Un Contrato con el Diablo

Capítulo 4. "Aturdido y Confundido"

Samson extendió su brazo y lo tomó de su abrigo y tiró de él antes de que pudiera cruzar la calle.

—¡Maldita sea, Oliver!, ¡casi te atropellan!, ¡¿lo sabes?! —lo miró impaciente en espera de una respuesta.

Y todas las personas alrededor se detuvieron a observar y a juzgar.
Oliver vió a todos lados, a todas esas personas…

—Oye... —dijo Sam, pero antes de que pudiera decir algo más Oliver se marchó apresuradamente— ¡Oliver!, ¡Agh, espera! —rodó los ojos cansado de la situación.

Ambos caminaron por la acera de esa calle hasta que llegaron a un pequeño callejón sin salida, por suerte para Sam, que ya no tendría que perseguirlo. Oliver, al darse cuenta de esto, se detuvo y lo encaró.
—¡Deja ya de seguirme! —dijo con una expresión de molestia.

Samson se quedó parado frente a él y ladeó la cabeza confundido.
Sabía bien que eso no era lo que realmente quería Oliver y sin previo aviso lo envolvió en un abrazo.

Oliver estaba sorprendido, pero tan pronto como eso sucedió escondió su cabeza en el hombro del contrario, aceptando.
-—Lo siento Sam... ¡no voy a entregarlo! —dijo mientras contenía un sollozo.

—Lo sé, Oliver... lo sé.

Ambos se abrazaron hasta que Oliver se calmó y se sentaron en una caja vieja que estaba por ahí.
Pasaron minutos sin que ninguno de los dos dijera una palabra. Solo pensaban: ¿Qué harían entonces?

—Deberíamos volver a casa —dijo Samson, y se levantó del lugar donde estaba sentado. Esperaba que Oliver hiciera lo mismo, pero el chico rubio se quedó ahí.

—Sam... —levantó su cabeza— ...¿Y si lo buscamos nosotros?

—¿Nosotros?, ¿buscarlo? —en su rostro había una mueca de entre sorpresa y confusión.

—Sí... nosotros.

—Oliver no podemos... es una locura, es imposible —dijo, y llevó una mano a su frente.

—No lo es, él está ahí en algún lugar y ¡la policía no hará nada!

—Dijeron que podrían buscarlo. Sí, tal vez tomará tiempo y lo oíste ¡hay muchas personas desaparecidas!

—¿Qué tal si no lo encuentran a tiempo, eh? —Oliver se levantó de su asiento— ¿Qué pasará entonces?, además... tu dijiste que lo buscaríamos —dejo el chico rubio en voz baja.

Sam volteó su cabeza hacia un costado y negó, pero sabía que Oliver tenía razón. Samson había hecho una promesa y no se perdonaría que no encontraran a Simon a tiempo.
Pero, ¿hasta qué punto podría llegar para proteger a Lean? La única razón para que él lo hiciera era Oliver.

—Está bien, Oli... Tú ganas. Vayamos y encontremos a Jonesy —dijo, mas sin embargo, algo muy dentro de él no estaba del todo convencido.

(...)

Todo estaba oscuro y el ambiente se sentía muy frío.
Incluso al abrir los ojos su visión estaba nublada y borrosa.
Parpadeó algunas veces buscando recuperar el enfoque.

—Hasta que por fin despiertas —una voz se escuchaba lejana, mientras se encontraba aturdido.

Frente a él había un hombre de tez blanca y ojos con heterocromia: uno azul, otro castaño.
—Sabes, tú no eres el chico que pensé que serías, pero funcionas igual.

Simon estaba en el suelo de una habitación, atado de sus manos y pies, y con una cinta en su boca que le impedía hablar. Lo rodeaban cuatro frías y rígidas paredes de concreto, además de un reloj sobre la puerta que marcaba siempre la misma hora.

No sabía qué hacer o qué pensar, su mente estaba en blanco. Pero tan pronto como recuperó la conciencia se alarmó y supo lo que sucedía, así que trató de quitar la atadura de sus manos con torpeza, más no tuvo éxito.

—Oh, no te preocupes por eso... no puedes salir de aquí —la voz de aquel hombre se escuchaba opaca.

Simon estaba confundido, no sabía cómo había llegado ahí o porqué él estaba ahí.

—¡Apuesto a qué quieres saber todo! —rió y después se puso de cuclillas —¡Me encanta esta parte!

(...)

Lean se encontraba sobre su habitación, mirando los autos pasar por su ventana.
Intentaba resolver sus pensamientos, pero era imposible.

Y detrás de su puerta se encontraban Oliver y Samson, a punto de tomar una decisión.

—Solo no le hagas daño, ¿sí?

—No lo haré, Oliver… —respondió Sam rodando los ojos a la vez que se cruzaba de brazos.

—Lean... —Oliver lo llamó mientras tocaba la puerta con su nudillo—, ¿podrías abrir?, queremos hablar, es todo.

Pronto, desde dentro de la habitación, Lean abrió la puerta con lentitud y observó a quienes se encontraban detrás.

—Escucha, Lean... nosotros... pensamos que...

—Necesitamos que nos digas todo lo que sabes —dijo Samson, sin rodeos.

Y ante eso Lean dió una profunda respiración y agachó la cabeza, pues se sentía demasiado abrumado por el enfrentamiento constante.

—Al menos deberías ayudarnos a remendar tú error, asume las consecuencias —insistió Sam.

Lean levantó su cabeza, indignado. Él asumió su error, sabía que era su culpa y se sentía tan mal por ello, ¿por qué ellos no podían verlo?
—Sí... —tragó su dolor y lo guardó— Les diré.

(...)

—Cuando llegamos al buzón te vimos a tí, pero no eras ese otro chico… —aquel hombre divagaba por el cuarto.

«¿Ese otro chico?... ¡¿Habla de...?!»

—...¿Cuál era su nombre...? —tronó sus dedos— ¡Ah, sí!, Leander. Se presentó así una vez.

Simon se quedó petrificado, ahora lo había entendido todo, había caído en su mentira y no podía creer que lo habían usado como carnada.

—No me digas que lo conoces —preguntó aquel hombre con una sonrisa burlona.

La respiración de Simon empezó a aumentar.
Estaba aterrado.

—¡Oh!, ¡valla! —exclamó y después rió como un desquiciado al saber todo con solo ver su rostro— Ese hijo de perra es más listo de lo que pensé... ¿no lo crees? —cuestionó— Tú amigo hizo un contrato conmigo que ya no se puede romper.
Ahora, tú eres de mi propiedad, —extendió sus brazos con emoción— ¡muchas personas pagarían millones y millones de libras por tí!, y yo, me hago millonario, así es como funciona.




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