9 de Noviembre de 1969.
7:45 AM.
Había tenido insomnio toda la noche. Y ciertamente el concreto no es nada cómodo. Se sentía como un muerto viviente.
Lean se sentó sobre el suelo, algo adolorido.
Solo pasaron cinco segundos cuando la puerta se abrió.
—¡Ustedes! —se refirió a dos empleados detrás de él—, ¡muevan a los chicos pelirrojos a la habitación 6! —aquel hombre se veía estresado—. Y a él —giró por fin a ver a Lean—, lo quiero en la 14.
—Sí, señor —dijeron ambos empleados, luego, como era costumbre, Vein se fué.
Uno de los tipos con máscaras cerró la puerta ocasionando el sonido chirriante de la bisagra…
Mientras, el otro abrió un maletín sobre el suelo y sacó algo de ahí.
Lean intentó ver lo qué era, pero el tipo estaba de espaldas...
El sentimiento de nerviosismo subió por su esófago hasta su cabeza mientras el tipo junto a la puerta lo observaba fijamente.
Algo estaba muy mal.
—Ahora —el tipo en el suelo se levantó y giró hacia él—, quédate quieto —portando una jeringa en su mano.
—¡¿Qué es eso?! —Lean preguntó aterrorizado— ¡Por favor, no! —suplicó intentando huir.
Pero era obvio que no podía.
Ese hombre sujetó su brazo.
Y por más que se resistiera, fué inútil...
Lean apretó su puño con el clip dentro y después se desvaneció.
2:00 PM.
Lean abrió sus ojos de golpe, asustado, muy desorientado y con un dolor punzante en su brazo izquierdo.
Se encontraba en otra habitación, y a diferencia de la anterior, esta era muy bonita y elegante. Tenía muebles, una alfombra, cuadros de pinturas colgados, como si de una mansión se tratara.
Lean dudó sobre si era el mismo lugar, hasta que se dió cuenta que aún tenía sus brazos detrás de él, encadenado a la cama.
Pronto, escuchó dos voces diferentes detrás de la puerta.
Y Vein entró, pero acompañado de otro sujeto al que llamó Maxim.
—¡Aquí está, Maxim!, ¡justo como te lo prometí! —expresó aquel hombre entusiasmado.
—Sí... exactamente como en la foto —dijo su acompañante con acento ruso—, pero creo que debería revisar bien, ya sabes... —miró a Lean y luego le sonrió.
—Bien, cómo quieras... ¡Solo recuerda que todavía es de mi propiedad! —dijo algo serio, luego se marchó.
Solo bastó ver a ese tipo para que Lean supiera que tenía que salir de ahí de inmediato.
Así que comenzó a liberarse con rapidez.
—¿Te llamas Leander, verdad? —aquel ruso se acercó a él—. Nunca he tenido a un Lean, creo que serás el primero... —se sentó sobre la cama y tomó su mandíbula—. Tú y yo nos divertiremos mucho… —dijo enseñando sus dientes.
Y en cuanto terminó de hablar, Lean tomó el florero de la mesita de al lado y lo impactó en la cabeza de aquel hombre.
—¡Чёрт возьми! [Maldita sea] —gritó y gotas de sangre brotaron de su frente.
Lean se levantó de la cama y corrió hacia la puerta pero el otro tipo lo tomó del cuello y lo tiró al suelo.
—¿¡A dónde crees que vas...!? —le dijo y lo pateó cuando intentó levantarse. —¡Vas a aprender a respetarme! —lo pateó de nuevo... y de nuevo, y de nuevo.
Aquel ruso se hincó frente a él y trató de tomar sus brazos a la fuerza pero a cambio de eso recibió un golpe en la mandíbula.
Con rapidez Lean gateó hasta el florero roto que estaba en el suelo, tomó un gran vidrio y se levantó contra él como pudo.
—¿Quieres jugar? Pues entonces juguemos —sacó una navaja de su abrigo—. Voy a terminar con esto... ¡y vas a hacer lo que yo te diga!
Lean lo miró a los ojos retador, luego limpio la sangre de su nariz.
—Entonces ven por mí, maldito.
Maxim corrió hacia él a punto de apuñalarlo.
Pero Lean tomó uno de los cuadros detrás de él y ¡lo golpeó con fuerza!
Entonces Maxim colisionó contra un enorme espejo colgado que cayó y se quebró en mil pedazos sobre su cabeza con un sonido estruendoso.
Maxim había muerto.
—Oh, mierda... —Lean tiró al suelo el cuadro y cayó sobre sus rodillas. Su respiración estaba agitada, sus manos temblaban y su cabeza se congeló durante instantes.
Contempló su hazaña durante algunos segundos, y después se levantó del suelo adolorido.
Tomó la navaja que antes le pertenecía a Maxim y caminó hacia la puerta con sus pies descalzos.
Lo que Lean encontró detrás fue un largo pasillo con muchas otras puertas, y al igual que la suya con un número. Fácilmente pudo inferir que había más personas ahí.
Hodge caminó con cautela abriendo puertas a su paso con la esperanza de encontrar a alguno de sus amigos pero, cada vez se llevaba una decepción.
Solo era cuestión de tiempo para que llegara a la última puerta de ese pasillo.
«Puerta número #4» leyó y después la abrió.
Y lo que vió fue a otro chico, al igual que los otros, atado sobre su cama.
Pero este poseía ciertas características que lo hicieron mirar dos veces…
Su tez era blanca y su cabello era castaño claro hasta los hombros.
«No puede ser» pensó él.
Lean entró y se acercó a ese chico con rapidez.
No podía creer lo que veían sus ojos.
—¿Simon?
—¿¡Lean!? —dijo Simon totalmente anonadado
Lean se quedó paralizado y sus ojos empezaron a humedecerse.
—¡No puedo creer que seas tú! —Lean se abalanzó hacia él y lo abrazó, lo abrazó como nunca antes lo había hecho...
—¿Pero cómo es que?... —Simon estaba desconcertado— ¡¿cómo es qué estás aquí?! —se apartó.
—¡Estamos aquí por tí! —dijo Lean y tomó la cabeza del contrario con ambas manos.
—¿¡Estamos!?
Lean lo observó por un momento y lágrimas empezaron a caer de sus ojos.
—Lo siento Jonesy… —dijo con la cabeza baja— ¡lo siento mucho!, ¡soy un idiota!...
—Sí que lo eres... —dijo Simon con su ira reprimida— y no puedo creer que me hayas hecho esto... ¿Qué es lo que valgo para tí, Hodge?
Lean se quedó en silencio, pues sabía que eso ocurriría, pero no podía contener sus lágrimas.
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Editado: 25.11.2024