Un eco ancestral

11 "Reflejos en el lago"

La tarde se hacía eterna. El calor del sol parecía derretir mis pensamientos. Las últimas palabras de ayer daban vueltas en mi cabeza. Pensar en la posibilidad de que mi abuela fuese una bruja me atormentaba. Todo parecía tener sentido, pero al mismo tiempo, se volvía más confuso. James aparecía en mi mente, y solo el pensamiento de su nombre me hacía estremecer.

La extravagante sonrisa de Ryan me sacó de mis pensamientos.

—Oye, ¿me estás escuchando o estás en las nubes? —dijo Ryan, agitando las manos frente a mi cara.

—Disculpa, no ha sido fácil —respondí, suspirando profundamente.

Ryan me miró con una expresión sincera.

—Emma, sé que nos conocemos de hace poco, pero estoy aquí para lo que necesites —dijo, sus ojos azules fijos en los míos. Por un momento, sentí paz. No pude evitar reír.

—Sé de un lugar al que siempre voy cuando necesito paz —dijo Ryan, sonriendo ampliamente.

Me subí al auto y me dejé llevar. Ryan me llevó a un lugar hermoso. No había muchas personas, solo unas pocas familias disfrutando de la suave brisa. La frescura del aire me devolvía la vida.

El hermoso lago frente a mí reflejaba la tarde en tonos naranjas, dándome la bienvenida. Ryan me invitó a sentarme en un banco bajo un frondoso árbol. Quité mis sandalias para sentir la naturaleza bajo mis pies. Cerré los ojos y respiré la dulce calma del momento.

—Sabes, desde que me mudé a Highland, acostumbro a venir a este lugar que me trae paz —dijo Ryan, mirando al horizonte.

—No eres de aquí, ¿cierto? —pregunté, intentando ser cortés.

—No, soy de Houston —respondió, sonriendo ampliamente.

—¿Y qué te trajo a este lugar? —inquirí, inclinando mi rostro.

—Bueno, soy un aventurero y siempre he estado fascinado por la historia de este lugar. Soy amante de las leyendas —dijo Ryan, con entusiasmo.

—Hablando de leyendas de Highland, nunca me he interesado mucho en ellas. Nunca creí en esas cosas —dije, suspirando. Ahora, sin embargo, era más fácil creer.

—¿Quieres que te cuente una? —preguntó Ryan, con los ojos brillando de emoción.

Asentí, inclinándome para escuchar. Sabía que la historia podría ayudarme a entender muchas cosas.

—Bueno, se cuenta que hace mucho tiempo estas tierras eran custodiadas por una extraña entidad, llamada el Ser. Había un grupo de brujas a su servicio que lo conocían de cerca. Pero un día, un terrateniente desesperado por sus riquezas, cegado por la ambición, contactó a una servidora del Ser. Este le concedió lo que deseaba, pero le arrebató su inmortalidad, dejando una marca en su pecho. Se dice que ahora vaga en busca de redención. Eso es todo lo que sé —explicó Ryan mientras sonreía con escepticismo, como si disfrutara de un buen cuento.

Mi mirada se clavó en el suelo. A pesar de ser solo una leyenda, algo en la historia resonaba conmigo. La palabra "bruja" se sentía tan familiar y cruel; no pude evitar volver a recordar las palabras de María.

—¿En serio no la habías escuchado antes? —preguntó Ryan, levantando las cejas en sorpresa.

—Quizás, pero nunca le presté atención —respondí. Aunque con todo lo que estaba aconteciendo, parecía más creíble. De momento, una duda surgió en mi mente.

—Oye, ¿cómo tú y Ruth se conocen? —pregunté.

—Ah —sonrió Ryan y bajó la cabeza—. La conocí en el bar. Creo que aún no trabajabas allí en ese entonces —dijo, rascándose la cabeza.

Ya me había imaginado que podría ser un ex de Ruth, ya que ella tenía muchos. Nos sumimos en silencio, disfrutando del paisaje, aunque los recuerdos ya habían vuelto a mi cabeza. Pero me negué a recibirlos. Me puse de pie para dirigirme al césped, me tumbé boca arriba. El sonido que el viento provocaba en el agua era como una melodía que se unía al canto de los pájaros, formando una gran orquesta. Abrí mis brazos y sentí que la naturaleza, por un momento, me acunaba como una madre a su pequeño. Sentí alivio y un deseo de permanecer eternamente en sus brazos.

La noche llegó pronto. Ryan conducía su camioneta mientras escuchaba una canción en la radio. Su tatuaje lucía más grande de lo que pensaba. La vista desde la ventana era hermosa; los grandes edificios y las lujosas calles me traían de vuelta a casa y, con ello, a mi realidad.

—Ryan, no hemos hablado del precio de tu servicio como abogado —dije, dándome cuenta de que había olvidado algo importante.

—Hoy no es un día para eso, así que prohibido hablar de trabajo o problemas —dijo, y su respuesta, por alguna razón, me intrigó.

—Ok, pero hablaremos de eso pronto —dije.

Él sonrió, con una expresión confusa que no pude interpretar. Quizás sea yo quien duda de todos últimamente.

Llegué a casa, le agradecí a Ryan por el día y por la paz que me hizo encontrar. Entré a mi cuarto y sentí que volvía al cruel mundo que había intentado olvidar hace un rato. Me apresuré a acostarme, deseando que el sueño llegara rápidamente para evitar pensar en nada más. En cuanto me recosté, el sueño llegó a mis párpados casi de inmediato, envolviéndome en una oscuridad tranquila.

Hacía un frío terrible. La tierra bajo mis pies descalzos era repugnante. Era de noche y no podía ver bien; solo el extraño canto de un coro me guiaba a alguna dirección. El cielo no tenía estrellas, no había luna. Intenté buscar las voces que cantaban y corrí con todas mis fuerzas, sintiendo mi corazón desbocado. A lo lejos vislumbré una luz, como de una fogata. Había varias mujeres bailando mientras cantaban. Me apresuré aún más para acercarme a la luz, pero todas pararon de cantar, como si notaran mi presencia desde lejos. Por alguna razón, sentí miedo, pero a la vez curiosidad. Las mujeres se tomaron de las manos formando un círculo, y una de ellas se giró, extendiéndome la mano.




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