Finalmente, después de todo, después de tanto luchar contra lo que no entiendes, te encuentras en un lugar diferente. Ya no intentas luchar. Ya no intentas ocultar el dolor. Has llegado a un punto en que simplemente existe. No se va, no se disipa, pero aprendes a convivir con él.
"No sé si esto es lo correcto", piensas. "¿Acaso algún día dejará de doler?"
La respuesta no llega, pero la vida sigue. Las noches son más tranquilas, aunque siempre hay algo latente, algo que no termina de irse. Quizás nunca se vaya. Pero ya no te asusta.
A veces te preguntas si volverás a ser el mismo, si alguna vez serás como antes. Pero no importa. La aceptación es un proceso lento, casi imperceptible. Cada día es un paso más en un camino sin final claro, pero que ahora sabes que puedes recorrer.