Un hermoso y diabólico encantamiento

Capítulo 4

Los días transcurrieron para Sally y también los encuentros con el misterioso joven, siempre en el paradero. Sin embargo, la tenía encantada porque después de no relacionarse con nadie, ahora tenía alguien con quien hablar, con el cual reírse y distraerse con las historias que le contaba fascinándola todavía más; pero cada que trataba de preguntarle su nombre, preciso en ese instante él le señalaba la llegaba su ruta de bus.

Sally cada vez se encontraba más atraída, e intrigada, además de curiosa, por saber quién era ese joven en realidad; sin embargo, dejó de pensar en ello, porque no era tiempo de cuestionar, sino de aceptar que por primera vez tenía un amigo.

Cierto día, Sally salió temprano de sus clases y se fue directo al café. Esperaba adelantar el turno y así salir más temprano. Había estado agotada los últimos días y sintió que debía descansar, ya empezaba a caer la noche, así que caminó hasta el lugar frente al paradero desde donde se veía más de cerca la vieja casona. Por un momento tuvo lo que ella denominó una visión fantasmal, muy parecida a la de la noche que creyó ver al aterrador dueño.

En una de las ventanas de la casa, con escasa iluminación se dibujó el rostro fantasmal de una mujer vieja de aspecto cadavérico, y lo que más le impactó fue la piel de su rostro, parecido a una lámina de madera blanca y ajada; al igual que con la visión del viejo, Sally volteó su rostro asustado hacia la calle, y al girarse nuevamente todo volvió a la normalidad. Ni luces diabólicas, ni rostros macabros. Nada fuera de lo normal.

«Otra vez fue mi imaginación», pensó. Esa noche volvió a encontrarse con el joven en el paradero y no lo notó animado como de costumbre. Esta vez tampoco esperó a que llegara su ruta del bus y desapareció mucho antes de eso.

La tarde siguiente, cuando regresaba de sus clases e iba al trabajo, decidió pasar por el paradero. De repente se sorprendió cuando vio al joven, porque era la primera vez que le veía a la luz del ocaso. Sin embargo, se había sorprendido aún más al verle salir de la casona. Fue indiscutible que se trataba de él, por lo que dedujo que tal vez vivía allí.

Lejos de preocuparle, eso llamó su atención, sin embargo, quería corroborarlo, por lo que aguardó hasta que llegara allí. Sonrió cuando ya estaba cerca, pero luego se asustó un poco a ver que lucía un semblante algo demacrado. Se le veía cansado, como si no hubiera dormido en días. Tenía profundas ojeras en sus ojos, una imperfección que nunca había visto en él, y tal vez se debía a que hasta ese momento solo le había visto de noche. Cargaba una enorme bolsa de basura negra en su hombro y su rostro, aparte del cansancio, no mostraba ninguna otra expresión.

Sally le saludó con la mano; pero él pareció no darse cuenta de ello y siguió su camino cargando con la bolsa al hombro. Por lo que percibió del bulto en su espalda, este no parecía contener basura, parecía que estuviera llena de madera cortada y, por su forma de caminar algo un poco encorvada, imagino que le era muy pesada de llevar sobre su espalda.

Esa noche, después de salir del trabajo, no le vio y entonces le empezaron a asaltar las dudas, sobre quién era ese joven en realidad.



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En el texto hay: misterio, suspenso, terror

Editado: 01.11.2024

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