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—¿Qué se supone estás haciendo, maldito? ¿Es que tú eres idiota? —gritó Taehyung furioso intentando nuevamente empujarlo, pero no conseguía moverlo ni un poco, el pecho de ese hombre era de piedra al tacto, algo que pasó desapercibido en el momento—. ¿Por qué meterte con mis cosas? Duermo ahí, vengo cansado y necesito descansar, ¿es mucho pedir?
—¿De qué hablas? —amenazó divertido aquel demonio, mirándolo hacía abajo, anteponiéndose a su arrebato—. Contrólate que yo no soy el viejo.
—¡Oh, por dios! —bramó furioso con el ceño fruncido y apretando la camisa de ese demonio entre sus manos—. ¡Ahora fingirás demencia! ¿Acaso mi habitación se ensució sola?
—Tú lo has dicho... —rebatió con una sonrisa ladina, acercándose a su rostro con severa burla, casi rozando los labios de ese enfermero con los suyos—, tu habitación ¿porque tendría que ser mi problema?
—Ah, ¿sí? —murmuró Taehyung, alejándose—. Genial, entonces... ¿me dirás que tu no tienes nada que ver?
Taehyung apenas podía aguantar la furia corriendo por su interior y ver el rostro de ella intentando contener una risa era el colmo y justo cuando quiso defenderse de ella, su voz intervino.
—Aquí nadie grita, niño —respondió la mujer al aire, cansada y un dejo de hartazgo—, y si no te gusta, la puerta está muy grande, puedes salir fácilmente. Hasta donde tengo conocimiento la servidumbre no da órdenes.
—Oh, mira para lo que me importa —Taehyung ironizó a ella ignorándola y regresando su mirada a Jungkook que mantenía su sonrisa arrogante—. Grito porque te metiste en mi habitación y te recuerdo que ahora estoy aquí. Yo no pedí esto, así que lo mínimo que suplico es que respetes la única cosa que tengo.
—Aquí no tienes nada, mucho menos respeto, eso lo perdiste cuando le abriste las piernas al viejo.
La frialdad de sus palabras lo ponían en jaque. Nunca había visto a nadie tan imponente como él. En su vida había tratado con personas malas y crueles, pero él, a pesar de qué a primera vista era atemorizante, no le aterraba como lo hacía Mingyu; su ex novio. Había algo en Jungkook que era distinto, algo que a pesar de que lo ponía a temblar, no temía por su vida.
—¡Yo sé, yo sé que no pertenezco aquí! ¿Está bien? —vociferó frustrado por las faltas de respeto, luchando contra sí mismo para no estallar y agarrarlo a bofetadas—. No tienes que ser un imbécil, pero esto no es mi culpa. Yo no le abrí las piernas a nadie. Así que deja de decir eso.
—Pues lárgate.... aquí estorbas —le pidió Jungkook sumamente tranquilo mientras tomaba la cintura de ella y besaba su cuello sin dejar de mirarlo, como si lo hiciera con el afán de ponerlo incómodo.
—Ojalá pudiera, pero tu tío dice que no puedo irme —respondió Taehyung más sereno mirando a otro lado—. Si tu tienes una mejor idea para terminar esto, eres bienvenido a solucionar el problema en el que nos metió tu papito.
—Pretextos... —murmuró la mujer sonriendo sarcástica mientras sacaba un cigarro de su pequeño bolso Channel, lo ponía entre sus dedos, permitiendo ver su esmalte rojo en sus uñas mientras lo encendía y se lo llevaba a la boca para dar una larga calada entre esos labios rojos—. Muy obligado no te vemos, querido.
Entonces el humo salió de sus narices y el aroma inundó su espacio, pero no era un olor a tabaco normal sino más bien a rosas, manzanilla y menta. Toda ella era como sacada del mundo de fantasía porque parecía más una diosa de la mitología griega. Recordaba en ese momento una de las charlas con el señor Jeon sobre la mujer que ya era como parte de la familia. Suponía que se refería a ella si se tomaba esa atribuciones. A sus palabras, la describió como una bruja trepadora. Muchas de las veces cuando el hombre alucinaba por el dolor, decía que ella era una empusa que tenía hechizado a su hijo y que muy tarde se había dado cuenta para sacársela de encima.
Oh, Dios. Taehyung no quería exponer nada de lo que sabía, pero la furia lo tenía cegado y la ironía que ella usaba, solo empeoraba la situación.
—Cálmate, bruja que te vas a arrugar y si de por sí te usan como trapo, no me imagino que será de ti si te pones fea.
—Aquí no gozas de ningún privilegio. —interrumpió Jungkook tensando la mandíbula y aniquilándolo con la mirada, pero Taehyung no le tenía miedo, era como si el terror que sentía cuando alguien lo humillaba hubiera desaparecido y no entendía nada, ya que cuando vivía con Mingyu lo único que hacía cuando él le gritaba, era agachar la cabeza y obedecer—. No te hagas el gracioso. Guarda silencio si sabes lo que te conviene.
—¿Ahora guardo silencio? ¿Algo más, su majestad? —inquirió Taehyung furioso—. ¿Tu papito se equivocó al decir que ella es una bruja? Pues, ¿Sabes qué? ¡No me importa! Si se mete en una conversación donde no tiene nada que ver que soporte mi enojo también. Trabajé doble turno, pero supongo que eso es algo que no sabes porque naciste en cuna de oro, vengo aquí porque quiero y necesito dormir, pero ¡oh, sorpresa! Lo primero que me encuentro es mi habitación llena de fluidos.
—Ni modo... —dijo Jungkook tranquilamente, cruzándose de brazos y ladeando el rostro analizando los movimientos y gesticulaciones de ese frágil humano tan desesperado—. Llegaste a la boca del infierno, aquí no hay tregua para nadie. Si no sabías en donde te metías, pronto lo averiguarás.
Y Taehyung estaba rayando en la locura, no sabía que tan paciente podía ser, pero estaba descubriendo que no lo era tanto, porque ese hombre parecía disfrutar provocarlo.
—Bueno... —respondió sacando el aire y armándose de valor—, si así quieres que sean las cosas. Así serán.
Afirmó mientras reconocía un poco más de la casa, recordaba que en la parte derecha había una reserva de vinos que estaba en la sala, y no tenía ni la mínima idea del precio de cada una de esas botellas, pero tampoco le interesaba saberlo. Con fuerza abrió la puerta de vidrio y se adentro en ella agarrando la primera que encontró, destapándola mientras caminaba a la parte superior de la casa.