Un chico de otro mundo.

Capitulo dos

Espero que las sillas, mesas y jarrones no tengan alguna organización que luche por sus derechos mueblísticos, porque de ser así, estoy metida en grandes problemas con la justicias gracias a que llevo rato cometiendo una infinidad de crímenes en donde se puede resaltar la violencia hacia los muebles y jarronescidos.

 

El  día era sin duda alguna perfecto, provocaba coger un lindo bikini e ir a nadar en las bellas y frías aguas de la costa puesto a que el sol que apenas estaba saliendo destacaba  gracias a que no había ni una sola nube gris en el cielo, el hermoso azul del firmamento  comenzaba destacar entre los tonos naranja, rosados, lavanda y lilas del amanecer, no estamos en la época del año en donde la ciudad está llena de humedad sino que lucía preparada para tener un gran día feliz pero yo no estaba feliz. Ni me acercaba a eso. Estaba sufriendo de una nueva etapa de luto descubierta; la agresividad innecesaria hacia todo lo que me rodea. 

 

— ¡Malditos cerdos de mierda! ¡Mentirosos hechos de excremento apestoso! —Me duele la garganta por el grito que he dado pero me interesa muy poco mi salud.  —No son los rusos ni los norcoreanos y mucho menos los latinos que tienen esta nación perdida. Son todos los putos gobernantes.

 

Tal vez suene como una locura pero si vas caminando por las calles siempre puedes escuchar  como más de una discusión se está   llevando acabo, si pasas por algún edificio residencial puedes apreciar un poco de todo desde gemidos hasta alguien negociando con otra persona sobre drogas o armas, pero muchas veces puedes oír peleas familiares o peleas contra el espejo. Creo que es algo normal, o eso es lo que siempre he notado cuando camino tranquilamente por allí. Asique,  supongo que en estos momentos una infinidad turistas que están paseando por la ciudad  me deben estar escuchando con una expresión alarmada en sus caras. A lo mejor ese visitante debe estar aterrado con solo oír mis gritos, insultos hacia los gobernantes y el ruido que producen  los muebles de la sala que están volando de un lugar a otro. De eso estoy segura y me importa un tremendo bledo.

 

La cara de la señora Robinson  y de mis amigas es de puro terror, las pobres habían venido a demostrar su apoyo imparcial en esta dura situación pero ninguna de ellas se esperaba encontrarse con una adolescente endemoniada que está rompiendo  las fotos  de mi padre y amenazando con entregarle a Irán la cabeza de Donald Trump. Nadie en su sano juicio haría lo que estoy haciendo, más cuando solo ha pasado creo que 18 horas desde que nos dieron la noticia de que mi padre le puso fin a su existencia. Pero, es que estoy realmente furiosa por si mi desquiciado comportamiento no lo ha demostrado.

 

Agradezco que mi progenitora no sea de esas madres agresivas y con buena puntería porque ya tendría en mi nalga, o en cualquier otra parte de mi anatomía, un lindo tatuaje con la forma, marca y talla de su zapato.

 

 En lugar de recurrir a la violencia, mi mamá, con su santa paciencia, me está sujetando de la cintura mientras me dice cosas bonitas para que me calme y no destruya su garrón francés. Sin embargo, las cosas no están saliendo para bien. Creo si en lugar de nuestra casa, ambas nos encontráramos en su lugar de trabajo sin duda alguna yo sería de esos pacientes agresivos a los que algún miembro del personal de seguridad le disparara con una pistola eléctrica o le ponen un sedante en el culo y ella estaría sugiriendo amarrarme a la camilla porque soy una amenaza para todo el personal, aun teniendo mi tamaño.

 

Pero a pesar de ser una desconocida en eso de la política, sé que para nadie es secreto que el gobierno estadounidense no solo es muy egoísta y controlador sino también suele ser muy precavido con las cosas que hacen porque le temen al aceptar sus errores. Como todos los políticos, los yanquis siempre ocultan las cosas para que la prensa o el resto del país, porque no quieren que el país explote. Y eso se aplicó en el caso de mi padre.

 

A pesar de que un miembro de ellos nos dijo que mi padre, el capitán del transbordador espacial Silver Ponny 50 Stars, Jonathan West había muerto de una forma confidencial. Ahora salían, los hijos de perra con sus culos frescos a decir en televisión mundial que las cosas que nos habían dicho ayer no eran la verdad, al principio me sentí demasiado feliz porque sentí  la esperanza de volver a ver a papá. N obstante  el otro mayor o general no sé qué no estaba allí en esa rueda de prensa hablando para darnos luz en nuestra oscuridad, no, aquel hombre estaba para difamarlo y hacer que todo lo negro se pusiera de un rojo intenso que solo significaba violencia de mi parte hacia el resto del  mundo.

 

West no estaba capacitado para tripular el fabuloso Silver Pony 50 Stars, por esa razón se unía al cementerio espacial de intentos fallidos de la humanidad de conquistar planetas, era la tercera  tragedia espacial que acontecía desde que estos proyectos se comenzaron a realizar.  Aquel viejo no lo había dicho eso de aquella forma que se sentía así. Según los expertos de su base, era posible, malditamente viable,  el hecho de que mi padre fuera el responsable de toda esta desgracia nacional (mundial o universal), estaba demasiado indignada por eso comentarios cuando muchos sabían que mi padre era lo más cercano a la perfección, demasiado bueno para ser real. No lo digo porque él sea el hombre que embarazo a mi mamá sino porque de verdad lo es; es guapo, simpático, demasiado pacifista, y muy soñador, y ni hablar de su inteligencia o de su sazón en la cocina, sin duda alguna es un partidazo.  Bueno, era, era un partidazo.  

 

Pero lo que ese señor dejaba entender en su discurso era que para varios miembros de la NASA, mi padre era un imbécil que había cometido un error en la navegación teniendo por efecto que la dirección del transbordador de no sé cuánto millones de dólares cambiara y se extraviara, y/o que colisionara en algún planeta cercano o lejano, y eso dificultaba la búsqueda de los cuerpos, sin contar que habían rechazado la posibilidad de que estuvieran vivos porque habían realizado incontables intentos con los telescopios y satélites para encontrarlos y no se encontró nada, lo que impedía enviar a un equipo de búsqueda porque era costoso y poco seguro, además las posibilidades de supervivencia en el espacio era muy pocas si se estudiaba las distintas variantes seria a una verdadera suerte haber tenido una muerte rápida.




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