Otra noche de luna llena. Otra de las tantas noches en las que mi padre salía a trabajar.
Esta vez no se despidió de mí, extrañe aquel beso y aquel abrazo que me da todos los días antes de irse. Aunque considero que hoy no le recibí porque tomé una pequeña siesta antes de que la luna saliera. La noche de hoy, era una de las tantas noches en las que mi hermano perdía el conocimiento de sí mismo y yo me perdía por el bosque. Esta noche iba a ser diferente, no sé porque, pero lo presiento.
El viento hacía que las ramas de los árboles que quedaban cerca a la ventana de mi habitación chocaran con intensidad en la misma. No me disgustaba, al contrario, me encantaba escuchar aquel sonido porque me imaginaba que se avecinaba una tormenta, y las noches lluviosas eran maravillosas.
Me levante de la cama, fui hasta el closet y agarre un par de botas. Si hoy lloviese, era mejor ir preparado.
Mis pasos eran el único sonido que se escuchaba por toda la casa. Baje las escaleras y en la sala estaba Aiden; mi hermano. Actuaba como si la luna no le estuviese afectando. Tenía los ojos brillosos. Su frente sudaba y las gotas de sudor se deslizaban por su sien. Su respiración era agitada y tan solo escuchar lo alto que respiraba, le podría provocar terror a una persona que no lo haya visto transformarse cada luna llena desde sus diez años.
—Aiden —suspire—. Es mejor que te vayas de una buena vez antes de que salga tu lado peludo y comiences a destruir toda la casa, estoy seguro de que papa se va a enfurecer si eso llegara a pasar.
Me miro apretando los labios. Tenía una sombra negra por debajo de sus ojos, sus mejillas rosadas y se comenzaba a desabotonar la camisa dejando ver su pecho el cual era de color rojo.
—Puedo aguatar un poco más —su voz era ronca.
—¡Joder! —exclame—. No hagas que tu lado lobo rebelde, salga aquí y te tenga que meter en el sótano como la vez pasada. —me acerqué a él, me puse de cuclillas y sostuve sus manos. —Hazlo por mí, por papá, por nuestra tranquilidad. La vez pasada casi me rajas el cuello y te comes mi cabeza. No tengo la fuerza suficiente para controlar el animal que tienes dentro.
Me puse en pie. Lo agarre del brazo y lo obligue a levantarse del sillón. El accedió por primera vez en diez años, hoy era un día bastante bueno ya que los rebeldes comenzaban a obedecer. Abrí la puerta y el frio impacto en nuestros cuerpos. Aiden dejo salir un gruñido, su cuerpo quemaba y al parecer el frio no le había favorecido. Sin embargo, no espere a que retrocediera y volviera al sillón. Lo empuje a fuera y cerré la puerta antes de que se renegara. Respire hondo mientras me apoyaba en la puerta y me deslizaba lentamente quedando en el suelo. Como en una de esas películas románticas, como cuando dos amantes daban por terminada su relación. Solo que esta vez no era un amor prohibido, era proteger mi pellejo de un lobo desquiciado. Nada romántico que digamos.
Cerré los ojos por un instante, tratando de relajarme. Pero mi relajación concluyo cuando alguien toco a la puerta. Abrí los ojos de inmediato, me levanté del suelo hecho rabia. Agarre la perilla de la puerta y la gire.
—¡Quieres irte al maldito bosque y dejarme en paz de una puta vez!
Para mi sorpresa no era Aiden. Era Grey, así que las palabras también le podían servir a la perfección.
—¿Exaltado? —pregunto en un tono de burla.
—Aiden no está. Se fue al bosque hace poco, tu deberías hacer lo mismo.
Vi como entrecerró los ojos, inclinándose hacia delante como si quisiera ver algo más allá de lo que sus ojos podían ver desde donde estaba. Al parecer no creía en mis palabras.
—¿Mientes? —me señalo con su dedo índice mientras sonreía leve.
—Créeme, lo último que quiero es estar al lado de un... de dos lobos siendo yo su plato principal.
El asintió como si estuviera orgulloso de lo que estaba diciendo. Dejo salir un suspiro mientras se pasaba la mano por su cabello. Se veía suave como la lana y sus dedos quedaron marcados cuando dejo de peinarse.
—Así es como te enseñe —dijo al final, viéndose un tanto engreído.
Le mostré el dedo del medio y cerré la puerta en su cara. Era lógico que había visto a Aiden de camino porque no se demoró nada en llegar hasta aquí. Solo vino a colmar mi paciencia, la poca que siempre solía tener en casos como estos.
Grey era amable, pero también podía llegar a ser un tanto insoportable, ser el mejor amigo de Aiden le daba la confianza de utilizarme como a un estúpido para el poder divertirse. Mi cara de odio hacia él le solía gustar, tanto que siempre que tenía la oportunidad de sacarme de mis casillas, lo hacía sin ningún problema y se sentía orgulloso de ello. En pocas palabras, era un idiota. De los peores.
Camine hacia el sillón en donde antes estaba mi hermano, y me deje caer allí, cansado por todo lo que había pasado en pocos minutos desde que me desperté. Si mi padre hubiese estado aquí era posible que llevara todo más organizado: a Aiden en el sótano, atado de manos y pies, con cadenas lo suficientemente resistentes para aguantar la fuerza de un gigante. Y a mí, pues confiaría en mí y pensaría que estoy durmiendo bajo mis sabanas.
Como lo cree ahora.
Dure más para sentarme en el sillón que para levantarme. Sali de la casa, frote mis brazos descubiertos, y aprete con fuerza mis labios o de lo contrario el frio me haría temblar y no era el momento adecuado para que eso pasara.
Alce la cabeza y mire la luna, una nube estaba a punto de cruzar por encima de esta lo que hacía que la noche se volviera más oscura. Hoy podía ser el día perfecto para volver al lugar en donde cometí el asesinato que me despertó mis lados bestiales. La licantropía la solía manejar a la perfección, pero la magia me costaba un poco más. A estas alturas nunca he hecho algo extremadamente grande con la magia más que reparar algunas prendas de vestir, o alguna que otra figura de barro que le he roto a papá intencionalmente.