El vampiro era idéntico a su hermana. Posiblemente ella, pero en masculino.
No voy a negar que realmente me aterrorizo el hecho de que se metiera en mi mente y leyera mis pensamientos, teniendo aquello como ventaja sabiendo cuales serían mis pasos para atacar. Eso me ponía en desventaja.
Haciendo de lado el hecho de que estaba en cualquier parte de la mansión. Me concentre en mi mente. Cerré los ojos y respire hondo, rebusque por todo mi interior aquella pisca de magia que debía de tener. El simple hecho de estar en el lugar en donde había activado mis dones o la maldición que tenía, me hacía más fuerte y la magia se volvía más poderosa.
Algo rodeaba mi cerebro, era justo lo que quería: bloquear mi mente para que el vampiro que se ocultaba en la negrura de aquellas cuatro paredes no pudiera entrar en ella ni conocer mis próximos movimientos de ataque.
Los ojos me ardían y la cabeza me dolió por un instante. Abrí los ojos y sentí como si alguien apretara mi cerebro y lo soltara de inmediato.
—Astuto —lo escuche vociferar.
Una sonrisa ladina se dibujó en mis labios, acomode mi cabello sintiéndome victorioso por lo que acababa de hacer, por lo menos ya estaba comenzando a manejar mejor la magia que invadía todo mi ser.
De inmediato, un dolor en la espalda baja me hizo borrar la sonrisa de mis labios. Por aquella intensidad, mi cuerpo salió volando, dando con el borde de la chimenea haciendo que ahora el dolor se expandiera por todo mi cuerpo. Había sido una patada repentina. Me había tomado por sorpresa ya que no esperaba aquel golpe.
Moví los dedos de las manos con fuerza, sentía que se me adormecían por el corrientazo de dolor que paseaba por mi cuerpo. No sería una presa fácil, si este iba a ser mi final, estaba seguro de que se la iba a poner difícil.
Todo estaba oscuro, me arrastre hacia dentro de la chimenea, tente el suelo de está sintiendo algunas maderas deterioradas. El ruido de una rata me hizo sacar la mano de un tirón y seguido de esto, las pequeñas patas y uñas de aquel animal se escucharon alejándose de la chimenea. Volví a entrar la mano y agarré un pedazo de madera.
Algo me envolvió el cabello y me ayudo a levantar del suelo. Era impresionante la fuerza que tenía. Sostuvo mi pierna derecha sin soltarme del cabello y me lanzó hacia la pared de enfrente dejándome sin aliento por un segundo.
Estaba inmóvil.
El volvió y me sujeto del cabello, pero esta vez sostuve la astilla con fuerza y la moví con fuerza hacia mi espalda. Creí darle en el pecho porque el garre en mi cabello se aflojo. Aquella bestia, no dejo salir ni un solo gruñido, así que considere que había muerto de inmediato. Me di la vuelta, mi respiración era agitada y mi cuerpo estaba cubierto de sudor y suciedad.
La claridad era poca, pero lo pude ver. Llevaba algo negro que cubría su cuerpo, su piel era muy blanca y sus ojos estaban cerrados por lo cual no pude ver el color de estos. Me enfoqué en su vestimenta y me di cuenta de que la astilla no traspaso su pecho si no que dio en uno de sus brazos. En ese instante el abrió los ojos y eran tan rojos como la sangre.
Todo paso tan rápido que no me dio tiempo a reaccionar. Aquel tal Zaid, agarro la astilla con su mano y la saco de su brazo con tanta fuerza que se vio doloroso, pero al parecer a él no le dolió en lo absoluto, y si le dolió, posiblemente estaba disfrutando aquel dolor, porque tenía una sonrisa victoriosa en sus delgados labios rosas. Dio un paso hacia adelante lo que me hizo retroceder. Mire de lado a lado y sin tener ningún plan ni algo más que golpes, intente correr hacia mi izquierda para de esa forma agarrar otra astilla. Sin embargo, él fue más ágil y apareció delante de mí antes de que pudiera dar un paso.
Estaba tomando impulso para clavarme la astilla, algo que posiblemente me mataría de inmediato. Cuando la astilla se movió hacia mi pecho como si estuviera en cámara lenta, puse mi mano a pocos centímetros de distancia de mi pecho y la astilla traspaso la palma de mi mano, brotando cubierta de sangre por el dorso de esta.
Al principio no fue doloroso, pero conforme iban pasando los segundos, el dolor comenzó a hacer presencia. La cabeza me dio una punzada y las lágrimas amenazaban con salir, pero no reaccione si no hasta que sentí las manos del vampiro en mi antebrazo y en el borde de la astilla, intentando acercarla a mi pecho y clavármela sin piedad.
Mis ojos comenzaron a arder, era muy probable que estuvieran más amarillos de lo normal. Respiré hondo y mantuve el brazo firme. Con un movimiento inesperado, logre darle en la entrepierna, el agarre en mi brazo se aflojo. Agarre la astilla y como antes el vampiro había sacado la astilla de su brazo, en esa misma velocidad el saque de mi mano. No obstante, no me quede en silencio como él. Deje salir un grito de dolor que resonó con intensidad por toda la mansión. Un grito terrorífico.
A mi espalda escuche unas carcajadas roncas, él se estaba divirtiendo por todo lo que pasaba. Por todo lo que me estaba pasando.
Un deseo de callarlo me invadió, sostuve la astilla con fuerza y me di la vuelta. Era astuto, pero al parecer no se esperaba aquel movimiento. Estaba acariciándose la entrepierna, sus dientes blancos se reflejaban en la oscuridad y sus ojos permanecían cerrados.
Las piernas me temblaban y el sudor se deslizaba por mi espalda haciéndome cosquillas en medio del dolor, no escuchaba del todo ni veía tan claro, pero pude agarrar más fuerte las astilla y clavársela esta vez escuchando como esta traspasaba su piel. Pestañé dos veces seguidas y pude ver que la astilla se le había clavado en la clavícula.
Me llene de impotencia. Sus manos estaban en mi brazo y la astilla apuñalando una parte equivocada. El mundo al parecer conspiraba para que el maldito vampiro viviera.
Mi respiración incremento, mi dolor se esfumo. le di con la rodilla en el abdomen y aproveché que había caído de rodillas para sacarle la astilla y darle una patada en el pecho que lo hizo caer de espaldas quedando recostado en el duro y polvoriento suelo. Me posicione sobre él y con mucha fuerza clave la astilla esta vez sí en su pecho una y una y otra vez.