«—¡Hola, soy Emma Cisneros y este es mi video!
Las calles de Londres son demasiadas, callejones que te llevarán a otro lugar que jamás imaginaste, son tan lindas que nunca imaginas pisar cada una de ellas. Sueñas con estar ahí pero lo ves inalcanzable, ya cuando estás ahí no sabes aprovechar el camino que te lleva a tu destino, no sabes aprovechar que por fin estás ahí.
Me encontraba hablando por celular con mi ex-novio. Voy a contar la historia desde el principio».
Él me había engañado con una chica que conocía, se había metido con una de mis amigas de la primaria, la reconocí porque la descarada me hizo recordar sobre ella. Ese día había sido el peor día de mi vida. Mi papá murió por una enfermedad, diabetes, él tenía oportunidad de cuidarse pero decidió seguir haciendo cosas que le afectaban en la enfermedad, así que quedó como mi abuelito: delgado, ciego, casi sordo. Murió porque ya estaba muy débil.
Fui a darle una sorpresa a mi ex-novio, como tenía las llaves de su casa fui a verlo de sorpresa, usé el carro de mi papá para ir, me lo había dado por el simple hecho de que ya no podía conducir y yo había aprendido a manejar primero que mi hermano y mi mamá.
La casa de Saúl, mi ex-novio, era de dos pisos, su cuarto estaba arriba, así que entré con una gran emoción, le había traído un pastel por haber cumplido los tres años con él. Rey, nuestro perrito, ladró de la emoción cuando me vio entrar y lo acaricié, luego subí las escaleras y noté que la puerta de la habitación de Saúl estaba entreabierta, solo que escuché unos ruidos raros y me preocupé, así que entré a su habitación y encontré la peor escena de mi vida. Estaba teniendo relaciones sexuales con otra chica y ambos estaban disfrutando el momento.
—¡Terminamos! —exclamé y tiré el pastel.
—¡Emma! —exclamó.
Agarré una maleta y la usé para guardar todo lo que le di y le regalé, cargué a Rey y nos fuimos de ahí.
Estaba tan destrozada y no pude evitar llorar, Rey me estaba acariciando mi cara con su cabeza y no pude evitar soltar una sonrisa; definitivamente ese perrito fue el mejor regalo que pude entregarle a una persona.
—¡Emma! —exclamó Saúl.
No miré atrás, seguí caminando e ignorando a Saúl.
—Emma, por favor.
Logró alcanzarme e impidió mi paso tocando mi hombro.
—Aléjate de mí, por favor —me detuve.
Rey comenzó a ladrar, no le gustaba que Saúl se acercara tanto, en verdad era muy inteligente.
—Emma, déjame explicarte qué pasó —insistió.
—No, déjame en paz, no quiero saber nada de ti.
—Ella me buscó —dijo y tomó la maleta.
—Deja mi maleta y entrégamela.
No la soltó y empecé a desesperarme.
—No.
—Y bien que tú le seguiste —lo fulminé con la mirada.
—Perdóname, no lo quise hacer.
Le quité la maleta y acaricié a Rey para que no siguiera ladrando.
—Te perdono —él suspiró y continué—: pero no tendremos contacto nunca más.
Entonces tomé mi maleta, fui a mi carro y la metí, puse una toalla en el asiento copiloto y dejé a Rey ahí. Observé a Saúl corriendo hacia mi carro, pero ya era tarde, ya estaba manejando.
Mis lágrimas no dejaban de salir, no podía estar tranquila porque me dolió tanto la escena que encontré, confié ciegamente en Saúl y me lastimó de la manera más horrible que alguien pudo lastimarme, me rompió porque pensé que iba a estar haciendo otra cosa o estaría en la calle; sin embargo, no fue así.
Le marqué a mi mamá llorando porque ese día habían pasado muchas cosas muy tristes, ese día fue el entierro de mi papá y para no estar mal decidí ir a la casa de Saúl para por fin celebrar nuestros tres años juntos, le debía una salida porque en realidad los cumplimos una semana antes pero no se pudo realizar por lo de papá.
Le conté a mi mamá todo lo que pasó con Saúl mientras lloraba y me dijo que pasara por ella a la sala de abogados, le habían llamado por lo del testamento y tuvo que ir. Pasé por ella y cuando la vi rompí en llanto, salí del carro desesperadamente y dejé la puerta abierta para que Rey no se quedara sin aire. Necesitaba abrazar a mi mamá.
—¿Qué ocurrió, mi niña? —preguntó mientras me abrazaba.
—Me engañó, mamá, me traicionó —sollocé.
—¿Saúl?
—Sí.
—Idiota —murmuró.
Ese día invité a mi mamá a un día de chicas, fuimos a comprar ropa, a comer, al cine y muchas cosas más. Mi hermano nos alcanzó cuando estábamos comiendo y lo demás lo hicimos los tres juntos, extrañaba esos tiempos y ellos hicieron todo lo posible para que estuviera bien.