La máscara comienza a caerse. Los días pasan, pero el peso de lo que sucede dentro de ti se hace más pesado, Ya no puedes seguir fingiendo que todo está bien, las preguntas empiezan a salir a la superficie, preguntas que no tienes respuestas para ellas. El dolor, al que habías intentado ignorar, ahora te golpea con la misma fuerza de un vendaval. Ya no puedes escapar de él.
Recuerdos llegan a ti sin previo aviso, como flashes de algo que te quema. Imágenes, palabras, olores. Todo lo que pensaste que habías olvidado regresa con la fuerza de un tsunami.
"¡Basta!" gritas al aire, a nada, a ti mismo. Pero la furia, el dolor, no desaparecen.
La gente te mira, pero ya no sabes qué decir. Ya no sabes cómo esconderte. Un día, alguien te dice: "¿Te duele? ¿Lo estás sintiendo?"
"No lo sé", respondes, casi sin pensar, porque en realidad no lo sabes. No sabes si el dolor es físico o emocional, si es un dolor que se puede nombrar, o si es algo más, algo imposible de entender.
Los días siguen pasando, pero ya no los sientes como antes. Son días vacíos, días que se arrastran. La angustia no tiene forma, pero es todo lo que puedes ver, todo lo que puedes sentir. Te despiertas en medio de la noche, temblando, buscando algo en la oscuridad, pero no encuentras nada.