Un Contrato con el Diablo

Capítulo 18. "La Última Cacería"

4:45 AM

—¡Oh! ¡Ahí están! —exclamó con gran entusiasmo al verlos entrar por las dos grandes puertas al salón, retenidos por tres de sus empleados— ¿Dónde carajos se habían metido? —Vein cuestionó cuando ambos fueron puestos de rodillas con brusquedad.

Sin embargo, no obtuvo respuesta de ninguno, pues alguien más detrás de él llamó su atención:

Oliver Dowson.

El chico rubio se encontraba a sólo algunos centímetros frente a ellos, luchando contra las sogas e impotente por lo que sucedía.

—Se nota que te preocupas por él —dijo Vein con crueldad en sus ojos— ¿No es así, Leander? —susurró.

Pero Lean ni siquiera lo miró.

—Dime, —se acercó con insistencia— ¿cómo se siente ser el culpable? ¿Se siente bien que alguien más pague tus pecados?... —dijo con una sonrisa torcida en su cara.

—Pudrete... —Lean por fin musitó.

—¿Disculpa?

—¡Que te pudras! —repitió Lean luego de escupir en el zapato de aquel hombre. A lo cuál Vein solo sonrió.

—Te haré pagar por eso… —lo miró fijamente—, y también pagarás por Maxim... —se alejó con lentitud.
—Por cierto, —su vista se dirigió a Simon— espero y te hayas despedido de Reed... —juntó sus manos como si rezara— ¡Él sí que era un buen chico! —dijo sonriente disfrutando de ese momento.

—¿Qué?... —De pronto, el rostro de Simon se llenó de terror y odio. «¡No puede ser!» pensó y su respiración se cortó abruptamente.
—¡Maldito hijo de...! —intentó levantarse dispuesto a golpearlo— ¡¿Qué fue lo que le hiciste?! —, pero fue inútil.

—¿Ahora lo ven? —clavó sus ojos sobre él— No debieron intentar escapar —dijo con rostro inmutable— Y les mostraré aún más porqué fue un grave error... —dijo, luego, tronó los dedos en forma de orden.

Fue entonces cuando en un profundo silencio todos vieron entrar por las puertas a uno de los empleados cargando un gran y pesado bote de gasolina.

—Ya sabes que hacer... —Vein musitó.

En ese momento los ojos de Oliver se abrieron con pánico y desesperación al mismo tiempo que luchaba con todas sus fuerzas por liberarse.

Y sin embargo fué empapado con la gasolina.

Vein sacó un cigarrillo de su bolsillo y lo encendió lentamente…
Aspiró profundo, luego, el humo se esparció por el lugar.

—No... Por favor —dijo Lean quien lo miraba suplicando y negando con su cabeza.

—Lo siento tanto —dijo aquel hombre casi como si se burlara—. Pero me encanta cuando me miran así…

—¡¿Qué es lo que quieres?! —Lean cuestionó con alteración— ¡Maldita sea!, ¿¡qué es lo que quieres!? —repitió.

—¡Nada! ¡¿No lo entienden?! —se acercó amenazante— Lo único que quiero de ustedes es que me odien... —susurró entre dientes

Vein dió media vuelta y caminó hacia Oliver con el cigarro en su mano…

Iba a hacerlo, y eso era seguro.
«Va a matarme» el miedo enfermó la mente de Oliver mientras ese hombre se acercaba a él.
No podía controlar su respiración. Su corazón iba a explotar.
«¡Va a matarme!»

Vein alzó su mano en alto con el cigarro en su mano.

Y Oliver cerró sus ojos con fuerza esperando…

Cuando de pronto.

—¡¡Señor!! —alguien llegó corriendo por las escaleras— ¡Bea Prescott llamó! ¡La policía viene en camino! ¡Lo saben todo!

—¡¿Qué?! —una expresión de incredulidad se formó en su rostro— ¿Cómo es…? ¡¿Cómo es posible?! —no podía creerlo.

Fue ahí donde todas las personas presentes empezaron a irse apresuradamente.

—¡No! ¡No se vayan! —Vein exclamó pero nadie lo escuchó. Todo el gentío se iba causando un gran escándalo, y el suelo retumbó como si de una estampida se tratara. Era un caos.
Y por primera vez en días, Vein se sentía inseguro, todo se caía a pedazos…
Eso hizo que su sangre hirviera como el fuego mismo.

—¡Hay que irnos! —Simon le dijo a Lean, luego ambos se levantaron y aún atados fueron por Oliver.

Y cuando Lean levantó su mirada.

Entre la multitud aquel hombre los miraba como si de un depredador se tratara.

—¡Anda, nos vamos de este maldito lugar! —Lean le dijo a Oliver, y este último no podría estar más feliz.

6:30 AM

Los tres corrieron hasta las escaleras junto con la demás gente, llegaron al piso superior y salieron por la puerta principal la cuál estaba abierta.

—¿¡Dónde está Sam!? —Simon preguntó a la vez que los tres corrían, sin pensar lo que acababan de hacer.

—¡Ya debieron haber salido! —respondió Lean sintiendo la adrenalina al máximo— ¡Somos libres ahora! —exclamó con una gran sonrisa mientras bajaban el paso.

Luego, los tres comenzaron a reír.

—¡Espera, tú no puedes reír! —dijo Lean y rieron aún más al ver a Oliver aún amordazado.
Y era extraño que rieran, pues estaban aterrados al mismo tiempo.

Pero ese momento de felicidad duró muy poco.
—¿Qué pasa? —Oliver cuestionó a Simon al ver que su semblante cambió.

Una mueca adornaba su rostro.
—Reed… —dijo con la mirada perdida.

De pronto, el sonido metálico de un disparo retumbó entre los árboles.

Y de inmediato a lo lejos lo vieron.

Era Vein quien sostenía un arma en sus manos.

—¡Mierda! ¡¡Corran!! —Oliver gritó y los tres lo hicieron.

Los disparos seguían y podían sentir su sombra cada vez más cerca de ellos…

—Si quieres hacer las cosas bien, hazlas tú mismo ¡Nunca mejor dicho! —se dijo a sí mismo Vein con una sonrisa en su rostro, después disparó.

Fue esa misma bala la que atravesó la pierna de Simon.

—¡¡Agh!! —Simon soltó un grito de dolor y cayó al suelo.

—¡Jonesy levántate! —Oliver le dijo con urgencia, y ambos se detuvieron por él.

—¡Simon, levántate ahora! —Lean le gritó pues los tres se encontraban atados y no había manera de ayudarlo a levantarse.

—¡¡No puedo!! —respondió con alteración.

—Oh ouh... —y de pronto, era demasiado tarde. Vein ahora pisaba el mismo suelo que ellos y les apuntaba con un rifle.
—Parece que sí le dí al ave —dijo sonriendo—. No quería llegar a estos extremos… pero ustedes —suspiró molesto—, son un caso especial —dijo totalmente serio, luego cargó su arma.




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