Un chico de otro mundo.

?Capítulo uno?


YUE.
 

No era inverino. Era verano, pero por alguna extraña razón el cielo de esta ciudad había amanecido de color gris, el ambiente olía a humedad, las temperaturas eran tan bajas que el frío  lastimaba la piel  y  en el aire había cierto olor a tristeza, en pocas palabras amenazaba con llover en cualquier momento, según la rubia que da el  clima en el canal 6 iba a ser un día parcialmente soleado pero el pronóstico del tiempo se había equivocado una vez más, el mundo adora llevarle la contraria a todos.

No obstante, como dicen por allí; al mal tiempo hay quedarle buena cara. Por eso no deje que la falta de sol me afectará en mi alegría mañanera.

Además hoy es el mejor día de todos, hoy es viernes, mi día favorito de la semana, pese a que las personas piensen que es mi día favorito porque inicia mi vagancia se equivocan. Los viernes no son mi día preferido por el hecho de que no tengo clases, menos  porque mañana no hay clase y tampoco porque viernes pasan esos  maratones de pelis de terror bien chulas en los canales. Los viernes son mis favoritos porque mi tradición predilecta no-navideña  comenzara en menos de lo que canta un gallo. 

Las chicas y yo tenemos una regla casi sagrada; de viernes a domingo son noche de chicas, es decir que siempre nos reunimos en la casa de alguna para jugar cartas, tomar algunos tragos y hablar pestes de los hombres o de las brujas que llamamos compañeras de trabajo.  Si alguna falta, pobre desgraciada, ella la próxima reunión le tocará pagar  la cuenta de todo lo que hagamos.

Desde que mi primer novio me dejo por mi prima, la bizca de María, hace como un año atrás, más o menos, tenemos este ritual. Al principio era una forma de hacer que no hiciera unas cuantas  locuras  al estilo Pink en su famoso video musical; So What,  gracias a que según ellas yo estaba padeciendo una crisis existencial por culpa de mi corazón y ego rotos, pero ahora, en lugar de ser un método para mantenerme cuerda, es como un desquite, o un reinicio, necesario  para olvidarnos de los malos ratos que estemos pasando, no importa si solo estamos dos en la ciudad, siempre nos juntamos en la casa de alguna y sin importar con quien salgamos, o a que nos dediquemos, o si los maestros se han puesto pesados; las amigas van primero. O como a Amanda le gusta decir; Girl before penis.

En esta ocasión, nuestro ritual volvía a sus orígenes oscuros porque a mi buena amiga Eleonor, llevaba días desanimada porque su novio le había dejado por mensaje de texto y la pobre no quería salir de su cama y menos bajarle el volumen a las canciones de Taylor Swift, por eso escuadrón; Amanda, Mónica y yo, como buenas amigas que éramos, no la dejaríamos lamentarse por un imbécil musculoso  con la cara llena de granos, habíamos planeado un fin de semana capaz de hacer que Eleonor dejará de llorar por el piojo de Louis. Eso estaba certificado.

Ya tenía casi lista mi mochila, solo faltaban unas pequeñas cosas y que mi amiga Amanda tocará el timbre del departamento para que ambas nos fuéramos juntas en el metro, ya que no nos gustaba meternos en ese lugar solas, y menos después de que ese  asaltante casi me dejara en calzones.

Nuestro punto de encuentro siempre  había sido  mi casa, gracias a con suma frecuencia estoy sola en casa por las ocupaciones de mis padres; mi madre es  médico cirujano  y mi padre es un astronauta que se encuentra viviendo actualmente en un transbordador espacial, a pesar de lo duro que es no ver a tus padres seguido, ellos hacen lo mejor que pueden para evitar que me sienta sola, además ambos son felices con sus ocupaciones y sería muy egoísta de mi parte quitarles esa felicidad pidiéndoles que pasaran más tiempo conmigo cuando a veces ni dormir podían. Sin contar que  gracias al hecho de estar sin vigilancia podemos hacer un poco de desastre en  nuestras noches de chicas sin ningún tipo de problema.

Sin embargo, en último momento habíamos quedado en vernos en casa de Ele, porque Renata, la mamá de la despechada, nos había llamado a todas para decirnos  que su hija no quería salir de la cama ni para bañarse, la pobre  preferiría no comer que parar de llorar.

« Juro por los huesos de mi perrito que cuando vea a ese imbécil pasando por el puente, por las costas o cruzando la calle, sin duda lo empujare, no me importa si parece accidente o no. Vengare el corazón de mi amiga. » Pienso con molestia mientras termino de meter los conjuntos que había escogido usar para ese fin, la mochila me iba a reventar por la ropa pero necesitaba meter todo  debido a que nuestra lista de actividades había un poco de todo, desde visitar las hermosas vistas de los edificios hasta irnos a ver una obra de teatro en el parque, y los jeans no siempre son la prenda de la salvación.

No podemos negar que  a todas nos dolió enterarnos que  Eleonor Monroe, una chica demasiado enérgica y sonriente se encontrara en ese estado de ánimo tan bajo por culpa de un imbécil que ni a un cinco en estándares de belleza pisaba. El jueves, cuando nos encontrábamos caminando  rumbo a la estación del metro cuestionándonos sobre cuál era la mejor manera de hacer que “Miss Rayito de sol” (Así la apodamos)  saliera de esa depresión que la carcomía, nuestra amada amiga Mónica, la mayor del grupo y por ende la más inteligente, había sugerido que era mejor cambiar el punto de encuentro, es decir que fin de semana lo pasaríamos con Eleonor  en su casa dándole nuestro apoyo y hablándole pestes de ese idiota. ¿Brillante idea, no?

Tomo mi memoria USB, pues allí se encuentran las películas que habíamos escogido para hacer nuestro maratón de cine nocturno, la guardo en mi bolsillo para no olvidarla o extraviarla, sin embargo miro a los alrededores  porque de alguna forma, tengo la sensación de que algo se me está olvidando,  aunque no puedo recordar bien que es,  cuando estoy a punto de cancelar mi búsqueda mi madre aparece en mi foco de visión levantando  en sus manos una  bolsa  grande de doritos y la botella de refresco de naranja, en su rostro hay una pequeña sonrisa.




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