Un eco ancestral

12 "La VIP"

El bullicio era casi insoportable. Ryan, con su carácter alegre y su pasión por la música, era el centro de atención. El bar estaba más vacío de lo habitual. Las luces de neón iluminaban las paredes, pero no lograban aclarar mis pensamientos. Los recuerdos del sueño de esa mañana giraban en mi mente, y comenzaba a acostumbrarme a estas pesadillas.

— Oye, estás en el limbo —dijo Ruth, empujándome suavemente—. Mañana, cuando terminemos el trabajo, te llevaré a un lugar importante —añadió, inclinándose para hablarme al oído mientras sostenía una bandeja. Su cercanía provocó una chispa de curiosidad en mí, pero tendría que esperar hasta mañana.

— Emma, a la VIP —dijo mi jefe con un gesto serio mientras se daba la vuelta.

Me dirigí al lujoso salón, deseando encontrar algo de calma lejos del bullicio. Abrí la puerta y...

— ¿James? —exclamé, la sorpresa y el cansancio entrelazándose en mi voz. Mi corazón dio un salto, entre la incertidumbre y una emoción inesperada.

James estaba reclinado en el gran sillón, con los brazos extendidos alrededor del respaldo y la pierna cruzada. Su postura emanaba poder y arrogancia, e incluso su atractivo podía ser intimidante. Al levantar la vista hacia mí, una sonrisa enigmática se dibujó en su rostro.

— Emma, es fascinante cómo sigues dando vueltas y, sin importar cuán lejos vayas, siempre terminas regresando a mí —dijo con una voz segura, cargada de provocación.

Sus palabras me irritaron, su tono juguetón era lo último que necesitaba. Respiré profundamente, alzando la barbilla con desafío y una determinación renovada.

— Basta de jueguitos, James. Estoy aquí para trabajar, no para entretenerte —respondí con voz firme, aunque temblorosa. La tensión en el aire era palpable.

— Bueno, entonces demuestra tus habilidades, si es que son tan buenas como dicen —dijo, tocando su barbilla con un gesto desafiante. Sus ojos brillaban con una intensidad que me hizo cuestionar mi propio control.

— Claro que soy buena. Lo que ves es lo que hay. Al menos no necesito una sonrisa arrogante para ocultar lo que soy —dije con tono cargado de desdén, aunque mis manos temblaban ligeramente y mi corazón latía con fuerza.

Su semblante cambió; su expresión de burla se transformó en enojo. Sus intensos ojos negros se clavaron en mí, como si hubiera tocado una parte sensible.

— Yo que tú, cuidaría mi tono. Este es tu trabajo y yo soy el cliente. No creo que te favorezca hablarme así —dijo, ajustándose el traje con un gesto que reflejaba su ira contenida.

— Pues hágalo, señor James. Es lo último que le falta por quitarme, ¿no? —dije con mordacidad, el cansancio y la frustración agudizaban mi voz.

Se levantó con movimientos decididos y se acercó a mí con las manos en los bolsillos, sus pasos resonaban con una autoridad inquietante. Tragué en seco, luchando por mantener mi compostura, decidida a no dejarme intimidar.

— Creo que te estás equivocando conmigo, Emma. No sabes con quién estás hablando —dijo, inclinándose hacia mí, su mirada tan penetrante que sentía que me faltaba el aire. A pesar de la presión, no me moví. Alzé la vista para enfrentarlo, su tamaño era imponente y casi abrumador.

— Claramente no lo sé. Das tantos rodeos que empiezo a pensar que no eres tan aterrador como aparentas —dije, apretando mis puños, intentando mantenerme firme mientras una oleada de vulnerabilidad y miedo se mezclaba en mi interior.

Sus ojos se llenaron de furia y, en un movimiento rápido, me empujó contra la pared, sus palmas presionaron la superficie justo al lado de mi cabeza. El miedo que me provocaba era casi insoportable, y apreté mis manos con más fuerza para soportar la presión. Tenerlo tan cerca desató una explosión de emociones encontradas en mí.

— No creo que quieras ver mi lado aterrador —dijo, su cercanía era tan intensa que sentía el calor de su cuerpo. Sus ojos brillaban con una tormenta interna.

— Pues muéstrame —dije, levantando aún más el rostro para mirar fijamente sus ojos, luchando por no mostrar mi miedo, aunque por dentro me sentía como si estuviera a punto de quebrarme.

James levantó su mano derecha y, con un dedo índice, acarició mi rostro, deteniéndose en mi mentón y levantándolo suavemente. Su toque era eléctrico, y el aliento a menta que emanaba de él activó todos mis sentidos.

— No busque jugar con fuego, señorita Ford —dijo, su voz era un susurro cargado de amenaza y promesa. El calor interno que sentía era abrumador.

De repente, su expresión cambió, como si por un momento la máscara de control se le hubiera resbalado. Se retiró rápidamente, dándose la vuelta con una elegancia calculada, el sonido de sus pasos marcaba la distancia entre ambos. Me quedé paralizada mientras él se daba la vuelta, su espalda era como un muro impenetrable.

Sentí un alivio mezclado con una frustración intensa, como si quisiera prolongar el momento. Mi respiración seguía acelerada, y mis dedos dolían por la presión que ejercí para controlar mis nervios.

James se mantuvo de espaldas a mí y murmuró:

— Puedes irte. No es necesario que me atiendas tú.

Salí con pasos apresurados de la sala. El camino se hacía más largo de lo normal, como si atravesara un túnel hacia otro mundo, lejos de mi realidad. Me recosté contra la pared en el pasillo, respirando con dificultad, llevando mi mano a mi pecho. ¿Qué fue eso? ¿Qué te pasa, Emma? ¿Cómo puede el peligro en sus manos hacerme temblar de miedo y deseo al mismo tiempo?




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