Un café y la sonrisa de ella

Miedo

Era imposible describir lo que sentía por él, pero de vez en cuando recordaba a Sebastián, Leonardo ya era indispensable para mí, pero no dejaba de preguntarme que sería de mi vida si Sebastián no hubiera tenido ese terrible accidente, cuando me ponía así sacaba una caja con recuerdos que tenia de él guardada bajo la cama, contenía cartas, dibujos, flores de papel que me hacía con ingenio, un día en mi habitación leí de nuevo la carta que me iba a entregar el día de la fiesta de compromiso, el día de su accidente.

Mi amada Zoe,

A unos días de lo que será el resto de nuestras vidas, quiero entregarte esta caja la cual representa lo que fue mi vida antes de ti, disfrute mucho recorriendo el mundo, ayudando personas, conociendo lugares, todo eso era una aventura, pensé que mi vocación era ser un trotamundos, pero paso lo inesperado, te conocí mi amor, me hiciste ver que mi vida no era esa, mi vida es cuidarte, protegerte, y sobretodo amarte…

Pude continuar leyendo, pero Leonardo entro a la habitación sin que me diera cuenta.

-Qué haces mi vida?

Inmediatamente trate de guardar todo de nuevo en su caja.

-Estaba organizando unas cosas.

-Que es esa caja? Nunca la había visto.

-Recuerdos. Dije simulando una sonrisa, no sabía qué pensaría, aun no era capaz de hablarle de mi pasado, de toda la tragedia y ni siquiera estaba segura de poder o querer hacerlo.

-Pasa algo? Qué recuerdos son, que te apresuras a guardar de nuevo?

Mantuve mi silencio unos segundos, pensé que si estaba dispuesta a amarlo, él tenía que estar dispuesto a amarme con mi pasado y todos los pedazos que quedaban de mí. Así que mientras él estaba junto a mí de pie, le tome de la mano y le indiqué que se sentara al borde de la cama mientras y permanecía hincada junto a esa caja de recuerdos.

-Hay algo que me gustaría compartir contigo.

Se puso nervioso en cuanto dije eso, tal vez pensaba que lo iba a dejar o algo parecido.

-No pongas esa cara, no es nada malo, solo quiero que conozcas una parte de mí que mantenía guardada.

-Es con respecto a esa caja?

-Sí.

Comencé a sacar todos mis recuerdos, sé que mi rostro se tornaba nostálgico, y esperaba que Leonardo lo entendiera. Le conté todo, lo maravilloso que era Sebastián, lo mucho que lo amaba y lo mucho que me amaba, las aventuras que pasábamos y conforme avanzaba mi historia hablando de él, comencé a sonreír, y hablar con más entusiasmo. Leonardo solo bajaba la mirada y después me veía a los ojos cada cierto minuto, supuse que lo estaba incomodando, hasta que le conté el final.

-Nos íbamos a casar, la noche de la fiesta de compromiso tuvo un terrible accidente y murió antes de que pudiera presentarse en la recepción. Al decir esto comenzaron a rodar mis lágrimas y él estaba en silencio inmóvil, parecía que le pesaba que amé a alguien antes que a él. Hasta que por fin hablo.

-Sufriste mucha verdad? Dijo mirándome a los ojos sosteniendo mi rostro para limpiarme las lágrimas.

-Como no tienes idea.

-Lo siento mucho mi amor.

-Tú no tienes la culpa, la culpa la tuvo aquel ebrio que se cruzó la luz roja.

Siguió mirándome con un rostro afligido, lo ame aún más por entender que a pesar de que mi pasado aun dolía, no interfería en lo que sentía por él.

-Eres feliz conmigo Zoe?

-Inmensamente feliz, tú me rescataste, me armaste de nuevo con tu amor, eso no hay modo de pagarlo.

En ese momento me estiro de los brazos para ponerme de pie y mientras el aún estaba sentado al borde de la cama, me abrazo por la cintura como si fuera un niño pequeño.

-Por favor Zoe, déjame hacerte feliz como él lo hizo alguna vez.

Note un nudo en su garganta, no entendía como le transmití mi dolor, pero lo que si entendí, es lo maravilloso que Leonardo era.

Para ese tiempo yo ya conocía a su familia y él a la mía, Leonardo tenía dos hermanos menores, Gustavo de 28 y Simon 20, todos decían que él no estaba planeado, pero lo hacían para molestarlo, sus padres eran como los míos, el señor Adelmo un hombre encantador y muy amable, siempre lo encontraba pensativo en el jardín o leyendo, Leonardo me decía que si a veces lo observaba así era porque había tenido algunos problemas antes y la señora Mirta, amante de la repostería, debí subir algunos kilos con todos los pastelillos que preparaba, se amaban se apoyaban entre ellos, me daba gusto que ambos tuviéramos el ejemplo de la vida de pareja y como se sobrellevan los problemas.

Sin pensarlo planeamos un viaje relámpago a una playa paradisiaca, solo él y yo. Mientras él descansaba en un camastro yo me paseaba en biquini por toda la playa, hasta que llegue a él.

-Crees que sea prudente que andes por ahí sola luciendo solo eso?

-Que tiene de malo? La mayoría de la gente anda semidesnuda y ni siquiera los observas.

-Eso es porque nadie se ve como tú, ven aquí conmigo.

Me acosté junto a él mientras ordenaba más bebidas. Y cuando el mesero se fue comenzó a besarme dando un pequeño espectáculo a los demás turistas.

-Tienes idea de lo que provocas en mí solo con poder sentir tu piel bronceada?

-Crees que debamos ir a la habitación un momento?

Sin dudarlo se levantó abruptamente y me tomo en sus brazos. Me llevo cargada por todo el lobby del hotel hasta llegar al ascensor, una vez cerradas las puertas mis pies tocaron el suelo para poder tocarme y besarme al mismo tiempo, por fortuna nadie llamo al ascensor en ese momento, de lo contrario nuestro espectáculo hubiera trascendido por todos esos días.

Llegamos a la habitación y comenzamos a amarnos como solo nosotros sabíamos disfrutarlo. Ese día nos perdimos el atardecer pero no importo, de igual manera no fue una tarde desperdiciada.

Esa misma noche teníamos una reservación para cenar a la orilla del mar, todo era delicioso, desde la comida, hasta la brisa combinada con su aroma. No me quitaba la mirada de encima y yo más deseada no me podía sentir, era como un lobo al acecho, me excitaba tanto solo con su mirada.



#33614 en Novela romántica

En el texto hay: perdida, decepción, ternura

Editado: 18.08.2022

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