Un cielo nocturno sin estrellas -Libro 2 Jeon Jungkook

Respiro

Había muchas cosas que no comprendía, como el hecho de que estaba tomando mi último semestre en un lugar completamente diferente a lo que había planeado. Formaba parte de una familia, donde no había lazos de sangre, y aun así era tan cálido.

Mientras volvíamos a casa de la abuela ese martes a mediodía, los chicos no paraban de hacer bromas, y planes para el fin de semana.

—Ya, chicos, es martes, ¿cómo vamos a salir a tomar en pleno martes? —cuestionó Andy sin apartar la vista del camino.

—Solo será un poquito, aprovechemos que tenemos este día libre —respondió Diego asombrándose entre los asientos para que Andy lo escuchara mejor.

—Sí, vamos, no tomaremos mucho —dijo Karen, quien había sido la de la idea.

—Ya los conozco, siempre dicen lo mismo, y al final, hacen de las suyas —dijo Andy estacionándose a mitad del camino, entre el camino a casa de Diana y el centro de Vallarta.

—No siempre termina mal. Las últimas dos veces tomamos muy poco —replicó Diego.

—Porque se te olvidó tu cartera, pero ganas no te faltaron por empeñar tu celular —respondió Andy causando que riéramos.

No pasó mucho rato, en que al final Karen y Diego nos convencieron de salir ese martes tan temprano en busca de un lugar donde vendieran alcohol. Aunque pasamos un par de horas cerca de la playa, ya que era muy temprano.

*

—¿Te la has pasado bien? —preguntó Karen mientras salíamos del bar, su humor era de contagiarse, pese a que estar bajo efectos del alcohol hacia todo lo contrario en mí la mayoría de las veces y al parecer esta no era la excepción, pues en un abrir y cerrar de ojos la tristeza comenzaba a invadirme sin previo aviso.

—Sí, es relajante en cierto modo dejar que el ambiente te aleje de cualquier pensamiento, y la compañía hace mejoras. Estar con todos ustedes es una experiencia muy agradable.

—Así empiezan las buenas amistades, aunque apenas tienes poco aquí. Nos agradas a todos, aunque si llegué a pensar que eras algo presumida o algo por el estilo, no lo tomes a mal, solo fueron unos días, pero conociéndote eres genial.

—Es bueno saberlo, he escuchado que muchas de las amistades empiezan con algo así y personalmente lo he vivido. Creo que en algún punto las personas sí dan esa aura o que sé yo.

Después de esperar a que pasaran por Karen, ya que sus padres se encontraban cerca, y que Diego y Lucy se fueran, Andy y yo volvimos a casa; es extraño llamar a ese lugar mi casa, o pensar en que son mi familia, no saco de mi mente el “que hubiera sido”, porque es inevitable pensar en el pasado con mi madre, en sí hubiese hecho algo para agradarle un poco más.

—No es momento de ponernos tristes, pasamos una tarde muy bonita —dijo Andy sacándome de esos pensamientos que empezaban a distorsionar la realidad en la que me encontraba —. ¿Quieres hablar de lo que pasa?

—Es solo que me acordé de mi mamá, nuestra relación no era buena, pero prefiero hablar de otra cosa, no quiero que esto se ponga triste —dije en un intento por sonreír, aunque me costó hacerlo.

—Bueno, me parece bien, pero si en algún momento lo quieres hablar, no dudes que puedes contar conmigo —tomó mi mano un instante y dio un suave apretón a modo de apoyo y me sonrió. Podía ver que era algo sincero, algo que causó felicidad, pues no es fácil contar con las personas.

Después de unos minutos en carretera y escuchando una música suave de fondo acompañándonos, llegamos a la casa. El reloj apenas marcaba las diez. Al bajar del auto, nos dirigimos a la playa a contemplar la luz de la luna, reflejada en el mar, siendo algo tranquilizador.

—Cuando hay muchas cosas rondando por mi mente, me gusta sentarme a la orilla y contemplar las olas, escuchar el sonido del viento —se sentó en la arena y yo hice lo mismo —. Algunas veces es solo despejarte, controlar tu mente y no al revés. Hablar con alguien de lo que pasa en tu vida no es sinónimo de debilidad. Aceptar las emociones no es malo, y ver la vida desde un lado negativo tampoco lo es, solo hay que aceptar que no siempre es así. No hay perfección, y no hay felicidad sin la tristeza.

—Me recuerdas a alguien —dije con melancolía, pues en gran medida, es como Jungkook trataba de que entendiera cómo funciona la vida —creo que su manera de ver la vida va de muchas perspectivas, en cuanto a personas como yo, podemos ver todo de manera gris, hay muchas emociones, pero las malas son las que nos dominan, cuesta mucho salir de ese mundo que nos hemos creado.

Dejé escapar un largo suspiro —sí, es complicado ver la felicidad en uno mismo, porque nos empeñamos en lo malo. Los enfoques que tenemos o los que nos han moldeado son exactamente esos, donde nos pintan algo perfecto cuando no lo es.

El tiempo se pasó rápido, se llegó la hora de ir a dormir, pero lo menos que tenía en ese momento era sueño. Saqué el teléfono que había mantenido escondido de mí, y lo encendí, después de casi dos meses.

El fondo de pantalla hizo que mi corazón doliera, y una pequeña lágrima escapara sin previo aviso. Pensar que ya no tenía nada, la estabilidad que sentía se había quedado en Londres esa tarde en que él se fue.

Deslicé mis dedos por la pantalla, donde se veía con claridad una foto nuestra, como si recordara la textura de su piel cuando acariciaba sus mejillas, o la calidez de sus brazos cuando dormíamos juntos, escuchando la lluvia de fondo. Como si de repente todo desapareciera y se formara ese recuerdo triste donde ya no había nada.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.