Capítulo 1. Piloto.
La última vez ☆ Morat.
No tengo que mentir
No tienes que jurar
Se nos acaba el tiempo y sabes que me voy
Y te vas.
Se suponía que la Universidad —o solo mis padres lo decían— era un lugar donde te podías encontrar a buenas amistades y hasta al amor de tu vida. Me parecía ridículo porque sí y sin más justificaciones, pero mientras estudie podía estar con las personas que quería y con ciertas reglas.
Parecían ser una pareja de cien años, que siguen viviendo en el siglo XIX.
Aún así, con todo lo que me dijeron el primer día, el segundo y así el siguiente, no me parecía una necesidad del todo para exagerar, casi estaba por cumplir diecinueve años, ya había pasado la mayoría de edad y aunque me asustaría a su tiempo, esperaría a que el tiempo y el susto no me consumieran.
—¿Hola? —preguntó Camila, indignada—. ¿Disculpen? Estoy hablando hace diez minutos a ustedes y parece que el viento solo me escucha.
—Es imposible —recalque.
—Lo imposible se vuelve posible, Ally.
Rodee los ojos.
—Es que siempre es lo mismo, Cam, chismes por acá o por allá. Es hermoso saber lo que pasa en la Universidad, pero no te puedo creer que ya hay si hace unos meses empezamos.
—¿Así qué te aburre, no Ludmila? Bueno —mordí un pedazo de alfajor—. Cuéntanos sobre tu novio Samuel. El idiota ese. Se nota que volvieron.
¿Era buen momento para escupir toda la comida que había dirigido anteriormente?
Creo que es mejor que lo hagas más tarde.
Mala respuesta. Tosí con fuerzas al escuchar el nombre de uno de los exs de Ludmila. ¡¿Cómo!?
—¿¡Qué!? —la miré. Los chicos de la fila nos miraron, pero no le di tanta importancia—. ¿Qué carajos hiciste Ludmila Rosso?
—¡No volví con él! —se excusó, indignada.
—Entonces, ¿qué significa esto? —al parecer había sacado el celular y busco la foto que nos estaba mostrando. Era un chico rubio, alto, y parecía estar sacándole foto de atrás y había una chica enfrente suyo, pero no se la veía.
Para este momento Ludmila estaba roja mirando la foto y solo faltaban dos personas para llegar para comprar.
—¡No soy yo! —le pegó en la cabeza.
—¿Y esos aros? ¡Te los regalo Ally!
Ante esa confesión agarre el celular e hice zoom a la imagen, era cierto que la chica de la foto tenía unos aritos de forma de estrellas. ¡Era ella!
—Esto es demasiado. ¿Cómo es que volviste con ese idiota? Te engañó.
Ludmila siempre lo supo, o tuvo la idea de que algo podía pasarle en algún momento, pero no lo imagino que le haría eso en su aniversario, pero ella necesitaba dejarlo. Solo quería una razón.
Quería ese auto de escape.
Y lo tuvo.
Qué afortunada.
Oh, sí.
—Basta. ¿No sé acuerdan que esos aritos se me perdieron en una fiesta? —preguntó agarrando el celular de Camila y pagándolo en el pecho de ella—. No soy ella.
—¡Pero se parecen a una banda! —cuestionó Camila.
—¿Y qué? No soy ella. Aunque sea bueno en la cama no lo quiero. ¿Sí?
Ante esa confesión mis mejillas se calentaron, no quería imaginarme el color rojo que tendría mis mejillas. No, no lo haría. ¿Por qué carajos tenía que hablar de eso? ¡En un lugar público!
—Que romántica —ironicé.
—Exacto, y después me dicen a mi. ¡A mí! —apoyó una mano en su pecho.
—No te hagas inocente Camila porque eres peor que yo, solo te falta hablar de alguien —declaró Ludmila y asentí.
—¡¿Qué?! No me puedo creer eso de las dos, son unas dementes.
Y se dio la vuelta. No tardamos en seguirla y aunque parecía que estaba enojada cuando se dio la vuelta con una botella de Manaos sabor a Cola tenía una gran sonrisa. Que rápido que se le cambiaba el humor.
—La inflación es más grande que mi enojo por ustedes, así que les perdonaré por ahora.
—Sos una loca —confesó.
—Y yo pensé que acá era la loca —declaré.
Camila negó.
—Cuando estés loca será el fin del mundo como cuando te enamores de un chico —alzó la botella.
—¡Tampoco que soy tan fría! ¡Me puedo enamorar! —me justifique.
Ludmila se rio apoyando una mano en mi hombro. Las tres caminamos por el pasillo mientras el descanso seguía en pie. Ninguna de las dos quería volver a clases porque eso significaba separarse de la otra.
—Mira —dijo finalmente después de reírse como una loca— cuando te enamores sería imposible. Sería como conocer a tu artista favorito.
—Conocer a tu artista favorito es posible y más cuando deciden hacer giras en donde vivís.
—¿Y qué pasa con la plata? ¿Eh? —preguntó Camila—. Así que sigue siendo imposible, a menos que consigan un hombre rico y nos mantengan a las tres.
—Eso sería abusar del pobre —dije.
—Sos muy buena Allison. Si te quiere no tendría problemas en alimentar a tus mejores amigas.
—Exacto. Pero siempre que sea un buen hombre y todo eso, no salgas un idiota como mi ex.
Asintió.
Asentí. Ellas tenían razón, no importaba si era rico mientras que ser un buen chico y hombre valía la pena y... alto. ¿Por qué estaba pensando en eso? Nunca me había interesado en hombres ricos, puede que sí pero son ficticios ¡y no son reales!
—¿Qué insinúan las dos?
—¿Qué? —preguntó Camila.
—¿Por qué me dicen esto? Saben que no me gusta ese tipo de hombre.
—Te lo dije —dijo Ludmila.
—¿Eh? —pregunté.
—¡No me dijiste nada! ¡Mentirosa!
—¡Te lo dije con la mirada!
—¡Mentira!
—¿¡Qué carajos está pasando!? —pregunte, cortando cualquier tema de pelea.
Ellas se miraron. Ambas estaban enfrente de la otra y yo en medio de ellas, nos habíamos parado en medio del pasillo.
—¡Pues mírate! Eres la más indicada para estar con un chico con dinero.
Tenía que estar jodiendo. Era un asco.