Ya estaba terminando de empacar mis cosas. Marcos cargaba algunas de las cajas a su vehículo. Somos mejores amigos desde la universidad y no nos hemos separado desde entonces, aunque él ya vive con su novia, Lucía. Quien aclaro, es un encanto de persona, nos adoramos. Son pocas las veces que los veo, ya que están muy centrados en su relación, pero esas veces la pasamos en grande los tres. Ellos abandonan su relación y somos tres amigos divirtiéndose.
Aunque mi relación con Marcos es más profunda, ya que nos conocemos hace más tiempo. Lucía apareció en nuestras vidas hace un año, es maestra en la misma escuela que yo, solo que dos grados más arriba. Nos hicimos buenas amigas, los presenté y desde entonces son la pareja más bonita que he visto.
Bueno, como decía… Marcos es un excelente amigo y, en un momento de mudanza, como hoy, está aquí apoyando, firme en el barco. Por eso lo adoro. Ya no quedaba casi nada y podíamos irnos al departamento. Mi mente no dejaba de pensar una y otra vez sobre cómo decoraría todo, me emocionaba tanto la idea. Solo pensé en mi pequeño estudio de grabación y la mesada del salón destinada a organizar mi trabajo como maestra.
De solo pensarlo se me pone la piel de gallina.
Llegamos al edificio y subimos con cuidado, cargamos algunas cajas por el ascensor, pronto iríamos por las demás. Ya tenía mis nuevas llaves, así que me dispuse a abrir la puerta, pero tuve algunos problemas y la dejé caer al suelo. Eso me pasa por hablar del conserje. Al segundo intento la pude abrir.
Entramos y dejamos todas las cajas en el suelo, nos tomó un par de horas traer todo de casa de mi madre. La verdad es que tengo demasiadas cosas. Me puse a acomodar mi ropa en la que sería mi habitación. Tengo que decir que es bastante bonito y grande el cuarto, solo tengo que acomodar todo perfectamente para que no haya desorden.
—Voy por la última tanda de cajas —dijo Marcos y salió dando un leve portazo.
Me quedé a solar terminando de doblar la ropa y de acomodar el que sería mi nuevo sitio privado. Sé que tengo mucho que ordenar, pero siendo honesta, tengo tiempo para acomodar todo lo demás. En esta habitación voy a dormir, por ende tengo que tenerla lo mejor posible para que levantarme sea una dicha y no una tortura.
De repente siento un extraño ruido en la sala principal, me levanto y salgo del cuarto con cuidado, seguro Mateo se dejó algo mal puesto, espero que nada se haya roto. Cuando llego a la sala, veo una de mis cajas abiertas y todo lo que estaba dentro esparcido por el suelo. “Esto es raro”, pensé, pero decidí acudir a la lógica y pensar que mi querido amigo dejó mal puesta la caja y esta se abrió lanzando todo. “Pero no está tirada, no hay forma de que se haya caído”, saque ese pensamiento de mi cabeza, ni que hubiera fantasmas.
Vuelvo a la habitación a seguir ordenando, ya tendré tiempo de arreglar el suelo de la sala más tarde. Mi nuevo ropero estaba cerrado, pero yo lo había dejado abierto. “Seguro lo cerré sin darme cuenta”, lo abrí de nuevo y continué con la tarea. Me tomé una media hora para terminar, pero ya estaba quedando perfecto.
Otro ruido, pero esta vez provenía de la cocina. Comencé a sentir un poco de miedo, ¿Qué hago si un ladrón se metió a mi departamento? Me llevé la escoba por las dudas, pero no había nadie. Solo estaba la licuadora sonando, cuando llegué hasta ella vi que la taza tenía leche y bananas. Ahora el fantasma se está haciendo un licuado, estupenda suerte la mía.
Detuve la licuadora y comencé a mirar a mi alrededor nerviosa. ¿Qué se supone que se haga en una situación como esta? No creo que a todos les pase algo así, digo, que sus licuadoras comiencen a preparar licuados por sí solas. Tomé el sartén y me puse en posición de ataque. Si había un ladrón bromista en mi departamento, iba a dejarlo sin dientes.
Las luces se apagaron de repente y me escondí debajo de la mesada. Pasaron unos minutos que fueron tortuosos, incluso le mandé un mensaje a Marcos para que se apurara en venir. Las luces volvieron y la puerta comenzó a sonar estrepitosamente. Nerviosa caminé hasta la puerta y al abrirla con mucho cuidado, vi a Lucas del otro lado. Levantó las manos y dio dos pasos atrás al verme con el sartén.
—¿Estás bien? No me golpees.
—Lo siento, es que algo está mal en mi departamento —dije mientras lo dejaba en la mesa, él entró con cuidado.
—¿Qué anda mal?
—Los fusibles, la luz se apagó por unos segundos.
No iba a decirle que mi licuadora comenzó a licuar por su cuenta, eso me haría quedar como una loca. Puedo quedar como loca ante Marcos o Lucía, pero jamás de Lucas. Él me gusta y, si quiero tener una oportunidad, no puedo verme como la loca que ve fantasmas licuando banana.
—Seguro fue una falla, pasa de vez en cuando. Te acostumbrarás tan rápido que hasta sabrás cuando sucede —su sonrisa era cálida, demasiado, tanto que me hacía sentir mariposas.
—Claro —estaba nerviosa, demasiado.
—Solo venía a darte la bienvenida, después de todo te mudaste al departamento embrujado y pensé que necesitarías un amigo.
—¿Departamento embrujado? —pregunté confundida.
—¿No te contaron la historia?
—No.
—Bueno, siempre se oyen sonidos extraños en este lugar y varios inquilinos se fueron a la semana de haberse mudado y no les importó perder el depósito. Nunca tuve la oportunidad de entrar, pero siempre supuse que algo paranormal debió haber sucedido para que todas estas cosas sin explicación sucedan —se dio cuenta de que me estaba asustando— pero no te asustes, seguro solo son historias y cosas que las personas inventan para tener algo de que chismear. Los sonidos extraños pueden ser solo niños que se meten a jugar; después de todo, no suele estar abierto cuando nadie vive aquí.
Editado: 31.10.2024