lethood.
—Es lo mismo que sospechamos con Arthur y la Sra. Edith —la duquesa suspiró con pesadez, aun sintiendo la tristeza de que una inocente fue victima del Sr. Basset—. Creemos que su objetivo bien pude haber sido yo o quizás Hazel. Ese hombre la detestaba tanto o más que a mí; cuando logré que se largara, casi se atrevió a golpearla frente a mi persona —continuaron el paseo que habían detenido—. Esa noche, recuerdo que Hazel también probó un sorbo del té y tuvo que escupirlo para que no le hiciera efecto, sobre todo porque esta vez fue demasiada dosis de veneno, es por eso que Adele no resistió. Hazel tan sólo se enfermó por unos días.
—Un trágico final sin duda —murmuró apesadumbrado—. Es un gentil gesto el que Anna nombrara a su hija en honor a esa joven —Lilian le dio la razón con una leve sonrisa.
Andrew la escuchó todo el tiempo con especial atención: el que su esposa pudiese hablar tan bien, con más confianza, le hacía sentir bien dentro de todo lo que ella tuvo que pasar mientras él estuvo fuera en plena batalla. Por un momento, luego de saber por palabras de Arthur o la señorita Allen que su esposa pareció ganarle a su tartamudez para expresarse con una seguridad sin igual y darse su lugar en su propia casa, temió que ese hombre pudiese haber vuelto a quebrarla de una forma en que ella no se pudiese volver a recuperar, tal vez ni siquiera habría vuelto a hablar, pero aquí estaba su Lilian: más valiente y segura de sí misma que nunca, tanto que ahora daba largos discursos sin equivocarse en ninguna palabra que salía de su dulce boca.
Era una duquesa digna de admirar. Y él estaba encantado con verla de esa manera.
Cuando Lilian ya no deseó seguir en el mismo tema al saber que las cosas estaban por solucionarse, decidió cambiar de tema comentando las nuevas actividades a las que se dedicó durante la ausencia de su esposo, las cuales incluía el aprender sobre la administración y contabilidad en compañía de Arthur y la Sra. Edith. Andrew comprendió que era lo mejor, algo que debía de ser en caso de que surgieran estas situaciones —que esperaba que no volviese a suceder—, por lo que la felicitó por su desempeño y preocupación por su hogar, sabiendo que hay muchas mujeres que prefieren vivir en un mundo perfecto para no dedicarse a ese tipo de responsabilidades que sólo debía de realizar el marido o bien alguien contratado para ello. Aliviado de que su mujer no fuese una de esas damas, le regaló un beso en el dorso de su mano justo en el momento en que entraban a las caballerizas.
—… Él ya no volverá —comentó al ver el espacio vacío que una vez perteneció a su caballo negro de nombre Noche. La joven le dio su espacio, aunque tampoco asimilaba que ese hermoso corcel ya no volvería nunca más para acompañar a su esposo en sus paseos que daba por los campos ya sea por gusto o por trabajo— Fue horrible… su… —se señaló el pecho en un intento de explicar lo sucedido, pero las palabras yacían atoradas en su garganta— Fue un gran amigo. M-Mi padre me lo regaló antes del incendio y fue Noche quien me ayudó a recuperar parte de la esperanza que perdí ese día…
Lilian no dijo nada más que sólo acariciar su brazo, recordando el sueño en el que pensó que su Andrew podría nunca más volver. Allí también vio a Noche y como luchó con todas sus fuerzas antes de ser arrojado por culpa de la bola de cañón, lo que le quitó la vida en un instante. No podía borrar esa pesadilla ni tampoco quería preguntar si realmente fue así como perdió a su amigo, porque no quería revivir ese dolor por el que estaba pasando su esposo.
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Editado: 22.03.2025