En los cielos existió un ángel llamada Ciel, una pequeña e inexperta Serafín de la primera orden celestial. Su historia comienza con su exilio del Reino. Lo curioso es que en este momento se encuentra cayendo hacia el mundo humano, una caída que parece jamás terminar. Las caricias del viento y el revoloteo de sus cabellos la despiertan, se dejó caer mientras intenta recordar los motivos que la llevo a encontrarse en tal situación.
Un sentimiento de angustia la invade, lagrimas brotan de ella. No les da importancia y sonríe intentando materializar sus alas. Lo que ella no sabía, era que al ser expulsada ya no podía hacer uso de sus alas. Tampoco sabía que ya no pertenece a los cielos.
Cierra sus ojos, y se deja llevar por lo inevitable, y se golpea contra la tierra. La resistencia de los ángeles es superior a la de los humanos, sin embargo, no son exentos de sentir dolor. Tras reponerse y limpiarse su ropa, no se da tiempo a pensar y comienza a desesperarse. <<¿Que se supone que haga ahora?>>
Estando inquieta observa un pequeño cubo que se encontraba en uno de los compartimentos de su vestimenta, en uno de los lados este tenía una inscripción sagrada, y del otro se encontraba la forma de un triángulo con un circulo en cada punta. Toma el cubo y bordea cuidadosamente la textura de aquel triangulo.
Sin saber qué hacer, pone a salvo aquel cubo. Al ver que no puede sentir ninguna presencia y ser consciente que es una habilidad básica entre los ángeles, comienza a desesperarse aún más provocando que recorra alterada por todo el lugar hasta ingresar a una ciudad, en ella camina sin rumbo, chocándose contra las cosas por no prestar atención. Pero de un momento a otro alguien se ha parado a su lado, se trataba de un señor de avanzada edad. Ciel nunca se relacionó con humanos y se aleja rápidamente de aquel hombre <<Es un Anciano, espero no me halla confundido con su nieta>> Lo piensa bien y al ver que aquel hombre no parece alguien malo, ella voltea y se se acerca tímidamente hacia él.
— ¿Perdiste a tus padres?
— No tengo padres.
<<¿Tan niña me veo? Ya entiendo la razón de porque allá arriba nadie me tomaba enserio>>
— Eso es muy triste, la verdad es que aquí he conocido a personas que solo tienen un padre, o solo una madre, es un mundo muy loco, pero nunca vi a alguien que no tuviera a ninguno.
— ¿Usted tiene padres?
— La verdad es que, los tenía pero…
Ciel nota rápidamente la situación y si dejar que este terminara de hablar, sujeta las manos del anciano.
— Perdóneme, no es necesario que me lo cuente.
— No se preocupe, ¿quiere que la acompañe hasta que recuerde como volver a su casa?
Ante los ojos de Ciel fue la mejor oferta que ha recibido en mucho tiempo, aunque se sentía algo extraño para ella recibir ayuda de un ser humano, ella debería estar ayudándolo, pero al no recordar cómo usar sus alas y sentirse como toda una inútil acepta la oferta de aquel señor. Parece que le agradó la idea, se le ha formado una gran sonrisa. Ese fue su primer contacto con un ser humano, resulto ser sencillamente maravilloso, desde allí su estadía allí fue una experiencia muy cálida y agradable.
Pasó el tiempo sin poder lograr recordar nada sobre que vino hacer en este mundo, pero sin darse cuenta ya se había encariñado con aquel señor y la gente del pueblo. <<La rigidez, y la política que rigen los cielos no me otorgaba mucho tiempo para convivir o de relacionarme con otros, es más recuerdo que siempre intentaba alegrar a los demás distrayéndolos de sus trabajos, pero solo lograba que se enojaran conmigo>>
En su interior deseaba que pudieran aprender algo de estas personas, que fueron tan amables en todo momento. <<Si no fuera por este señor que me encontró y las personas que lo rodeaban no me hubiera sentido tan bien, ni siquiera ante mi Dios he llegado a sentirme de tal manera. Creo que puedo acostumbrarme a vivir así>>.
Pero al convivir aún más tiempo con estas personas se ha dado cuenta que en la vida de estos no todo era tan maravilloso como pensaba. Cierta vez el anciano aparece detrás de ella mientras se encontraba ayudando a mover de lugar algunos bloques de madera. El señor se acerca a ella. Trae consigo una silla sobre la cual se sienta, suspira, y comienza a hablar.
— Ciel, sé que no has estado con nosotros mucho tiempo, sinceramente te considero parte de la familia. Es por eso que siento que ya es momento de contarte la verdad sobre esta ciudad. Luego tendré que pedirte que te vayas.
Lo que jamás le contaron a este pobre ángel es que al ser despojada de su luz seria víctima del apego; un sentimiento primitivo de los planos inferiores. Siendo incapaz de procesar aquellas palabras, desde el interior de Ciel emerge un temblor que aflojan sus brazos provocando que deje caer algunos de los bloques de madera que tenía consigo. En ese momento sintió un nudo de emociones que comprimían su pecho.
— (...) Este pueblo esta maldito. No quiero que quedes envuelta en todo esto, aun no es tarde para que puedas irte.
— ¿Es por eso que no puedo quedarme? — con un sentimiento retorcijarte en su garganta.
— Sé que esto suena duro para ti, pero la verdad es que antes que llegaras espíritus malignos han maldecido este pueblo, estos devoran la vitalidad de los habitantes. Luego del incidente con estas entidades parece ser que sus cuerpos solo pasaron a ser cascaras vacías, siendo incapaces de percibir sentimientos, ni siquiera comunicarse.
Ciel no podía creer estas palabras, se negaba a pensar que debía irse <<Esto es terrible, pero tiene que haber otra solución, una en la que no deba alejarme. Ya sé...>>
— ¿Qué tal si abandonamos el pueblo? —Aun sin perder la esperanza —Así no tendríamos que preocuparnos de todo esto.
— No pequeña, todo aquel que ha sido maldecido no puede abandonar este lugar.
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Editado: 26.10.2020