—Te ves cansado…— Dijo la voz de una chica mientras Nicolás lanzaba un largo bostezo al aire. Estaba acomodando los libros en su lugar— ¿Adivino? Seguro que te atrasaste con tu manuscrito y te desvelaste ¿No?
La mujer estaba detrás del mostrador de aquella cafetería llamada Fuente de Lectura, de la que de hecho era dueña.
La cafetería era un local grande, con una zona donde había mesas individuales y cuadradas para cuatro personas, había una barra donde también podías sentarte, además de la cocina a simple vista, justo donde estaba la mujer. Tenía una famosa zona de libros donde la gente podía escoger el que más le guste para leer. El acabado era rustico, de tabique blanco con colores cálidos como rojo, amarillo y naranja en forma de hojas pintadas en las paredes.
Esas últimas habían sido idea del mismo Nicolás. Y él tuvo que pintarlas.
—Lo de siempre— Aseguro Nicolás, limpiando una lagrima que salió de su ojo debido al bostezo.
—No debería ser lo de siempre— Recrimino la chica levantando una ceja en su dirección— Benjamín de verdad te tiene paciencia…
—Y maña pero no lo voy a decir en voz alta cuando este él— Aseguro Nicolás, haciendo una mueca.
El chico vestía una camisa blanca y unos pantalones negros de vestir, además de un babero de color rojo con el nombre de la cafetería en el pecho.
La mujer esbozo una leve sonrisa.
Coleta Gómez era una mujer de treinta años, de tez olivácea, cabellos morenos quebrados, de ojos oscuros profundos, labios delgados y nariz respingada. De buenas proporciones, midiendo tan solo uno sesenta y cinco.
La mujer llevaba puesto un vestido negro largo y sus cabellos estaban amarados en una coleta alta. También llevaba el babero de la cafetería.
—Es su trabajo— Comento la mujer, entonces una chica se acercó a la barra para entregar un libro mientras pagaba la cuota establecida. La mujer la atendió con amabilidad— ¡Si, claro! ¡Te espero dentro de poco!
Nicolás no pudo evitar pensar que ella increíble atendiendo a la gente. Él no podría hacerlo.
— ¿Qué pasa? ¿Ya quieres trabajar en la barra?— Preguntó Coleta mirando al chico que se le había quedado viendo.
—No digas tonterías— Nicolás negó con la cabeza— Yo hago el café, eso es todo. Ah y acomodo los libros en su lugar.
— ¡Claro, claro!— Dijo la chica recargando su rostro en su mano mientras le sonreía.
—Ah, eso me recuerda— Nicolás término de acomodar los libros y se acercó a la barra— Benjamín me acaba de encasquetar a una chica.
— ¿Tu saliendo con una chica después de tanto?— La mujer parecía conmovida, tanto que fingió limpiar una lagrima de felicidad de su rostro— ¡Bendito sean Benjamín! Yo misma temí que no llegaría el día…
—Tierra a Coleta, regresa… Te hablan.
Un cliente le llamo para pagar la cuenta— ¡Gracias por su preferencia! ¡Espero verlo pronto!
— ¡Vuelva pronto!— Nicolás se despidió con una sonrisa para regresar a ver a Coleta con una mueca seria— Me refiero a que me metió a eso de tomar protegidos entre escritores en la editorial.
—Ya era hora…
— ¿Disculpa?— Nicolás le miro con una ceja levantada.
—Nada, nada, continua ¿Qué pasa con tu protegida? ¿Es linda? ¿Te gusta? ¿Temes que se convierta en una relación maestro-alumna de esas que están prohibidas? ¡No te preocupes, yo apoyo el amor a cualquier edad…!
—Ambos somos adultos, creo, pero ese no es el punto…
— ¡Pues debería! ¿Hace cuánto que no te enamoras? ¡Necesitas romance para ser escritor!
—No quiero escuchar eso de una mujer… Ah, olvídalo— Nicolás rasco su mejilla con nerviosismo al darse cuenta de la mirada feroz que la mujer le lanzaba. Daba tanto miedo como su propia mamá.
—La cosa es que eso solo me atrasará de mi objetivo… Publicar en físico.
— ¡Cierto! ¿Sabes cuándo tiempo he esperado tener un libro físico tuyo aquí? ¿Cómo voy a promocionar la tienda?— Coleta puso los brazos en jarra.
—Me alegra que me tangas mucha fe— Nicolás le sonrió pero luego negó con la cabeza— Pero nos estamos desviando un poco de lo importante ¿Qué crees tú que debería enseñarle?
—Yo no soy escritora, solo lectora— Coleta se encogió de hombros.
—Cierto, cierto pero no me dieron una guía tampoco— Nicolás se recargo en la barra— No quiero cagarla, digo, es la nueva generación y no quiero que me reclamen después por meterle ideas o hábitos ¿Sabes? Yo mismo soy un desastre como escritor.
—No pensé verte preocupado por eso— Coleta le miro con una leve sonrisa.
—Puede que parezca despreocupado pero si me importa, al final del día es mi trabajo y si ella me funa en internet, estaré perdido— Dijo el chico, mostrándose muy serio.
Coleta soltó una carcajada, antes de seguir hablando— Ya decía yo que no podía ser tan bueno…
— ¿Qué quieres decir?— Nicolás le miro con seriedad, poniendo los brazos en jarra.
—Creo que solo deberías decirle lo que a ti te costó mucho aprender— Sugirió Coleta mientras ponía los libros que acaban de entregarle sobre la barra.