4 de noviembre de 1969.
Los tres se habían decidido.
No podían quedarse sin hacer nada y creían que si no actuaban ahora, podría ser demasiado tarde después…
Buscarían a Simon.
Con la ayuda de Lean irían a los lugares de los hechos:
El primer lugar era donde comenzó todo… el gris y solitario callejón.
9:00 AM.
—Es aquí —dijo Lean con un semblante serio mientras bajaba del auto.
—Necesito que me expliques algo, Lean —Oliver puso sus manos en sus caderas mientras veía el lugar—, ese tipo que… —se detuvo— se llevó a Jonesy, ¿Cuál era tú relación con él?
—Vendedor, y solo eso.
—¿Sabías su nombre? —de pronto preguntó Sam.
—Nunca lo dijo, no —miró el suelo como si buscara pistas.
—Pero no le dijiste el tuyo, ¿o sí?—lo miró fulminante.
—Ah… —Lean titubeó, pues sí que se lo había dicho.
—Esto debe ser una broma —Sam resopló con desdén sin ocultar su molestia.
—Ahh... ¿qué se supone qué estamos buscando aquí? —cuestionó Oliver a ambos, para romper la tensión.
Pero, Lean ignoró la pregunta, porque a lo lejos vió algo que le llamó la atención, algo familiar. En la esquina de ese mismo callejón habían dos hombres con ropa vieja y descuidada, hablando entre ellos.
—No lo sé, tú fuiste el de la idea, Oliver —Sam respondió cortante y luego se cruzó de brazos.
Ante eso, Oliver lo miró algo indignado.
«Lo sé, pero no me hables así» pensó.
A veces olvidaba que las cosas no eran como antes, y… quería tanto que lo fueran.
Oliver, Samson y Lean se fueron de ese lugar. No habían encontrado nada… No había rastro de Jonesy y eso fue desesperanzador.
Pero aún tenían otro lugar al cual ir.
El buzón.
10:30 AM.
—Ese de ahí debe ser —apuntó Oliver con su dedo índice. Ahora, los tres se encontraban dentro del auto, solo observando aquel lugar.
El buzón se encontraba al lado de la calle, a plena vista, y detrás de él estaba el bosque. En ese lugar el ambiente dejaba de ser bonito y se tornaba sombrío.
—Bien, entonces vamos —Sam abrió la puerta del auto a punto de salir.
—Espera, no hay que acercarnos —dijo el de cabello oscuro desde los asientos traseros del auto.
—¡¿Entonces para qué vinimos?!
—Espera Sam, Lean tiene razón, no sabemos si hay alguien que esté vigilando o algo así —dijo Oliver, y a esto Sam puso un rostro de escepticismo.
Y mientras Oliver hablaba, Lean observó a través de la ventana del auto. Entre algunas de las casas había alguien que los veía. Aunque podría ser cualquier persona sin relevancia alguna, ¿cierto?
—Aun así, ¡esto es una pérdida de tiempo! —bufó Sam.
—Intentamos buscar pistas, ¡se paciente! —pidió Oliver.
Entonces Lean permaneció en silencio, apoyó su cabeza contra el respaldo del asiento, y esperó a que terminaran su pequeña discusión.
(...)
Simon abrió sus ojos con lentitud y despertó, pero, para su desgracia aún se encontraba en el mismo lugar.
De repente, la puerta de la habitación se abrió y el hombre con heterocromía entró junto con otros dos hombres vestidos con abrigos negros y algún tipo de máscara teatral que cubría solo la parte superior de sus rostros.
—Buenos días, qué bueno que despertaste... —el hombre se acercó a él y le quitó la cinta que cubría su boca— ...te he traído un poco de agua —dijo, pero Simon intentó alejarse con desconfianza.
Después, uno de los hombres se acercó y puso una botella de agua en su boca.
Simon bebió toda el agua que pudo, estaba sediento; Fue como si volviera a vivir.
—Mira lo que conseguí, —aquel hombre le enseñó un papel con un número escrito— ¿qué te parece... si llamamos a tus amigos?
A Simon le pareció confuso, pero a la vez, un rayo de esperanza se formó en su mente.
—¡Oh!, ¡vamos!, apuesto a que será muy divertido...
(...)
Lean, Oliver y Samson llegaban a casa.
—Fue una total pérdida de tiempo... no encontramos nada —se quejó Sam.
—Escucha, Samson, sé que estás estresado, ¡Pero estamos todos en el mismo barco! —dijo Oliver, ya cansado de sus quejas.
—¡Eso lo sé, Oliver!, pero creí que… —se quedó en silencio— Ya no sé ni en qué creer —dijo Samson, pues era verdad que estaba estresado y más que eso, sentía que se les acababan las opciones. «A este paso jamás encontraremos a Jonesy» pensó.
—¿Tienes alguna mejor opción, Sam?
—Sí, Oliver, tengo una mejor —miró discretamente hacia Lean, y dió a entender una obvia indirecta.
Pero, el sonido del teléfono interrumpió su discusión.
Lean fue a contestar, pero Sam, que iba detrás de él, le arrebató el teléfono de sus manos; Lean se quedó en un costado, sin intervenir.
—¿Hola? —dijo Sam.
Pero del otro lado de la línea nadie contestó.
—Dije, ¿hola? —repitió, impaciente.
—Escuchen con atención, fui yo el que secuestró a su amigo —dijo como si de algo normal se tratara.
—¿Qué…? —Samson expresó totalmente desconcertado, esas palabras se clavaron en su mente cual aguja— ¿Quién eres?... ¿¡Qué es lo que quieres!?
—¡Sam, ¿quién es?! —preguntó Oliver al ver el semblante preocupado de Samson y se acercó al teléfono junto a él.
—¿Qué es lo que quieres?, ¿quieres dinero?, ¡podemos darte dinero! —afirmó Oliver, aunque no lo tuvieran.
—No, no, ¡no!, ¡no quiero su dinero! —dijo el hombre soltando una risa burlona—. Les entregaré a su amigo con mucho gusto. A cambio, lo único que tienen que hacer es ir a la calle Bowery, y esperar junto al buzón.
«¿Qué? ¿Por qué?» pensó Lean. ¿Qué era exactamente lo que quería ese hombre de ellos?
—Bien, lo haremos... ¡pero necesitamos saber si él está bien! —dijo Sam mientras intentaba estar en calma.
—¡Perfecto! —exclamó aquel hombre distorsionando el teléfono—. Pero, deben saber que si ustedes no van a ese lugar... me quedaré con él —dijo por última vez.
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Editado: 25.11.2024