Lo que había revelado SeokJin seguía resonando en su mente; El viejo no podía morir y el teatro montado para ese humano tenía un trasfondo. Así que, si quería saber que tramaba, necesitaba poner atención a ese invitado non grato. Aunque, la sola idea le desagradara a más no poder. Y no suficiente con tener que lidiar con su presencia, su existencia le había traído dolores de cabeza que lo ponían más irritable y solo verle se convertía un fastidio.
Ni siquiera el veneno de Nayeon funcionaba ya… el sexo con ella ya no estaba funcionando.
Él de verdad no lo soportaba… ese humano despertaba su demonio más interno, ese que luchaba por robarle el alma para alimentarse, pero matarlo rápido sería darle una muerte piadosa y no se lo merecía, no después de meterse en su casa y robarle todo lo que le pertenecía. Necesitaba vengarse primero y en algún momento lo haría. Que fuera un débil humano no lo exentaba de responsabilidad en la toma de sus decisiones.
—Explícame, ¿qué diablos hacen el viejo y tú? —exigió.
Jungkook entraba sin permiso a la oficina de su “tío” con la secretaría siguiéndolo detrás, alterada porque no había avisado a su jefe la llegaba mientras que NamJoon observaba la escena sin inmutarse. Como si estuviera acostumbrado a su caos.
—Lo siento, señor Kim —se disculpó avergonzada dando una reverencia—. No me dio tiempo de nada.
—No te preocupes, HyeJin… yo lo atiendo —respondió tranquilamente dejando los papeles en su escritorio mientras la mujer se disculpaba nuevamente con una reverencia y cerraba la puerta segundos después—. Buenas tardes, Jungkook. Adelante, bienvenido.
—Deja tu falsa modestia, sabes que no soporto la hipocresía.
NamJoon le dio una sonrisa ladina, lentamente se quitó las gafas que enmarcaban su rostro y como si de una mascara se tratara, su verdadera mirada se dejó ver. La oscuridad en ella le demostraba lo que ya intuía.
Jungkook lo sabía, ellos tramaban algo.
—No sé a qué te refieres —dijo exhalando el oxígeno de sus pulmones. Recargándose en la silla. El ambiento era tenso. Miradas se aniquilaban uno al otro y ninguno daría su brazo a torcer. Ambos conocían bien su posición en ese juego y solo tenían que adivinar cual sería el movimiento del otro para empezar a atacar.
Jungkook subió los pies en el escritorio, acomodándose desgarbadamente para molestarlo, si había algo que odiaba NamJoon era la informalidad y mala educación, por eso, no dudó en hacer todo lo que estuviera en sus manos para provocarlo y sacarle una respuesta. Sus zapatos relucían sobre la madera mientras le sonreía condescendiente.
—Lo sabes… Tan lo sabes que por eso no te opusiste a lo que el viejo está haciendo. ¿En donde está?
—¿Por qué tendría conocimiento de ello? —preguntó calmadamente viendo el desastre que su sobrino estaba creando en su espacio.
—¿Qué maldito juego están creando, NamJoon? —bramó furioso bajando los pies y azotando las manos en el escritorio. Encarándolo a solo unos centímetros de su rostro. Maldecía la hora del día porque de no ser por la maldita mujer afuera, ese hombre ya no tendría cabeza.
—Sabes bien como se maneja tu padre —respondió mirando la furia en sus ojos mientras ladeaba la cabeza, retándolo con un dejo de burla—. Tu sabes de lo que es capaz… meterte con una de sus mujeres no fue una buena idea.
—Si esto es por esa humana, ¿qué mierda tiene que ver ese maldito enfermero en esto?
NamJoon sonrió con ironía mientras entrelazaba las manos y se acomodaba en la silla de manera despreocupada.
—Lo divertido de los juegos con humanos es que no sabes de quien es el alma que ocupa el cuerpo.
—Deja el maldito drama y responde: ¡¿Qué mierda tiene que ver ese humano en todo esto?! —volvió a gritar aventando las cosas que decoraban ese escritorio color caoba. Cuadros con fotografías fueron a parar al suelo mientras los cristales se hacían añicos.
—Modula tu tono que yo no tengo ningún dilema contigo… —respondió tranquilamente—. Mejor cuestiónate, ¿Quién es y por qué lo trajo tu padre?
—Estás acabando con mi paciencia, NamJoon… —replicó Jungkook apretando los dientes y tensando la mandíbula, conteniendo las ganas de sacar las garras y arrancarle los ojos.
—Hace mucho tu acabaste con la mía y el que sigas usando a tu amigo para sacarme información, no te ayuda —el hombre sonrió sin muchas ganas—. ¿Crees que no me di cuenta de que lo enviaste?
Jungkook glorioso se levantó de su asiento. Qué divertido era aquello. Ver su rostro de decepción era todo un poema.
—Si ustedes pueden jugar… yo también puedo unirme a la partida.
—No necesito jugar contigo, Jungkook.
—Demasiado tarde, ya estás en el juego… —amenazó tomando uno de los cuatros que aún se mantenían en el escritorio, viendo la fotografía de una mujer y a un niño que había heredado sus característicos hoyuelos. Poniéndosela justo delante de su rostro—. Mejor cuestiónate que tanto te conviene seguir jugando en mi contra porque sabes que no tengo compasión de nada ni de nadie. No me retes…
El cuatro fue dejado caer en el escritorio como advertencia. Jungkook sonrió victorioso al ver que no hubo respuesta, convencido de que su pedido fue escuchado. La puerta fue azotada después de abandonar la oficina mientras la secretaria temerosa lo observaba embelesada, era como una fuerza magnética que la obligaba a mirar, pero era ignorada fríamente y todo quedó en un silencio ensordecedor cuando su silueta se perdió en la lejanía.