Un café y la sonrisa de ella

Estúpidamente feliz

Sebastián y yo éramos tan diferentes y tan tal para cual a la vez, nuestros gustos musicales coincidían raras veces, mientras yo amaba leer, el disfrutaba de llenarse de grasa mientras arreglaba su motocicleta vieja, cuando yo tenía antojo de pastelillos el optaba por frituras con picante, cuando yo quería visitar algún museo, él quería ver películas sobre carreras y peleas. Pero nos supimos acoplar durante esos meses juntos, la única razón? El amor que nos teníamos, hubiera hecho lo que me pidiera con los ojos cerrados.

Conocí a su familia, eran todos encantadores y me adoraban tanto como yo a ellos, su hermana Lily de 17 años de edad, me consideraba su hermana mayor, era temible tanta perfección, tanto amor. Mis padres también lo adoraban, mi padre solía decirme.

-Ya puedo morir sin preocuparme quien te cuidara.

Un día en su departamento, sentí un escalofrió, me visualice sin él y ahí me di cuenta que

definitivamente podía vivir sin él, pero era algo que no quería hacer, así que aleje esos pensamientos turbios de mi mente. Nos encontrábamos en su sala redecorando, me miraba y lo miraba, era tan estúpidamente intenso y pasional, a pesar de ser tan diferentes me entendía a la perfección, sabía lo que pensaba sin decir una sola palabra y nadie se había conectado conmigo de esa manera, era tan afortunada y todo aquello era tan cursi.

-Zoe, mi amor, no crees que debes de donar algunas prendas de tu closet?

-Sal de ahí, no hay nada para ti en esas dos puertas.

Él mi miro pensativo y yo solo le devolví una sonrisa, no tenía idea de lo que podía estar pensando, y nunca le quise preguntar. Teníamos poco tiempo juntos, fueron unos escasos meses, pero nunca había sentido aquello por nada ni por nadie, era tan vergonzosamente dependiente de aquel hombre maravilloso.

-Nadie le hace tributo a tu belleza Zoe, soy tan afortunado. Dijo acercándose lentamente a mí.

-Lo dices de una manera tan extraña, hay algo en tu tono de voz que me asusta.

-No tienes por qué estar asustada mi amor, solo que a veces no encuentro las palabras para decirte lo que siento por ti.

-No siempre hace falta que me lo digas. Te amo Sebastián.

No sabía que era lo que lo atormentaba, quise cuestionarlo, pero preferí no ser de esas mujeres que son capaces de abrir el cerebro de su novio para ver que piensa. Sebastián era diferente, por lo tanto a mí me hacía diferente.

-Por favor se mi musa, haré algo que jamás hice, te dibujare. Dijo carcajeándose.

Mientras me tomaba de la mano para sentarme en una silla yo estaba riendo, como nunca.

-Dudo que puedas hacer una obra de arte.

Me senté para que ese hombre misterioso quien en su vida había dibujado, hiciera un retrato de su amada, y termino uniendo líneas que tenían forma de todo, menos la mía.

-Qué es esto? Le pregunte mientras observaba aquel dibujo que un niño de cuatro años pudo hacer mejor.

-Eres tú, eres mi visión, si entrecierras los ojos podrás ver algo. Lo hice y entre tantas líneas torcidas.

-Ese es un dibujo obsceno? Esta es tu manera de proponerme hacer el amor?

-De que hablas? ahí hay solo un lindo árbol, ves lo morbosa y ninfómana que eres?. Dijo mientras soltaba el dibujo para abrazarme fuerte y besarme con pasión.

–Eres mía, solo mía y no podrás alejarte de mí, te deseo tanto.

 

Él lograba derretirme con esas palabras, esa manera de decirlo mientras apretaba sus labios contra los míos, los besos cada vez eran más intensos, podía sentir que sus labios bajaban suavemente por mi cuello, mientras yo desabotonaba su camisa, sus manos se movían con desesperación recorriéndome hasta llegar a mis piernas, me tomo en sus brazos me llevo a su habitación. Ese hombre era único en su especie.

Es difícil imaginar que alguien pueda ser capaz de vivir sin eso, que sutilmente llaman pasión, eso que no se puede controlar a la que te haces adicto, yo nunca había vivido algo así, pero en verdad, aquella persona que nunca ha sentido pasión por alguien, ha estado muerto en vida.

Varios días después visite a mis padres.

-Hola papá.

-Hola lindura. Hasta que recordaste que tus viejos aún viven.

-Deja el sarcasmo, donde esta esa mujer que ronda por la casa diciéndote que comer?

-Salió con sus amigas, deberíamos aprovechar y llenarnos de colesterol, que te parece? como cuando eras niña.

-Iremos por una ensalada que te parece?. Le dije con la misma emoción con la que él me sugirió su idea.

Mi padre refunfuño pero termino aceptando. Llegamos a un restaurante de comida vegetariana.

-Como te va hija? Dijo algo nostálgico.

-Muy bien, todo va bien en el trabajo, Sebastián y yo estamos bien, creo.

-Cuando trabajaras para tu familia?

-Pa´ ya hemos tenido esta conversación demasiadas veces, lo hare, pero primero quiero saber lo buena que soy en lo que hago, que alguien más me evalué, si tú lo haces no notaras mis errores.

-Claro que te evaluó, por ejemplo, fue un error que me trajeras a este restaurante.

-Es tu salud!! Recuerda.

-No estoy enfermo!

-Antes de que lo estés.

-Sabes que siempre quise tener un hijo varón, que me siguiera en mis modismos de hombre, tú sabes, comer comida chatarra, y esas cosas. No te ofendas.

-No lo hago, es el sueño de todo hombre. Dije riéndome.

-En realidad tú eres un niño que se pinta las uñas.

-Hey!! Déjame tranquila que este carácter es por tu culpa.

-Pero tu manera de escupir y beber no son mi culpa.

-El sarcasmo y humor negro lo son? Dije riendo, me divierto tanto con mi padre, nuestras

conversaciones son únicas.

-Cómo le va a Sebastián? Le gusta trabajar en el hospital?

-Su vida es de trotamundos, así que no es la vida que llevaba pero aun así, ama estar en pediatría. Crees que este mal que aun sabiendo que dejó esa vida por mí, yo lo permita?



#33614 en Novela romántica

En el texto hay: perdida, decepción, ternura

Editado: 18.08.2022

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.