Un grito en el caos

Cap2: El santuario de lo eterno

La imagen de aquel niño ha sido de las pocas cosas que su mente no podrá olvidar, al menos así sucedía dentro de su exótico mundo interno. El mundo aun en los momentos de tragedia sigue demostrando su belleza, sin embargo, la belleza no siempre inspira alegría. Luego de aquellas turbias imágenes que por una extraña razón han quedado imprimidas en su memoria, reanuda su recorrido por la ciudad <<¿Todo a mi alrededor siempre ha estado tan vacío?>> Una curiosa pregunta que emerge al no encontrarse con ninguna otra persona durante su trayecto, no obstante, comprende lo interesante de ver cómo las cosas a de su alrededor producen sensaciones distintas al mirarlas a través de algún sentimiento, es tal como si uno mirara desde una existencia totalmente distinta <<¿El mundo en verdad está allá afuera? >>.

La frustración no es un sentimiento agradable y él no es ni será el único que se frustra por no poder salvar a alguien, pero a Ismael sólo parecía preocuparse aquello que no comprendía, aquello desconocido que provocaba en él una constante intranquilidad, se pregunta por aquel leve manto de tristeza que yacía sobre su pecho, lejos de ser algo que considere grave, sabe que la tristeza es una sensación natural, pero lo presencia como si fuera un descubrimiento. Deambulando sin dirección termina por llegar a las entradas de lo que parecía ser un cementerio, era un recinto de varias cuadras de extensión con paredes perimetrales de gran altura que impedían ver su interior, se acerca despreocupadamente a la entrada e inmediatamente puedo advertir ante  él un escrito grabado  sobre la puerta.

                         La desesperación de los que rezan al borde del abismo, la eternidad que se rompe en existencia, existencia que desea volverse eternidad.
                  -Bienvenido al santuario de los anhelos-

Sin el mínimo intento por comprender aquel escrito de bienvenida ejerce presión sobre la puerta hasta que ésta comienza abrirse dejando ante él la figura de una gran y robusta estatua que reposa sobre  una fuente repleta de  líquido de color carmesí. La estatua posee la  imagen de un ser humano, uno que se atraviesa a sí mismo con una espada dorada. 


      Libéranos de las ataduras de la eternidad.
             Escucha nuestras plegarias.

Tras tales escritos de matiz extraño  que uno podrá encontrar en este santuario, algo no concuerda para el joven Ismael, pero antes de que este pueda conjugar sus dudas, escucha como si algo o alguien comienza a aplaudir, sin pensarlo dos veces voltea y trata de localizar de donde provienen tales aplausos. El agua de la fuente, para antes que pueda percatarse, comienza a desbordarse tiñendo las numerosas baldosas de un sombrío color carmesí.

— Bienvenido…

Su cuerpo se paraliza al escuchar algo que habla justo por detrás de él, advierte como aquello comienza a reírse anímicamente a solo centímetros por detrás de su cabeza, dificultando momentáneamente su capacidad de reaccionar. Desde atrás unas manos  acarician levemente  su rostro, y en un intento por alejarse  de aquello extiende los brazos hacia atrás con intención de empujar lo que fuere que estuviera allí, sus brazos extendidos atravesaron la nada en donde se suponía que había alguien. 

Sin entender nada logra observar que del pequeño lago en el que el suelo se ha convertido, salen a flote dos plumas, una de color negro y otra blanca. Retrocede con intención de ir hacia la salida, pero para su sorpresa esta había desaparecido, comprendiendo que no se trataba de una simple broma se adentra aún más en el santuario.

Las vidrieras del lugar poseen imágenes que inducen al suicidio, a donde sea que el mirara sólo podía apreciarse a personas quitándose la vida. Este arte perturbaría a cualquiera, pero desde su extraña forma de contemplar, ineludiblemente tales obras resultaron ser espléndidas. Independientemente de las representaciones en las imágenes donde el sentimiento de muerte siempre está presente, los colores que revisten transmiten un sentimiento de vida que es contrario a las figuras que representan la ausencia de este tan enigmático sentimiento.

El sentido contradictorio y armónico del arte resultó ser un hecho ineludible e interesante, no contemplarlas sería un equivalente a negar la propia existencia, pues el arte incentiva al alma a moverse, sentir y crear una realidad acorde a las sensaciones que esta pueda experimentar, pero lo que ocasiona estas sensaciones son externos a uno mismo, lo cual, para alguien como Ismael, lo conduce a preguntarse <<¿En verdad mi existencia es independiente de lo que me rodea?>> Siguiendo su recorrido  por los pasillos del santuario alcanza observar a ciertos sujetos vestidos con túnicas negras tal como si estuviesen en medio de algún ritual, se  acerca y aprecia que frente a cada sujeto se encontraba una vela encendida.

Alza su vista para  ver el final del pasillo el cual parecía interminable pero de un momento a otro una oscuridad desconcertante  fue envolviendo todo lo que se encontraba a su alrededor quedando como única iluminación el resplandor de las velas reflejadas sobre el líquido rojizo que inundaba el pasillo.  Al continuar pudo notar que tales sujetos no se han movido ni un centímetro desde que los encontró,  logra ubicar en qué lugar están aquellos sujetos por el resplandor de las de las velas, pero exceptuando eso no poseé orientación alguna envuelto en esta oscuridad.

Sin tener opción se acercó a uno de esos tipos de túnica con la intención de conseguir algo para iluminar su camino, pero no recibe respuesta alguna de aquel sujeto, tal como si estuviera en un alto estado de meditación, pensó que tal vez fue descortés ir a preguntar, aun así en él solo se generó más curiosidad. Observa como un resplandor se acerca por detrás y desde el agua se observa un silueta. Voltea a ver quién es y para su sorpresa era un hombre de apariencia extraña,  de cabello negro y de ojos claros, iba vestido con un exótico traje negro y con un collar con un dije en forma de  cruz. Aquel observa alegremente con dos velas encendidas extendiendo uno de ellas hacia Ismael. El irregular resplandor que emanaba de las velas otorga a este hombre un aspecto confuso. Sin perderlo de vista Ismael  toma una de las velas.

- Permíteme Ayudarte…




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