Un Diablo Encantador

CAPITULO 2

• ESA MISMA MAÑANA •

 

DARYL

Miro los mapas que Mitchel y Silas me extienden sobre la mesa, muestran nuestras rutas de transporte y comercio. Millones de dólares por mes pasan por esos desiertos desolados de gente. 

 

– Aquí la ley no llega –dice Mitchel–. Es un buen camino. 

 

– Aún así hay que tener cuidado –Silas señala el mapa–. Hay muchas personas que trafican aquí, no somos los únicos. 

 

– Nosotros manejamos ese territorio, chicos –digo señalando el mapa–. Hay que poner seguridad en estos sectores, para no tener... Intrusos. 

 

– Todos saben que es nuestro, amigo –Mitchel me mira–. Saben cómo terminaría meterse en él. 

 

– Si, pero mejor enviaré hombres allá –digo con seguridad. 

 

Sigo mirando los planos cuando Yonathan entra.

 

– Disculpe, señor –dice entrando.

 

– ¿Que pasa, Yonathan? –le pregunto.

 

– Acaba de llegar una invitación para usted –me extiende un sobre–. Tiene el Sello de Darlek 

 

– ¿Otra carrera? –pregunta Mitchel–. Excelente, hace mucho que no hay una.

 

– ¿Que me dices Yonathan? –lo miro–. ¿Hay buenos competidores?

 

– Las carreras organizadas por Darlek son asombrosas –dice Silas–. Al igual que sus competidores. 

 

– Bien, entonces –sonrío–. Vamos allá. 

 

Todos nos arreglamos para ir. Voy al garaje donde está mí gran tesoro, mí hermoso Lamborghini Aventador negro, es mí bebé y mí vida. Apesar de haber corrido contra autos aún más veloces jamás perdió una batalla.

Ya por la noche salgo con los demás. Cada uno en su auto. La llegar vamos directamente al palco. Donde todos nos saludan, muchos están apostando y otros con sus mujeres de turno, entonces veo a Héctor Graviano.

 

– Señor Victorino –me dice–. Me preguntaba si iba a venir.

 

– No quería ser descortés –le digo seriamente–. Además estaba aburrido.

 

– Que gusto es tener al Gran Campeón aquí –sonríe con soberbia–. ¿Vas a correr?

 

– No lo sé, veré qué clase de corredor hay –me cruzo de brazos–. No pienso gastar las llantas de mí auto en vano.

 

– Quizás podamos correr los dos –dice sonriendo.

 

– Por favor, Héctor –dice Mitchel riendo–. Intentaste ganarle hace unos meses y no lo lograste, nadie lo hace. 

 

– Paso... Por hoy, Graviano –le digo.

 

Me pongo a ver la carrera por la ventana y los televisores. Los vidrios son polarizados, desde afuera no se ve nada pero desde aquí se ve todo. Entonces me proponen correr contra un corredor que ganó todas las cerreras de la noche hasta ahora, acepto.

Aunque en las carreras demostró se bueno no lo suficiente, ya que le gane fácilmente. Al llegar a la meta salgo de mi Lamborghini y levanto mí brazo en señal de victoria, mientras lo hago encuentro a una chica con la mirada. Sus ojos ámbar son como dos imanes, leo en ellos una inocencia que me descontrola, parecen una ilusión, una hermosa ilusión.

Aleja su mirada y empieza a caminar, intento seguirla pero Mitchel me detiene.

 

– Fue una carrera bastante fácil –me dice.

 

– Aamm.... Si si, bastante –digo buscando sobre él. 

 

– ¿Que paso? ¿Que estás buscando? –mira sobre su hombro–. ¿O a quien? 

 

– Aamm... A nadie, olvídalo –sacudo mí cabeza–. ¿En qué estábamos? 

 

– En la carreras, ganaste con facilidad... Cómo siempre –mira hacia atrás–. ¿A quien buscabas?. Y dime la verdad. 

 

– Me pareció ver a un conocido –digo–. Nada más, quizás era alguien que se parecía. 

 

– ¡OIGAN CHICOS! –grita Silas–. Vamos a tomar algo. 

 

Vamos hacia el palco dónde nos sirven para beber. Me quedo pensando mientras miro mí vaso, esos ojos. Necesito a esa chica... Debo tenerla está noche. 

 

– ¡Tengo que irme! –les digo–. Hablamos mañana sobre los negocios. 

 

– ¿Está todo bien, hermano? –me pregunta Silas.

 

– Si, todo bien. Pero tengo que irme –les digo y tomo mi saco–. Nos vemos mañana.

 

– Hasta mañana, amigo –Mitchel me saluda. 

 

Así bajo el ascensor, necesito buscar a esa chica. Por suerte no me cuesta nada encontrarla. Está junto a otra muchacha y junto a... Héctor Graviano, la sostiene por el brazo, ella parece un cordero asustado. 

Me acerco a ellos a paso decidido.

 

– Ella es mí acompañante está noche, Héctor –le digo–. Así que dejala.

 

Todos se giran hacia mí, la chica me mira con sorpresa de hecho todos me miran así. 

 

– Daryl Victorino –me dice Héctor. 

 

– Héctor... –me acerco a ellos–. Dejala, es mí acompañante. 

 

– ¿Te acuestas con estás mujerzuelas? –me mira sonriendo–. Que gran sorpresa.

 

– Lo que yo haga no es asunto tuyo –miro a la chica y extiendo mí mano–. Ya nos vamos.

 

Ella mira mí mano y luego a mí, cuando intenta alejarse la mano de Héctor se aprieta a su brazos y tira de él. 

 

– AUCH... –dice ella con dolor.

 

– Te la compro, Victorino –me dice Héctor–. No creo que sea diferente para ella seguro a estado con un montón de hombres está noche. Haré que se bañe antes. 

 

– ¡Idiota! –le grita ella furiosa–. ¡Déjame! 

 

– Dejala, Graviano –me acerco–. No volveré a repetirlo –miro a la chica–. ¿Que me dices tu?. ¿Quieres ser de él o mía? 

 

– Tuya –me dice segura. 

 

Sus mejillas se sonrojaron y bajo la mirada, como si se avergonzara de lo acababa de decir. Toma su otra mano, una corriente recorrió todo mí cuerpo trague saliva lentamente. 

 

– Ahora si me disculpas –hago que suelte su mano–. Nos vamos. Buenas noches.

 

Nos vamos lentamente, nos acercamos hasta mí Lamborghini para girarme hacia ella. 

 

– ¿Te ha hecho daño...? –pregunto mirándola.



#27060 en Novela romántica
#16966 en Otros
#2696 en Acción

En el texto hay: trato, _romance__, _mafia_

Editado: 06.10.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.