Un Contrato con el Diablo

Capítulo 3. "Una Cruda Verdad"

—¡Espérame aquí, Oliver! —Samson salió del auto.

—¡¿Qué?!, ¡¿a dónde vas?! —salió del auto también— ¡Sam!, ¡espera!, ¡Samson!

—¡No me sigas, Oliver! —gritó caminando entre la intensidad de la fría lluvia.

(...)

Poco después Lean escuchó el crujir de la puerta principal y se acercó con rapidez.

—¿Qué sucede? ¿Olvidaron alg...? —pero antes de que pudiera terminar fue interrumpido por un puñetazo en la cara que lo hizo caer al suelo.

—Maldito hijo de... —Samson lo levantó de su suéter y lo puso contra la pared— ¡¿Dónde está?!

—¿Qué...?

—¡¿Dónde diablos está Simon?! —lo sacudió impaciente.

—¡No lo sé!, ¡¿por qué lo sabría?! —Lean respondió molesto, casi gritando.

Samson puso su mano en el cuello de Lean.

—Él me lo dijo... —susurró con rabia— ¡¿Qué es lo que fue a recoger?!

—Nada —musitó con dificultad.

—¡Dímelo!, ¡¿era droga, maldito drogadicto?!

Lean asintió.

—Lo sabía... —Samson apretó aún más el cuello de Lean, cegado por la ira.

Leander golpeaba y trataba de quitar su agarre con desespero, pero era inútil, Samson era más fuerte que él y mientras más apretaba su cuello, más se desvanecía, sus ojos se cerraban...

Fue en ese instante cuando Oliver entró por la puerta.

De inmediato, corrió y tiró de Samson para alejarlo de Lean —¡¿Qué te pasa?!, ¡suéltalo!

Samson lo hizo; Lean se desplomó en el suelo y recuperó el aire mientras tosía.

—¡Te dije que no me siguieras, Oliver!

—¡¿Qué mierda te pasa?!, ¡ibas a matarlo! —empujó a Sam con fuerza.

—¡Tú no lo entiendes, Oliver!, ¡él es el culpable de que Simon desapareciera!

—¿Qué? —dijo con incrédulo— ¡¿Pero de qué estás hablando?!

—Ayer por la noche, Simon me dijo que Leander le pidió ir a recoger un paquete... ¿y adivina que, Oliver?, ¡era droga!, ¡Simon ni siquiera lo sabía! —Samson apuntó a Lean—, ¡este bastardo se aprovechó de él, y es por eso que Jonesy ya no está!

En ese momento Oliver lo entendió todo, sus ojos se abrieron y su rostro se horrorizó al mismo tiempo que miraba a Lean, quien aún se encontraba en el suelo.

—...No... no puede... —su voz se quebró, no sabía que decir, las lágrimas bordaron sus ojos y con rabia se marchó a su habitación lo más rápido que pudo sin decir nada más.

Samson fue detrás de él, pero antes, le dedicó una última mirada de odio a Lean.

3 de noviembre de 1969.
11:00 AM.

Una vez más, Lean se encontraba en su habitación, estaba desconcertado y casi no había podido dormir, pues su mente era una tormenta de pensamientos que pesaban demasiado.

No quería salir de su habitación si eso significaba tener que ver el rostro de Oliver y Samson de nuevo. Pero su estómago rugía por el hambre y pronto tuvo que hacerlo.

Lean fue a la cocina y rebuscó entre los estantes.
Cuando de pronto, Oliver pasó detrás de él con hojas en sus manos.

«Yo... debería...» pensó. Pero por más que quisiera disculparse, sabía que las palabras no serían suficientes. Aun así, deseaba con todas sus fuerzas hacerlo; Cerró sus ojos mientras tomaba una respiración profunda, se armó de valor y se giró hacía él.

—Oliver... —dijo, pero éste, lo ignoró—. Oliver... yo no... quería... que esto sucediera. Lo siento mucho en verdad —dijo, pero silencio fue lo que recibió.

Oliver quien le daba la espalda negó con su cabeza. Luego, se giró también —Tus malditas disculpas valen una mierda para mí, Hodge —dijo, con dolor en su voz, y se fue sin mirar atrás.

Lean se quedó inmóvil y perplejo. Las palabras de Oliver lo habían atravesado como cuchillos.

Las cosas estaban hechas, Simon no estaba y él sabía que era su culpa, pero no podía retroceder el tiempo, y nadie podía ayudarlo a salir de su propia creación.
Con rapidez, caminó a su habitación conteniendo sus lágrimas, pero era inútil, no podía reprimir sus emociones por siempre, y tan pronto como cerró la puerta las lágrimas empezaron a recorrer su rostro sin poder detenerse.

Mientras tanto, Oliver salía de la casa. Sentía tanta rabia, pero a la vez tanto dolor y tristeza, se sentía traicionado.

—¡Oye...!

Oliver dió media vuelta, y se encontró al que lo llamaba, era Sam y venía detrás de él.
—¿...A dónde vas? —cuestionó Samson.

—¿A dónde crees qué voy? —levantó los carteles que sostenía.

—Te ayudaré, dame algunos —dijo y Oliver lo hizo. —Sería más rápido si fuéramos en el auto.

—No gracias, quiero caminar —respondió Oliver y Sam notó el enojo en su voz, así que decidió esperar un poco para decirle lo que tenía que decir.

Ambos caminaban por la acera y ponían carteles de vez en cuando, en un silencio que se sentía muy tenso. Hasta que Sam decidió romperlo.

—Oliver, tengo que decirte algo —hizo una pausa—, algo importante.

—¿Qué es, Sam? —Oliver dijo desganado mientras veía el suelo.

—Deberíamos entregar a Lean con la policía —paró en seco.

Oliver se detuvo por un momento sin saber que decir, lo miró impactando y luego siguió caminando.

—¿Qué es lo que te pasa, Oliver?

—¿Es enserio que me lo preguntas? —elevó un poco la voz.

—Sí, de verdad te lo pregunto, sabes lo que ocurrió y sé que estás molesto, ¿pero no haremos nada al respecto?

Oliver trataba de ignorarlo y apresuraba el paso.

—¡Lean es el que debe saber dónde está Simon, la policía lo hará confesar! —Sam iba detrás de él.

—¡Él no lo sabe! —paró el paso.

—¡¿Cómo estás tan seguro de eso?!

—Porque, por...

—¡Tenemos que entregarlo!

—No, no... podemos.

—¡¿Por qué no, Oliver?!, ¡¿por qué no?!

—¡No quiero perder a nadie más! —soltó por fin. Y ante eso, Samson se quedó quieto, sin poder entenderlo.

Oliver dió media vuelta y se dirigió a la calle, dispuesto a cruzar. Estaba tan inmerso en sus pensamientos que no vió al auto que venía por la calle al mismo tiempo.




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