Un Diablo Encantador

CAPITULO 9

NATASHA

Dormí con una sonrisa estúpida en el rostro. Me desperté con Aarón saltando como loco en mí cama, emocionado por pintar su habitación. Me levanté y me puse un pantalón yogers negros y un top rosa. 

Desayunamos y me pongo a sacar los muebles de la habitación de Aarón, lijo las paredes. El timbre suena y Aarón corre a abrir.

 

– ¡Señor VICTORINO! –grita Aarón–. Bienvenido. 

 

– ¿Cómo estás, campeón? –dice Daryl. 

 

Salgo de su habitación y voy a la entrada, Daryl entra con baldes de pintura atrás de él Mitchel con más. 

 

– ¡SSII! –exclama Aarón y abraza a Daryl–. Muchas gracias, señor Victorino.

 

– De nada, muchachote –dice abrazándolo–. Estamos listos para ayudar. ¿Que hay que hacer?.

 

– Bueno ya saque los muebles y lije las paredes –digo–. Ya podemos pintar. 

 

– ¡Genial! –exclama Daryl–. Vamos a pintar.

 

Empezamos a pintar el cuarto, los tonos azules se complementan muy bien. Miro a Daryl quien pinta la pared enfrente de mí, con esa camisa de mangas cortas que resaltan sus brazos fuertes.

Tengo que dejar de mirarlo sino voy a empezar a babear. 

 

– Bueno... Demasiado trabajo –dice Mitchel–. ¿Que tal si voy a buscar hamburguesas?

 

– ¡Oh me leíste la mente! –dice Daryl–. Seria genial.

 

– ¿Puedo ir con usted, señor Mitchel? –le pregunta Aarón.

 

– Claro que sí, campeón –le sonríe–. Nos vemos, enseguida volvemos. 

 

Salen de la habitación y yo intento mantener mí mente fría ante permanecer sola con Daryl. Continuo pintando hasta que siento su respiración en mí cuello y sus manos en mí cintura. 

 

– ¿Cómo estás? –me pregunto en mí oído.

 

– Bi-bien... –tartamudeo–. ¿Que está haciendo?.

 

– Nada... Solo... –huele mí perfume–. ¿Que perfume usas? 

 

– No uso perfume –le digo–. No uso. Quizás sea mí crema humectante. 

 

– ¿Para que usas crema? –me pregunta. 

 

– ¿Perdón? –digo confundida. 

 

Entonces pasa su lengua por mí cuello, suelto un gemido pasando mi mano por su nuca, enredandola en su cabello. 

 

– Daryl... –gimo–. Por favor. Pueden...

 

– Tengo sabido eso –gruñe en mí cuello–. Pero... Supongamos que el comercio de comida rápida queda a una hora tenemos tiempo, no suficiente para mí pero es tiempo. 

 

– Estás... Loco –digo. 

 

Toma mis labios en un fogoso y apasionado beso. Me levanta en brazos y me apoya contra la pared que aún no está pintanda, me besa como si quisiera arrancarme el alma. 

Baja sus labios por mí cuello mientras sus manos suben por mis piernas. 

 

– Ah, Dios –me sujeto de sus hombros–. Daryl... Espera, te lo pido.

 

– Mmhh... –gruñe y me mira–. ¿Que?. 

 

– Es que... No puedo –bajo mis manos. 

 

Mis manos se deslizan por sus fuertes y poderosos brazos. 

Pero algo me incómoda, apenas nos conocemos y ni se que quiere. Daryl me baja lentamente y me deja en el piso.

 

– ¿Te sientes bien? –pregunta mirándome.

 

– Si, estoy bien –sonrío–. Pero... Se que pasó lo que pasó entre nosotros.

 

– Fue increíble –dice mirándome. 

 

Si sigue mirándome así no me voy a poner contener. 

 

– No lo niego –lo miro–. Pero aunque pareciera que era una prostituta, no lo soy. Lo hice por mí hermano.

 

– Lo se, lo sé –suspira–. Me di cuenta en cuanto te vi que no eras eso. 

 

– Desde esa noche no he dejado de pensar en ti –pega su frente a la mía. 

 

– Quizás porque... Era virgen –digo–. Porque te entregué mí virginidad. 

 

– No, créeme –dice con la respiración agitada–. He estado con algunas... Pero tu... Tu piel, tus suspiros, tu olor, tus gemidos... Me has descolocado. Pero aunque quiera, no puedo estar contigo como novio. 

 

– ¿Por qué? –lo miro confundida. 

 

– Mí mundo, en el que vivo, es demasiado peligroso –cierra los ojos–. Pero no te haces una idea de las ganas que tengo de ti, mí gata. 

 

Se aleja de mí dejándome ver su mirada azul. Un azul tan hermoso. Dios mio. 

 

– Quiero tenerte... –dice–. Perdón, pero no aguanto más. Ya no más. 

 

Se abalanza sobre mis labios dejandome sin aliento, mis pequeñas manos se adueñan de su cuello. Me levanta en brazos, no se cómo pero terminamos en mí cuarto. 

Cierra la puerta y me pega a la pared, desgraciado me hace perder la cabeza con tanta facilidad. 

 

– Ah... Pueden volver –jadeo–. Daryl. 

 

– Sshh... –susurra–. Calma, nadie va a volver en una hora. 

 

Siento el colchón en mí espalda, Daryl sobre mí con su boca devorando la mía con pasión. Pierdo la cordura... 

He desedo tanto a este hombre que ahora no puedo parar. Mis manos sujetan el dobladillo de su camiseta y se la quitó con fervor e impaciencia. 

 

—¿Te das cuenta de cuánto tiempo desee encontrarte? —cuestiona. 

 

—No, ni me importa ahora —me sorprende mí tono al hablar. 

 

Gruñe y me quita la maldita ropa que separa nuestras pieles. 

 

« Apenas lo conoces, Natasha. ¿Que estás haciendo? ».

 

Intento recuperar mí conciencia pero no puedo, ella misma se niega en aparecer. ¡MIERDA!. No puedo parar ahora.

Sus manos quitan mí yoger y mis braguitas lanzando las prendas hacia algún lado. Su boca se pierde en el valle de mis senos, lleva uno a su boca. Lo lame, muerde y chupa, siento que voy a explotar en cualquier momento, hace lo mismo con el otro robándome gemidos de placer. 

 

—Oh, Dios... —gimo, impaciente por más—. Por favor, por favor... No me hagas esto...

 

—Lo quieres, gata —murmura, mirándome con sus perfectos ojos azules dilatados—. Al igual que yo. 

 

Continúa su exploración descendiendo por mí abdomen, desapareciendo entre mis muslos. Arqueo la espalda sintiendo su juguetona lengua en mí intimidad, hace lo que le apetece conmigo y yo no tengo problema en dejarlo. Llego a un exquisito orgasmo, del cual se adueña lamiendo cada gota. 



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En el texto hay: trato, _romance__, _mafia_

Editado: 06.10.2021

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