Un fragmento de dolor

Capitulo dos

Mi cabeza daba vueltas, apestaba a alcohol, las cortinas estaban abiertas de par en par.

–buenos días–  canturreo luciano 

–callate–

–uy que mal te hace tomar alcohol–  se ríe, burlándose de mi estado

la almohada no tarda darle en la cara y se queja pues no fue un suave golpe

–que te calles tarado, me explotara la cabeza y tú tendrás que limpiar la sangre– murmuró, tengo un sabor bastante desagradable en mi boca  

–pues tristemente tus restos de cerebro quedaran abandonados en este cuarto, por que no pienso limpiar nada–

–que buena persona–

–venga levántate y date una ducha, apestas horrible–

–lo haré pero no porque tu lo dices–

mi cuerpo me pesa y mis movimientos son lentos, al ver mi reflejo puedo ver las oscuras ojeras que se implantaron en la piel de mis ojos 

el recuerdo del castaño de unos ojos golpean bruscamente mi sistema y una brisa con aroma a menta me hacen recordar aquella travesía, aquella locura que culpare al aburrimiento y al miedo de no querer volverme loco el que me hizo querer salir de mi departamento, el que me incito a querer seguir charlando con ella, al amanecer que me alentó a besar su labios y no porque me haya interesado conocer más allá.

–Alejandro cuando salgas quiero conversar contigo–

el ruido del agua cayendo en la ducha me distraía deliberadamente y la tensión que había en mi cuerpo se liberaba.

al salir del cuarto visualizo la mesa del pequeño salón con alimentos dignos de una cena elegante

–por fin me confesaras tu amor–  lo miro divertido 

–¿como quisieras no? –  rió negando

–entonces a qué se debe esta elegante cena–

–espero no te moleste que haya invitado a alguien–  murmuró, por su expresión pude adivinar que se encontraba nervioso

–por esta vez no me quejare–

la puerta no tardó en sonar, como tampoco tardó en aparecer la figura de una chica, el olor a menta  me hizo dudar de mi estabilidad mental, por un momento pensé que aun estaba durmiendo, por la mirada de la chica me hizo pensar que ella también pensaba lo mismo.

–Alejandro, te presento a isabella mi novia– la sonrisa de luciano me distrajo pero la sensación de mi estómago terminó ganando la batalla 

–un gusto, Alejandro–  sonrió presentándome ante aquella chica con la que compartí un amanecer.

En mi cabeza solo se repetía una cosa “porque.”

 

La cena transcurrió con normalidad, como si ninguno de los dos se conocieran y esque esa es la realidad, en el fondo ninguno de los dos tenía conocimiento del otro, más que de sus pensamientos más profundos y de un beso fugaz que simulare ante todo el mundo que no importo.

no se de que se centró la conversación, ni de cómo fue que pude seguirla, tampoco entiendo porque me afecto el que luciano la persona que me salvó de la muerte y aquella chica que conocí anoche fueran novios, pero prefiero ignorar aquella sensación. 

–bueno, nos veremos en otra ocasión–  Isabella sonríe amablemente y se despide de luciano con un beso en la mejilla –nos vemos mañana–

El olor a menta invadió el lugar, la incómoda sensación en mi estómago me hizo dar la vuelta y sentarme en el sofá.

–qué te parece–  murmuró Luciano

–pues bien no?--

–si–

–Sucede algo?--

–no–

–okey–

–no me molestaria que volvieras a preguntar sabes– murmuró de nuevo mientras se acomodaba en el sofá del frente

–esque no soy chismoso– me burle

Su suspiro resonó por toda la habitación y pese a que no soy una persona que demuestre demasiado me preocupo. 

–esta bien, que sucede?-  al mirarlo note la confusión en su máxima expresión

–crees que este haciendo lo correcto–

–y porque lo dudas–

–no pasó mucho lo de rocio–  ladeo la cabeza con una mueca

–ya pasó un año luciano–

 




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