Un Contrato con el Diablo

Capitulo 7. "El Infierno"

5 de noviembre de 1969.
11:00 AM.

Caminaba hacia la oficina principal con un cigarrillo en su mano...

(..)

—¿Qué es lo que sabemos hasta ahora? —dijo el jefe de policía, Montgomery con ambas manos sobre el escritorio.

—No sabemos casi nada sobre él, jefe —dijo un oficial reclinado sobre su asiento mientras comía un caramelo—, sin pistas, sin nada.

—Les diré lo que sabemos —el jefe puso sobre el escritorio tres documentos—: Oliver Dowson, Samson Woods y Leander Hodge son los principales sospechosos de la desaparición de Simon Jones y de posible complicidad con el hombre que hemos buscado todo este tiempo, señores.

...y después, abrió la puerta.

—Oh, bienvenida, la hemos estado esperando. —extendió su mano— Oficiales, les presento a nuestra nueva detective, ¡la señorita Bea Prescott!

Bea lo miró con rostro impasible, luego tomó su asiento mientras veía sus uñas.
—Y bien... ¿quiénes son los imbéciles?

(...)

Simon intentaba dormir, pero le parecía imposible, su cabeza era martirizada por sus propios pensamientos.

Cuando de pronto, un sonido estridente resonó en todo el lugar.
Era el grito de una niña pequeña, y cuando la vió estaba empapada en lágrimas, ella gritaba por su hermana mayor mientras dos de los hombres con máscaras la sacaban por la pesada puerta.

Después de eso, todo el lugar se quedó en absoluto silencio. Lo único que se podía escuchar era el llanto incontenible de la hermana mayor.

—No será la última en irse.

Simon volteó hacia atrás al escuchar la voz de aquel desconocido.

—Hola... —se presentó— mi nombre es Reed, Reed Becker. Creo que no te he visto por aquí antes... ¿eres nuevo? —dijo aquel chico pelirrojo.

Simon lo observó con detenimiento durante algunos segundos, luego respondió:
—Creo que llevo tres días aquí...

Ante eso, el pelirrojo intentó sonreír para ser amable, pero a cambio de eso solo le salió una mueca.

—¿Tú... cuánto tiempo? —continuó Simon.

Reed bajó su cabeza y después puso una expresión vacía en su rostro.
—Más de lo que podría querer —dijo él y movió sus ojos a todas partes como si estuviera pensando que decidir—. Ven conmigo —dijo, entonces guió a Simon hasta una esquina apartada del lugar donde tomaron asiento en el suelo.

—Llevo casi un año aquí, creo... —confesó Reed—. Te hablé porque pareces confiable.

—¿Por qué es que terminaste aquí? —Simon cuestionó de nuevo.

Y ante eso Reed suspiró con pesadez.
—Bueno… Un día llegué a casa después de la escuela y recuerdo a mi madre en la puerta, esperando por mí... —volvió a hacer una mueca intentando sonreír—. Pero no fue algo lindo, mis padres se habían enterado que me drogaba —resopló y cerró sus ojos como si no quisiera volver a recordar—. Tuve una gran discusión con ellos y dije muchas cosas de las que me arrepiento….
Fue horrible ese día si te soy sincero. Me sentí tan... mal, solo quería sentirme mejor… —paró por un momento, pues no quería derrumbarse frente a él—. Entonces salí por la ventana de mi cuarto ¡y estúpidamente volví con ese hombre de nuevo! —dijo enfadado consigo mismo—, pero... me engañó —veía a la nada—, gracias a mí es que estoy en este jodido lugar.

Entonces Simon cayó en cuenta, ¿había sido droga el paquete del buzón?

—¿Tú sabes... qué es lo que hacen con todas estas personas aquí...? —Reed giró hacia Simon y lo miró a los ojos.

Simon asintió.

Y Reed continuó:
—Pero hay algo que no sabes —dijo levantando su dedo índice—. Cada mes hay una reunión, "Vein" invita a personas y después nos separan en cuatro grupos —contó con sus dedos— mujeres jóvenes, hombres jóvenes, niños y niñas, después, alguno de ellos decide comprarte.

—¿Vein?, ¿te refieres al tipo con heterocromia?

—Nunca he visto sus ojos tan de cerca —dijo Reed—, como sea, he escuchado que lo llaman así.

1:00 PM.

Los tres se encontraban en el sillón de la casa, Lean y Sam sentados mientras que Oliver caminaba en círculos.

—Caminar en círculos no nos ayudará en nada, Oliver.

—¡Déjame en paz, Sam, estoy pensando!

Sam soltó un suspiro de frustración.
—Es obvio que es una trampa... ¿sin dinero?, ¿sin nada a cambio?, tal vez crea que somos estúpidos...

—O que estamos muy desesperados— dijo Lean.

—Sea como sea, no podemos ir.

Oliver se sentó en el suelo, como si se hubiera rendido.
—No lo entiendo... ¿llamarnos por teléfono para llevarnos a una trampa en otro buzón?

Entonces Lean lo recordó.

—Cuando fuimos al callejón había dos hombres vestidos igual al tipo con el que me encontré aquella vez… y en el buzón también había alguien viéndonos.

—¿Insinúas que esos hombres pueden estar implicados en todo esto? —cuestionó Oliver— ¿cómo si fuera algún tipo de secuestro organizado...?

—Varios, de hecho —afirmó Sam—, ¿recuerdan lo que dijo el oficial en la comisaría?: "Todos ellos quieren denunciar personas desaparecidas".

—¡Y seguro que todos ellos eran familiares!, apuesto a que deben estar muy molestos —exclamó Oliver.

—Esas personas podrían ayudarnos a encontrar pistas, y sino, no sé que lo hará —Finalizó Sam.

6 de Noviembre de 1969
4:00 AM.

Se habían conocido hace apenas un día, pero Simon y Reed parecían entenderse muy bien. Ambos conversaban sobre sí mismos, después de todo no podían dormir.

—¿Sabías que nací en Seattle? —dijo Reed mientras comía algún tipo de budín caducado.

—¿Enserio?, bueno eso explica tu acento —sonrió Simon.

Ambos veían aquel lugar, las cuatro paredes de concreto...

—Simon, me preguntaste sobre cómo llegué aquí, ¿pero qué hay de tí?, ¿por qué estás aquí? —preguntó Reed con curiosidad.

Y Simon se preparó para hablar:
—Bueno... verás yo...

Pero justo en ese momento, la gran puerta se abrió de nuevo.




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