Un Contrato con el Diablo

Capítulo 2. "Día de Tormenta"

2 de noviembre de 1969.
9:00 AM.

Era un día nublado.

El sonido chirriante del reloj despertó a Simon quién lo apagó de un golpe.

Se sentó sobre su cama somnoliento y frotó sus ojos. Luego, levantó la mirada y se vió a sí mismo reflejado en el espejo que adornaba su habitación.

—Hoy será un buen día —se dijo con una leve sonrisa. Y era algo diferente para él, pues los días parecían ir lentos y aburridos últimamente.

Simon saldría ese día, así que fue al baño, mojó su rostro con agua para despejarse y se cambió de ropa.

Caminó hasta el marco de la puerta principal de la casa, luego, lo cruzó.

Simon se había ido.

11:00 AM.

Oliver despertó. Se dirigió a la cocina y abrió el refrigerador.
—Se acabó la leche... —dijo alargando las palabras mientras rebuscaba entre la comida.

—Lo sé... —contestó Sam algo irritado, al mismo tiempo que bajaba por las escaleras—, saldré por ella después, tal vez —cubrió su boca al bostezar.

—Ya que —dijo con algo de molestia—. El candado del cobertizo volvió a atorarse.

—Puedes decirle a Lean que lo abra —dijo Samson—, ya sabes, es bueno con esas cosas.

Diez minutos después, Lean bajó también.
«Ya debería haber llegado... ¡¿Dónde está?!» pensó. No sabía cuánto tiempo había transcurrido desde que se fue Simon, y eso le preocupaba... un poco.

12:00 PM.

Eran las doce de la tarde, había pasado ya una hora, y tanto Oliver como Samson seguían en espera de Simon, en el sillón de la sala.

—No debería tardar tanto —dijo Sam con un semblante pensativo —Voy a salir a buscarlo— frotó su rostro con preocupación y se levantó del sillón.

—Iré contigo —respondió Oliver.

Y en seguida, ambos salieron de la casa, subieron al auto de Samson y se marcharon. Mientras que, en la parte de arriba se encontraba Lean, sentado en el suelo del pasillo, mirando desde la barandilla; Había escuchado todo.

Luego de eso, el tiempo voló, media hora pasó, y ahora Lean caminaba por toda su habitación dando vueltas una y otra y otra vez.
«Él está bien... oh, vamos... ¡él está bien!». Intentaba convencerse, pues sabía que si Samson y Oliver llegaban sin Simon no podría significar nada bueno.

Las nubes se tornaron cada vez más oscuras y del cielo empezaron a brotar gotas de lluvia, pronto, una tormenta se formó.

Lean limpió la empañada ventana de su habitación con una de sus mangas y observó a través de ella con la esperanza de ver a los tres llegar.

De repente, un auto marrón se estacionó frente a la casa, era el auto de Sam, pero no logró ver quienes habían bajado de él.

Lean bajó las escaleras lo más rápido que pudo y les abrió la puerta.

Pero solo se encontró con dos chicos.

—¿Y Jonesy...? —preguntó tragando saliva.

Oliver y Samson se quedaron estáticos durante algunos segundos, sin decir una sola palabra.

—El chico de la tienda de música dijo que ni siquiera llegó a recoger su bajo... —habló por fin Oliver, con miedo en su mirar.

—Hay que seguir buscando, ¡no puede perderse de la nada! —exclamó Samson firmemente.

Y así sucedió: Llamaron a sus padres, a cualquier número de conocidos que tuviera Simon, pero nadie sabía dónde estaba.
Salieron a buscarlo de nuevo a la misma tienda que dijo que iría, pero nada.

Simon no estaba por ningún lugar.

Solo les quedó volver de nuevo a casa.

5:36 PM.

—No puede ser que no esté en ningún lado... —dijo Samson en voz baja, sin querer aceptar lo que ocurría.

—Tenemos que ir con la policía —propuso Oliver mientras intentaba calmar sus nervios.
Después de buscarlo por todos lados era lo más razonable.

Pero, esa idea no emocionó a Lean y un escalofrío recorrió por todo su cuerpo cuando escuchó eso.

Samson asintió, y sin perder el tiempo ambos tomaron sus abrigos dispuestos a salir, cuando...
—¡Esperen! —la voz de Leander los interrumpió.

Y ambos se giraron a ver al chico de cabello oscuro.
—Tal vez... deberíamos ir a buscarlo de nuevo nosotros —dijo, como un intento desesperado por no ir con la policía.
Temía que lo descubrieran.

—¡No podemos esperar más, Lean! —exclamó Oliver—, ¡tenemos que irnos ya!

(...)

Aunque la lluvia era fuerte, lograron llegar a la comisaría, pero había mucha gente ahí.

—¡Disculpe!, ¡disculpe! —gritó Oliver, pues había tanta gente hablando al mismo tiempo que no se podía ni escuchar. Era un desastre.

—¡¿Qué es lo que necesitan?! —uno de los policías alzó la voz desde el otro lado de la comisaría.

—¡Nuestro amigo se perdió, salió hoy por la mañana y no ha regresado! —exclamó Sam.

—¡Registren sus datos aquí... —dijo el policía mientras se acercaba a ellos y les entregaba una hoja —...y nosotros lo agregaremos a la lista!

—¿Lista...? —Samson titubeó— ¡¿Cuándo empezarán a buscarlo?!

—Dentro de... tal vez una semana.

—¡¿Qué?!, ¡¿por qué?! —expresó Oliver con gran confusión y molestia.

—¡Tenemos mucha gente aquí, todos ellos quieren denunciar personas desaparecidas y faltan oficiales!

—Maldita sea... ¡Tienen que hacer algo! —suplicó Samson casi con desespero.

—Lo siento, ¡no podemos!, no ahora.

—Diablos... —dijo Sam para sí mismo.

Después de eso, los tres salieron de la comisaría.
Impotentes...

Regresaron a casa, y tomaron asiento en la mesa del comedor.
Los tres permanecieron en silencio, juntos, pero al mismo tiempo separados por sus pensamientos:

Por un lado, Oliver, quien tenía muchas dudas en su cabeza.
—¿Por qué está sucediendo esto...? —negó con su cabeza—, ¿por qué? —dijo al borde de las lágrimas.

Por el otro, Sam intentaba encontrar alguna solución.
—Escucha, Oli —se acercó a él—, podemos ir con la policía de nuevo, podemos pegar carteles hasta que las paredes se llenen, ¡haremos lo que sea!, pero te prometo que lo encontraremos. —puso su mano en su hombro— Lo prometo.




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