Un deseo maldito (lgbt)

5. Un hogar dulce, amargo y espacioso.

Mis dudas y las de mi padre, fueron aclaradas de inmediato ante aquel abrazo. Eran amigos, y por la confianza en la que se hablaban al parecer de hace mucho tiempo, solo que tanto mi padre como yo nunca lo habíamos visto hasta ahora.

Él se acercó a nosotros, hizo una reverencia y mostro una sonrisa amable.

—¿El señor Adam? —pregunto, con los ojos entrecerrados mientras miraba a mi padre.

Mi padre asintió manteniendo una sonrisa en su rostro, le extendió su mano al hombre, y él se la agarro.

Luego se dirigió hacia mí. Entrecerró los ojos nuevamente como si estuviera buscando el nombre correcto. Al parecer que lo había olvidado. Pero después de un segundo, me señalo y sonrió como si un bombillo se le encendiera sobre su cabeza y mi nombre le llegara de inmediato.

—¿Adel? —pregunto extendiéndome la mano como si no tuviera dudas de que ese era mi nombre.

Sonreí amablemente y agarré su mano.

Este retrocedió y Aiden estaba detrás suyo.

—Mi nombre es Roy, y soy un buen amigo de Aiden.

Roy... así se llamaba, un nombre no tan común que digamos.

Estaba nervioso y un tanto desconfiado, no me podía confiar de allegados. Además, Aiden no lo había presentado nunca, como si aquel hombre había hecho algo malo y él lo tenía oculto. Pero al parecer había llegado en el momento correcto porque en medio de la desolación, nos ofreció ir a su casa a pasar una temporada, por lo menos hasta que consigamos donde vivir.

Mi padre se negó muchas veces, pero este, termino por convencerlo. Al vernos a mi hermano y a mí, se dio cuenta de que lo mejor sería aceptar la ayuda de aquel amigo de Aiden, puesto a que no teníamos absolutamente nada en este momento y su ayuda nos serviría de mucho.

Mientras caminábamos por el bosque, el no paraba de hablar con Aiden, y en ocasiones le hacia una que otra pregunta poco relevante a mi padre.

Roy y Aiden iban delante, mientras que mi padre y yo íbamos detrás de ellos. En momentos Aiden agarraba su brazo inconscientemente y como si se diera cuenta de que nosotros íbamos detrás lo soltaba de inmediato. Cosas que los amigos no solían hacer muy seguido, a menos que no sean amigos muy íntimos. Sin embargo, decidí no comentárselo a mi padre porque luego Aiden diría que le tengo envidia y no quería agarrarme con él y hacer que papá se sintiera mal consigo mismo. Aunque mi padre no era tonto, sabía que aquella amistad iba más allá de lo que daban a demostrar.

El trayecto a la casa de aquel hombre era muy largo, mis pies dolían y mi garganta se volvió a secar. Era medio día y el sol impactaba en nuestros cuerpos más candente que nunca. Sentía como el sudor se deslizaba por mi espalda, aunque definitivamente la ropa desahogada que llevaba puesta me dejaba entrar uno que otro fresquito.

Después de caminar por largos minutos, llegamos a la casa de Roy. Nunca había llegado hasta esta parte del bosque, por eso nunca había visto aquella casa. Era muy espaciosa, de dos pisos. Era la casa más grande que había visto aparte de la mansión abandonada.

—Esta es mi casa. Ahora de ustedes —dijo embolsando una sonrisa que ya llegaba a ser un poco escalofriante.

El camino hacia la puerta principal, esta era muy grande. Los ventanales eran enormes y muy lujosos. A pesar de estar en medio del bosque, era una casa bastante lujosa, podía fácilmente ser una casa muy sofisticada si estuviera en la ciudad.

Roy entro a la casa y se quedó en la puerta, Aiden entro siendo seguido por mi padre y luego por mí. Su interior era mucho más espacioso. Era más lujosa por dentro que por fuera. Las paredes daban la impresión de ser de madera. Estaba pintada de un color claro lo que la hacía ver más reluciente. Me di la vuelta sobre mi propio eje mientras veía los techos que parecían ser el cielo.

—¡Waooo...! Esto es increíble —comenté siendo guiado por él, hasta el gran salón.

Aquel lugar era más maravilloso que la entrada, tenía sillones extremadamente grandes y lujosos, y daban la impresión de que nunca nadie se había sentado en ellos.

—Tienen que estar muy agotados, ya le muestro sus habitaciones para que tomen una ducha y bajen a almorzar, presiento que sus estómagos rujen de hambre.

—Una habitación para los tres es mucho más que suficiente —comentó mi padre.

Roy se negó.

—Hay muchas habitaciones desocupadas. Es mejor que todos tengan privacidad.

—¿Vives aquí solo? —me atreví a preguntar.

—No, vivo con mi hermano —dijo en medio de un suspiro—. Ahora está paseando por el bosque como siempre, no le gusta estar en casa tanto tiempo.

Asentí. Sintiendo innecesario preguntar más sobre temas personales, pero definitivamente el hermano de Roy y yo teníamos cosas en común. A mí también me gustaba explorar el bosque.

Roy pidió que lo siguiéramos. Subimos las grandes escaleras, eran brillantes, y parecían no tener fin. Pero después de un largo recorrido llegamos hasta el piso superior en donde había puertas de lado a lado de las paredes. Habían alrededor de diez puertas de lado a lado.

Caminamos, pasando dos puertas del lado izquierdo. Cuando llegamos a la segunda puerta, este, la abrió, era una habitación muy lujosa, tenía una cama en medio, un sillón y muchos lujos como: armarios, mesas, lámparas, cuadros y el baño estaba adjunto a esta. Roy agarro la mano de mi padre y lo encamino hasta la puerta de la habitación.

—Esta es suya. Hay agua fría y caliente y puede cerrar por dentro.

Mi padre me miro, parecía no estar de acuerdo con estar solo en aquella habitación tan grande. Pero como era algo momentáneo, decidió entrar. Roy cerró la puerta dejando a mi padre dentro de aquella habitación.

Quedamos el, Aiden y yo en el gran pasillo y caminamos a la segunda puerta que estaba al lado de la de mi padre. Era totalmente idéntica, tenía los sillones en el mismo lugar al igual que la cama, excepto por el armario, que daba la impresión de ser otra habitación. Imagine que era un armario como los del reino, que parecían ser una habitación más.




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