Un Eterno Amanecer

I

QUE MAL POR EL TECOLOTL. Pobre ave que se ha posado en este árbol a media noche. Un mal agüero profesaba en su canto, más agotado por andar volando de aquí para allá y de allá para acá en el sereno de la madrugada. El silencio y la soledad que emanaba la oscuridad sólo indicaban la angustia de los pueblos.

¡Tecolotl! tu labor es de meter temor en tu mala noticia. La cercanía del final del próximo indio caído— decía una indígena mientras la profecía se le revelaba en un sueño cuando dormía. Se escucho una vez más y otra más el cantar del ave durante tres noches y en el alva, los pobladores se llenaban de pánico pues era inevitable pensar en una tragedia. La pregunta obligada era: ¿Quien morirá?

No eran días comunes para el país. "él hermoso México" sufría al ser devastado por las malas actitudes sociales, tanto como de mandatarios como de los mandantes. Papeles que siempre estuvieron en discusión y mal entendidos, el tecolotl lo demostró en su época con el dolo de toda una nación que parecía no terminar.

Los periódicos gastaban tinta y papel sin poder dar abasto a la alta demanda de sus consumidores. Las campañas de la iglesia replicaban con estruendo sus ondas sonoras en todo el pueblo, recorriendo kilómetros en cuestión de segundos y las carretas, carrozas y yuntas propiciaban el ritmo de vida de aquellos días cuando los días eran casi etéreos. No bastaba ser popular para aparecer en alguna nota o en algún extra. Hasta el campesino más humilde y desconocido podría cubrir un artículo en primera plana. Algunos con amarillismo o controlados por el mismo gobierno equívoco, y los rumores que se corrían entre los pueblos. "Esos" si lograban acaparar todos los rincones, las calles y las platicas familiares.

Mientras el desastre del poder que no lograba ordenarse a causa de los brutos cambios del sistema de gobierno y las lagunas en las reformas legisladas; los pueblos de la nación nuevamente se convertían en siervos en una nueva ocasión. 

En pleno año de 1926 regresaban las sombras del pasado más cercano de  la revolución mexicana de 1910. Ya no peleaban por las tierras si no por las creencias y no lograban ser soberanos. A la gente ya sólo le quedaba presenciar su triste realidad. La doctrina política pesaba más que la doctrina religiosa. No se veían más que como dos toros enfurecidos que luchaban por tener la razón, dispuestos a toparse con lo que se les pusiera de frente.

Mientras los ideales que se lleven a cabo para el desarrollo de un país esten basados en aniquilar la paz del prójimo por mero orgullo, ¡no puede ser considerado desarrollo!

No importa si el pensamiento ya naciera del poder político o religioso.

Los comentarios de blasfemia de los traidores a la patria estaban a la orden del día y al pie del sauce más grande e imponente del pueblo, que pareciera preparado para cargar siglos de historia en sus extremidades. Ahí se encontraban tres fieles descansando un poco bajo su sombra. Con una fe altamente inquebrantable, ante las miras tajantes del los soldados que era comandada por un general al que la gente le conocía como un "fariseo".

Unos campesinos humildes pero tan valientes, que utilizaban su miedo a favor de su supervivencia. Ellos eran los que vivían el último año, escapando y preparándose para la revuelta de los altercados que se sucedían en los municipios cerca de la capital, al ser perseguidos por las autoridades a raíz de no aceptar fallar a sus creencias religiosas.

Fueron estratégica mente localizados y emboscados en el monte de "El Veladero". Tomados presos y obligados a caminar con sus calzados de campo, creados por manos de talavartero. Sin descanso bajo el calor cesante del sol, sin crear ningún forsejeo, se dejaron dirigir hasta ahí. Donde sería su último destino, "el exterior del campo santo de su pueblo".

Ya estando fuera del panteón fueron exhibidos ante una multitud que se detenía al mirar el hecho. Los hijos de don Meño —decía una pueblerina al mirarlos, quien corrió con preocupación y asombro. Como si alguien la estuviera persiguiendo fue a dar aviso a los familiares. Rápido se corrió el comunicado y por lo que en el transcurso de tres cuartos de hora, algunas sesenta personas sumadas a los cuarenta y tantos del ejército ya estaban presentes.

—¡No! ¡No! ¡No! ¡Mis hijos no! —pausaba por falta aire una señora de morena, reboso que cubría algunas canas y un faldón que le llegaba a las rodillas. —¡por piedad! —Se acercaba doña Tere desconsolada, imaginando lo peor. Sus palabras salían desde pecho con lamento que raspaba en su garganta. Pareciera que suplicaba a la virgen dolorosa que intercediera en su llanto por medio de un milagro. Mirando la piel morena en aquellos tres hijos que se mantenía seca y deshidratada. Ellos eran quienes las personas les conocían por ser hijos nobles y sencillos. Como don Meño y doña Teresita les habían inculcado.

Llegaron en ese momento para pedir que les liberarán, sufriendo un dolor inimaginable al ver a sus hijos en espera a un frío óbito que se acercaba. Se podría imaginar a la esquelética figura de la muerte, en capucha negra; sentada y aburrida de su labor en el medio de los hermanos y el batallón. Tratando de quitarse la pesadez del tiempo con un centenario de oro que despedía destellos con el reflejo de los rayos del sol cuando giraba la moneda en el viento. Estaba jugando la suerte de sus próximas víctimas.

El primer hijo tenía treinta y cinco años, alto y delgado de barba cerrada y muy tupida, ojos negros y cejas redondas tupidas. El segundo de algunos veintiséis solo contaba con un bigote despuntado a tijera que se le notaba en su cara alargada y delgada. Por último el que tendría algunos diecinueve años su rostro lampiño aún muy joven pero con una par de patillas ligeramente más grande de lo normal. Vestían con su ropa de mantas blancas, huaraches y sombrero; pero manchadas y sucias por el largo tramo de kilómetros caminados. Al rededor del cuello las hebras en roscadas del cordón que sostenía sus sombreros de paja que colgaban en sus espaldas. Sombreros que no les permitieron usar para cubrirse del ataque fuerte de los rayos del sol.



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En el texto hay: romance +18

Editado: 06.11.2021

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