7.- Respuestas.
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La muerte no era el final…
Estás destinado a verlo sufrir una y otra vez hasta que…
Tu pecado será su castigo...
—¿Puedes contarme quién eres?
La voz en sus sueños se le hacía conocida, ese dulce sonido lo atraía tanto que quería seguir escuchando, pero el dueño de aquellas palabras se mantenía oculto, no podía verlo. Jungkook sentía una necesidad de detenerlo, pero entre más se acercaba, las sombras más se lo arrebataban.
Entonces sus ojos se abrieron. La oscuridad lo recibió y el silencio resonó en sus oídos. Se preguntaba qué había sido eso. Hacía mucho que a su mente no venían imágenes de nada. Ni siquiera recordaba si alguna vez en esta vida le había pasado, soñar no era habitual en ellos, tanto que solo conocía el rostro de su madre por fotografías porque había bloqueado todo lo que tuviera que ver con ella.
Su existencia como demonio era su condena y su único fin era castigar, robar almas sin mirar quien era el humano detrás, era algo que ya había aceptado. En esta línea de tiempo ya se había hecho a la idea de que, para vivir, tenía que robar almas, pero algo muy dentro suyo, se sentía vacío… había un hueco que había despertado con la llegada de ese enfermero, pero lo que no terminaba de entender era ¿Por qué? Se negaba a aceptarlo en su vida, era un humano y si bien podía servir para alimentarse había algo más que no cuadraba. ¿Por qué el viejo lo había traído…? Eso tenía una explicación y la iba a descubrir.
Por varios días no dejó de pensar en la manera de encontrar una respuesta y si BoGum pretendía utilizar al enfermero, él podría encontrar sus propios recursos.
—SeokJin, ¿En dónde estás? —le preguntó al altavoz cuando la llamada conectó. Dentro de su despacho esperó una respuesta.
—En Indonesia, ¿Qué necesitas?
—Ayuda con NamJoon —le dijo con voz fría aflojándose la corbata mientras se sentaba en la silla detrás de su escritorio.
—Cuéntame, ¿para qué soy bueno?
SeokJin apenas respondió y en un abrir y cerrar de ojos, ya estaba entrando en su oficina. Jungkook se quitó el teléfono de la oreja apenas lo vio cruzar la puerta. Se le olvidaba que podían romper la barrera de la distancia solo con un chasquido de dedos. Cosa de demonios.
—Vine lo más rápido que pude… —dijo SeokJin quitándose el abrigo de piel dejándolo sobre una silla—. Dime, ¿Qué es lo que te pasa?
—NamJoon trajo a casa a un humano —expuso de malas desabrochándose los botones de sus muñecas. No sabía por qué de pronto todo parecía asfixiarle, esas paredes se hacían cada vez más pequeñas. Pensar en ese enfermero le estaba robando la tranquilidad que antes manejaba—. Por supuesto… orden del viejo.
—Uh… cena. —añadió saboreando aquel aperitivo, pero desechó la idea cuando recibió la oscura mirada de Jungkook—, o quizá no. ¿Qué tiene que ver NamJoon?
—El viejo murió.
—Vamos Jeon… —dijo burlón recargándose en la silla y cruzándose de brazos—, eso es imposible.
—¿Crees que no lo sé? Está jugando y no sé a qué, necesito averiguarlo.
—¿Y quieres que yo le saque información a NamJoon? —respondió coqueto, levantándose de su lugar y yendo a acostarse en el sillón como si fuera un cupido. Poniendo sus manos bajo su rostro y puchereando un corazón con sus labios—. ¿Es así o me equivoco?
—Solo tú puedes ingresar a su mente, lo sabes.
—Bueno… puedo intentarlo —dijo SeokJin glorioso con una enorme sonrisa—. Tenemos nuestra historia… que no terminó muy bien, pero sé que sigue pensando en mí. Cuenta con ello.
—Gracias —Jungkook asintió y añadió mirando a la nada—. Te debo una.
—Aun no… pero si consigo lo que quieres, me lo deberás.
Toda esa situación no le gustaba mucho. El enojo lo estaba rebasando y necesitaba descargar la furia con alguien. Apenas SeokJin salió de su despacho, otra llamaba fue realizada.
—Dime…
—¿Estás desocupada?
—Para ti siempre, cariño.
[…]
Una semana había pasado desde que ese idiota le hizo una herida en la palma de su mano y había bebido su sangre. “Un panto de sangre” Qué estupidez. No podía creer siquiera que permaneciera en el mismo lugar, lo que le hacía preguntarse constantemente por qué simplemente no se iba. La respuesta era clara… no podía. El señor NamJoon había dicho algo sobre que romper contratos le traería muchos problemas y si hablaba de economía, era lo que menos tenía. Así que, con el paso de los días había descubierto una forma de entrar y salir de esa casa sin encontrárselos y había funcionado. Al menos por esos siete primeros días fue muy fácil escabullirse.
—Tae… —lo llamó JiMin por tercera vez cuando lo vio con la mirada perdida, poniéndose delante de él y aplaudiéndole justo en su cara—. ¡Tierra llamando a Tae! ¡Despierta!
—He… —dijo aclarándose los pensamientos—. ¿Qué sucede?
—Es lo que te pregunto… —inquirió JiMin preocupado metiendo las manos en las bolsas de su bata—, ¿qué diablos te pasa? Haz estado raro, como ido. ¿Estás disociando o me estás ignorando a propósito?