El surgimiento de Ismael es percibido por los cielos; felicidad, honra y gloria por su despertar. El palacio se encuentra rodeado por el vuelo danzante de los querubines, mientras los serafines se regocijan en sus alabanzas. El éxtasis y serenidad producida al venerar tal figura resulta tan sublime entre los ángeles. Aun así, solo un grupo reducido conoce aquel interior.
Aquí la jerarquía angelical se conforma por coros superiores, serafines, querubines y tronos. Los coros intermedios, dominaciones, virtudes y potestades. Luego tenemos los coros inferiores, los principados, Arcángeles y ángeles; este es el coro más cercano a la dimensión humana.
Los serafines están en la cima de la jerarquía del coro angelical, Ciel perteneció a tal linaje. Por su parte, Lucifer perteneció a coro de los Querubines. El primero, un ángel humilde, leal y cariñoso, y el segundo un ángel de extrema bondad con un inquebrantable ideal de justicia. Ambos desterrados.
Ya de regreso en el mundo humano, Ciel llega para ver como lucifer se retira sumido en impotencia. Él no tenía permitido actuar indiscriminadamente, la orden que lo movía fue proteger a Ismael de un oscuro ser que lo asechaba. Por tergiversar la ordenes trajo a Ismael hacia aquella ciudad para convencerlo de que removiera su condena. Jamás pensó que aquella mujer interferiría.
- Zeràh, si quieres hacer el juego divertido– voltea y detiene su mirada en Ciel- debes esconderte mejor.
Las intenciones de Ciel no eran claras, tampoco importaban; quedarse y confrontarla o ir y detrás de su antiguo compañero. Absorta en su mundo, Ciel solo hace caso al llamado. Ya estaba allí, en su mirada no parecía importar volver a tener enfrente a la mujer que le arrebato lo que más apreciaba. Ya frente a frente, dos miradas chocan; la inocencia de quien ha trascendido el miedo frente una mirada entumecida que alguna vez estuvo llena de luz. Ante tan choque de esencias, recibe un repentino abrazo de aquella mujer.
– ¿Quién eres? – Ciel responde sin inmutarse-.
– Somos hermanas – apoya su cabeza sobre el hombro del ángel- Celia, ese es mi nombre.
–Celia.. los ángeles no tenemos hermanos –Un sentimiento abrupto de odio emerge - Déjame en paz.
Celia la suelta y solo queda observando. Crea uno de sus vórtices trayendo de nuevo a Ismael, tras ello solo se desvanece en el aire. El cuerpo de Ismael llama la atención de Ciel, acomoda el cabello de la frente del joven intentando descifrar su importancia. ¿Por qué aquella lo protegió? ¿Por qué se encontraba alado de Lucifer? Esas preguntas no la abandonaba.
En la espera de que Ismael abra los ojos ella se acerca a esa otra mujer que llego sobre la espalda de Lucifer, se encontraba inconsciente. Al inclinarse para tener una mejor vista de aquella mujer esta abre los ojos y sonríe. Ciel se asusta y tropieza. La mujer de cabello rubio se acomoda sus risos mientas la observa cálidamente.
— hola Zerah (…) Escuche tu nombre mientras hablaban – Se pone de pie– no te ves nada bien ¿Sera que puedo ayudarte en algo?
— No – con su mirada hacia abajo-.
— Te ves como un trapo sucio –se acerca y le acomoda el cabello-uhmm veamos.
Ciel, toma distancia de aquella, pero fue como si ella en verdad quisiera esa muestra de afecto, permitiendo que aquella mujer logre acercarse nuevamente a ella. Siente como su cabello es manipulado con delicadeza y de algún modo solo siente calma. Al estar con ella un sentimiento reconfortable suaviza su aura, trayendo a su mente recuerdos vividos con los humanos de la ciudad. La calidez de su recuerdo provoca que sus parpados empiecen a temblar y que su respiración se vuelva profunda al mismo tiempo que comprime las lágrimas que se resistían sucumbir ante el recuerdo. Los infortunios de este ángel, su amarga experiencia, todo desemboca ante esta muestra de cariño. Su cara se humedece de un suave manto de lágrimas sin poder detener tal sentimiento
— Ahora pareces un trapo mojado. – suspira—.
— Perdón - se refriega los ojos con sus mangas-.
—No pidas perdón, llorar es tan necesario como respirar. Es por es que — Comienza a pellizcar los cachetes de la pequeña angel — ¿si quieres puedo darte motivos para que llores?.
Ciel con los cachetes adoloridos intenta safarse, se molesta, pero se la nota más animaba. Las Llagrimas atrapadas por tanto tiempo hallaron su cauce en la amabilidad de esta mujer; Lagrimas tan pesadas que hunden y deforman la naturaleza del ser.
Ismael comienza a despertar, ellas se acercan. Èl abre los ojos, ciel solo observa. La mujer de cabello rubio se acerca a èl, Ismael sin mediar con palabras la abraza para luego soltarla.
— Dime tu nombre. -solo eso parecía importarle-.
— Làil —sonrie— ¿es lindo no?.
Ismael se reserva su respuesta, y ya reconfortado advierte la presencia de Ciel. Sus mejillas se humedecen, lagrimas había brotado de él; la tristeza lo invadía. Lail al verla tenia cierto encanto oscuro e intrigante con un brillo bastante particular, pero en Ciel se percibe un brillo autentico y poco usual, un brillo que no podía ver pero si sentir, una luz que entumece todo lo que ilumina. Esto lo desconcertaba, pero trata de contemplar esta nueva dimensión del sentimiento de tristeza.
Por el lado de Ciel, aquel joven que despierta parecía ser alguien amable y atento, sin embargo, eso no dejaba de lado la excentricidad que desprende su presencia. Mientras siente la brisa del viento sobre su cabello al mismo tiempo que toma conciencia de la ropa desgastada que llevaba puesto <<¿por que me permití esto?>> Suspira y se acerca poco a poco hacia el joven, hasta quedar frente a frente con èl. Solo se observan, ninguno emitió palabra alguna.
La mujer que ismael vio caer en el sueño que tuvo al salir del santuario de la eternidad tenía un gran parecido con esta joven, los sentimientos que sintió al ver tales imágenes lo llenaron de incertidumbre. Ciel se encontraba a solo unos pasos de él, pero este dejo enfocar su mirada en ella, Ismael recordó su propia muerte. Ambos estaban frente al otro, pero a un mundo de pensamientos de distancia.
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Editado: 26.10.2020