Francisco era un adolescente que cursaba cuarto año de bachillerato, le encantaban los deportes y socializar con sus amigos, era muy conocido en el liceo por ser travieso y socarrón; entre sus hobbies, se encontraba la burla hacia los más tímidos y tranquilos del salón, tenía una especial predilección por molestar a Sofía y a Marcos, estudiantes reservados de su clase.
Sofía a diferencia de Francisco, o "Franco" como era conocido, pertenecía al cuadro de honor, debido a sus excelentes notas y seriedad. Compartía una gran fascinación por los videojuegos y la cultura japonesa con Marcos, éste tenía el sueño de ser mangaka y tenía un promedio regular, por su indiferencia a las clases. Era apático al liceo y a sus compañeros de clase, sólo conversaba con Sofi y sus amistades del internet.
Normalmente ignoraban las burlas recibidas por Francisco y el resto de sus compañeros, pero llegó el día de los inocentes y Francisco planeó su travesura con tiempo, se dedicó a recolectar asquerosos piojos de su primita, que se había visto infectada en la guardería hace poco y las guardó en un envase transparente de acetato; se carcajeaba, sólo de pensar en por fin arrancarles una lágrima a sus insensibles compañeros.
Había transcurrido mucho tiempo desde que llegaba a tiempo al colegio, siempre era de los últimos en entrar y emocionado les contó a sus amigos de lo que trataría, se organizaron en la formación del patio del colegio donde se reunían columnas de chicos y chicas según su clase, estructurándose detrás de los absortos Sofía y Marcos, mientras todos entonaban el himno nacional llevaron a cabo el terrible crimen que los marcaría de por vida.
En hojas de papel agregaron los negruzcos insectos para así soplarlos hacia el cabello y camisa beige de sus compañeros, guardaron las evidencias del crimen y esperaron un rato a que los piojos se enredasen, perdiéndose en la larga cabellera rizada de Sofía, y sin olvidar, a Marcos con su corte en forma de hongo, a la altura de la sien, con un flequillo totalmente recto y corto, con laterales rapados.
Siendo su sedosa y brillante cabellera negra, la adoración de Marcos y con esmero cuidaba su cabello para llevarlo como era en la moda asiática, se había convertido en un rasgo distintivo en él y había mejorado su autoestima por los halagos recibidos. Pero ahora, su sedoso cabello servía de liana a los malhechores que subían por él.
Algunas carcajadas sonaron detrás de los apáticos jóvenes sin saber que eran el motivo de la juerga, una extrañada Sofía se llevó la mano a la cabeza y se rascó para luego peinar su cabello desenredándolo, fue ahí donde comenzó la algarabía y Francisco gritó:
–¡Alto ahí piojosa! ¡Me contaminarás con tus piojos cochina!
–Sólo ignóralos Sofía. Llaman la atención que no le dan en su casa– intentó tranquilizarla Marcos.
_ ¡Cuidado, tienen piojos!– gritaron los amigos de Francisco y compañeros del dúo agraviado.
"–Sí miren sus camisas".
"–Que asco".
Se escuchaban murmullos de las otras clases que les rodeaban, algunos se acercaban para ver el producto del jaleo.
–Por algo dicen que los otakus no se bañan– comentó Mayra, compañera de clases del grupo.
Sofía explotó en lágrimas mientras Marcos sacudía su camisa, los profesores se acercaban a ver el bullicio que había en el patio, molestos se llevaron a ambos adolescentes a la dirección riñéndolos en el camino, mientras los rumores y crueles palabras se alzaban de los grupos estudiantiles; sólo Francisco y sus amigos se carcajeaban manteniendo el secreto de sus fechorías.
En la dirección fue peor, ambos fueron castigados y suspendidos una semana para ser limpiados, para no generar una epidemia parasitaria en la institución.
El director los sermoneó por tener piojos siendo tan mayores, llamó a sus representantes para que los buscasen, ni siquiera les permitió sentarse en la oficina, para que "no contaminasen el lugar”.
Con sus padres les fue peor, a Sofía le echaron cuanto mejunje recomendaron los vecinos y hasta una rociada con baygon, la cual le complicó el asma y terminó hospitalizada, porque sus vías respiratorias se cerraron con la inhalación del tóxico gas, un traqueotomía a tiempo fue lo que la salvó de la muerte, allí le cortaron el cabello hasta los hombros, y le limpiaron el cabello de los insectos que comenzaban a infestarle la cabeza.
En cambio, el pobre Marcos, fue golpeado por su padre, le mandó a afeitar la cabeza hasta dejarlo calvo y rompió todos los afiches que decoraban su habitación; como castigo, le quitó sus consolas y videojuegos, prohibiéndole seguir viendo contenido que sus vecinos le decían que era incluso satánico. Por lo que, para ellos, los piojos habían sido un castigo de Dios por sus gustos tan extravagantes.